El AVE fénix de la resurrección ferroviaria de Asturias
La comunidad confía en que la nueva infraestructura dé un empujón a la economía, pero algunos temen también un aluvión turístico que amenace un paraíso natural
Carlos Castañón es un pionero que quiere irse de vinos en otras latitudes. El hombre, de 64 años, compró un billete de ida y vuelta entre Pola de Lena (Asturias) y León el jueves 30 de noviembre, primer día de la Alta Velocidad en Asturias. “Estamos encantados después de 20 años de obras. Vamos a comer, tomar unos vinitos, echar la tarde y volver”, afirma, aunque confiesa que añorará el paisaje montañoso ahora reducido a postales fugaces entre paredes de hormigón. Se han necesitado 19 años, 4.000 millones de euros y mucha paciencia para culminar la obra. Asturias viaja al presente sobre raíles y aspira a un futuro industrial y turístico para resucitar la economía y los índices de un territorio en declive. Todo gracias a un endemoniado tramo de 50 kilómetros.
La duración de los trayectos acredita la evolución: el viaje de Madrid a Oviedo se hace a partir de ahora en cuatro horas, frente a las casi cinco horas y media que duraba antes, y se hará en tres horas cuando en 2024 lleguen los nuevos trenes. El Alvia surca en 15 minutos los 25 kilómetros del nuevo túnel de Pajares, tormento para ingenieros y obreros hasta lograr salvar bajo tierra, a 201 kilómetros por hora, los caprichos orográficos. Hace no tanto, una borrasca intensa significaba parar el convoy y cubrir el resto del trayecto en bus. La obra une La Robla (León) con Pola de Lena (Asturias), donde concluye la Alta Velocidad; la conexión con Gijón u Oviedo hay que seguir haciéndola en Cercanías.
Una visita al andén ovetense arroja estampas dispares: señores con gabardina, un hombre con gorro de Papá Noel, una abuela, su hija y su nieta con regalos navideños, y dos jóvenes que antes iban a Madrid en avión. En León sube un elegante abogado que escruta una demanda laboral; en Valladolid desciende una chica con dos gatos. Los usuarios agradecen la rapidez y planifican escapadas. Flor y Silvino participaron en muchas manifestaciones durante estas dos décadas: “¡Pensábamos que nunca lo veríamos!”, suspiran, y emplazan a España a descubrir el norte.
La infraestructura, según el consejero asturiano de Fomento, Alejandro Calvo (PSOE), revolucionará Asturias como “herramienta de transformación y dinamización”. La obra supone una “oportunidad de desarrollo y vertebración para pasajeros y mercancías” para convertirse en “polo logístico” e imán turístico, sostiene. El Principado, con problemas demográficos y económicos tras caer la minería, roza el millón de habitantes, como en 1960, y ha pasado de un PIB industrial del 16,2% al 11% entre los años 2000 y 2020 (por debajo del 20% que recomienda la UE para garantizar el desarrollo, aunque algo superior a la media nacional). Calvo vaticina que la comercialización de mercancías ferroviarias asturianas se abaratará y dará competitividad tanto a las empresas actuales como a potenciales inversores. El Alvia, confía el consejero, animará el turismo fuera de las temporadas altas. Él rechaza que la Alta Velocidad vaya a desbordar Asturias: “Nuestro reto es implicar a todos los rincones”, dice.
Un informe de la Federación Asturiana de Empresarios, encantada con la nueva variante, mantiene que Asturias quedó rezagada de otras regiones del noroeste al no recuperar el PIB previo a la crisis financiera de 2008. El estudio incide en la pérdida de empleo en ese periodo, con 66.000 trabajadores menos, y el bajón de competitividad de Castilla y León, Galicia y el Principado. La patronal lamenta la pérdida de población cualificada ante la falta de oportunidades y presenta la obra como hito. Así lo espera el ingeniero Pablo Augusto, de 27 años, montado en un Cercanías entre Oviedo y Pola: “Malo no será, el problema es la gestión”. El joven reclama precios razonables tras las primeras promociones para sustituir al bus o al coche para desplazarse. Él sí teme que Asturias, ahora accesible como “refugio climático”, se sature: “Alquilar en Gijón es carísimo y en las cuencas mineras se están vendiendo muchísimos pisos a madrileños”, protesta. Además, como muchos otros consultados, recuerda que, aparte de esta infraestructura, hay que cuidar los enlaces entre el territorio, anticuados y con frecuentes tardanzas. Como Augusto, otras voces hablan de “sentimientos encontrados”: valoran el avance pero temen “gentrificación” en su paraíso natural. El 9 de diciembre, la geóloga María Consolación Rodríguez afirmaba en una carta a la directora de EL PAÍS que la obra del AVE “se ha cargado más de 20 acuíferos en la montaña central leonesa”. “Supone un delito ecológico de inmensas proporciones y del que hasta la fecha nadie ha tenido las agallas de solucionar ni de hacerse responsable. ¿Realmente es este un avance en nuestra historia?”, planteaba.
Una inmobiliaria de Pola (10.500 habitantes) corrobora la tendencia: muchos preguntan por inmuebles baratos a media hora del mar. La alcaldesa, Gemma Álvarez (Izquierda Unida), aspira a “nuevas oportunidades” como “lugar idóneo para formar una familia o montar un negocio”, entre la playa y la montaña. Álvarez presume de ocio y gastronomía y ha percibido “expectación, un aumento de los pisos vacacionales e interés por alquiler de vehículos y zonas de aparcamiento”. “La gente necesita reactivación, tenemos que aprovechar”, incide. Una hostelera de Pola de Lena se sorprende por las voces que hablan de “construir nuevos hoteles” ante la posible demanda multiplicada: “¿Tanta gente vendrá?”. El Principado atrajo el pasado julio a 400.000 visitantes, con localidades costeras abarrotadas.
Solo los cencerros y balidos de unas ovejas sobre la salida del túnel de Pajares en Pontones, tras 24.648 metros de oscuridad, interrumpen el silencio. Reina la paz en la aldea donde las madreñas de José Manuel Estrada castañetean sobre las rampas de hormigón. “Es una liberación haber terminado las obras, a nosotros no nos repercute pero sí a Pola y comarca”, explica el jubilado, de 68 años. “No quedan ni vaques”, suspira, en verdes valles, cada año con menos ganaderos, donde el orbayu, como llaman en Asturias a la llovizna fina, bautiza al moderno relámpago ferroviario. Allí ya hay mucho madrileño veraneando y forasteros en casonas como la decorada con una bandera asturiana y otra extremeña, hermanas en la falta de infraestructuras. Hasta este 30 de noviembre.
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