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El nuevo Gobierno tendrá 22 ministerios como ahora y 12 estarán dirigidos por mujeres

Sumar mantendrá cinco carteras, la misma proporción que Unidas Podemos

Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras su investidura como presidente del Gobierno.
Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras su investidura como presidente del Gobierno.SUSANA VERA (REUTERS)

El próximo Gobierno tendrá 22 ministerios, el mismo número que ahora, de los que 12 estarán dirigidos por mujeres como ya ocurría, según han adelantado fuentes gubernamentales a EL PAÍS. Pedro Sánchez ha acordado además con Yolanda Díaz que Sumar gestionará cinco carteras. Justo lo que la dirigente de Sumar pretendía. La cifra no es casual: representa la misma proporción de despachos ministeriales que Unidas Podemos negoció con el PSOE en la experiencia del primer Ejecutivo de coalición desde la Segunda República. Díaz revalidará la vicepresidencia de Trabajo y aspira a mantener el Ministerio de Derechos Sociales, para el que había pensado en Nacho Álvarez, que renunció el viernes tras el desacuerdo entre Sumar y Podemos, de cuya dirección seguía formando parte y considerado una de las figuras más reputadas del espacio político a la izquierda del PSOE. Pablo Bustinduy, exdiputado y excoordinador de Podemos en el Parlamento Europeo, es la alternativa que se baraja en lugar de Álvarez. Sumar también quiere Sanidad, Cultura y una cartera de nueva creación: Infancia y Juventud. Todo apunta a que la ministra de Sanidad será Mónica García, anestesista de profesión y actual portavoz de Más Madrid; y que Ernest Urtasun, eurodiputado de los comunes y portavoz de Sumar, dirigirá el Ministerio de Cultura.

A falta de que Sánchez acabe con el suspense del nuevo Gobierno, lo que parece claro es que el presidente reserva varias sorpresas para carteras ministeriales pero se blindará con su núcleo duro. Eso es, mantendrá la estructura de La Moncloa que dirige Óscar López, su jefe de gabinete, que conoce como pocos la sala de máquinas del Gobierno y también del PSOE, del que fue secretario de Organización.

Una de las prioridades del Ejecutivo consistirá en reforzar su discurso político en una legislatura que, al menos en términos de alianzas, será muchísimo más compleja que la anterior. Y eso que los últimos cuatro años han estado condicionados por la pandemia y la guerra de Ucrania. Sin el margen de maniobra que daban Ciudadanos y otros partidos minoritarios en el Congreso, como Teruel Existe o el Partido Regionalista de Cantabria, la denominada geometría variable, el Gobierno progresista encabezado por el PSOE estará condicionado por los nacionalistas y soberanistas vascos y catalanes. Sobre todo por Junts y ERC y su pulso perpetuo, que según todos los pronósticos se complicará aún más conforme se acerquen las elecciones en Cataluña previstas para febrero de 2025. Una de las consecuencias es que el Gobierno reducirá drásticamente la producción legislativa, que en el mandato pasado rebasó las 210 leyes.

Sánchez formó su primer Gobierno en 2018 en un tiempo récord. El éxito de la moción de censura a Mariano Rajoy, la única que ha prosperado en la democracia española, marcó un antes y un después en la política española a la que el cambio en La Moncloa cogió desprevenida mientras el líder del PSOE ya llevaba días pensando en los ministros. Sánchez combinó entonces perfiles políticos de la dirección del PSOE con otros muy técnicos de su gobierno en la sombra, esa tradición de oposición tan anglosajona. De aquel gabinete original de 11 mujeres y siete hombres, que anunció cuatro días después de prometer el cargo ante Felipe VI en La Zarzuela, un acto tan solemne como breve que ha repetido dos veces más, Sánchez ha mantenido en todo este tiempo a seis ministros a su lado: Nadia Calviño (Economía), Teresa Ribera (Transición Ecológica), María Jesús Montero (Hacienda), Margarita Robles (Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior) y Luis Planas (Agricultura). Las dos primeras ascendieron al rango de vicepresidentas en la coalición con Unidas Podemos, pero los seis han mantenido sus funciones y se les considera valores seguros del gabinete.

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Pero ni siquiera eso es una garantía al 100% de que vayan a permanecer —aunque esa sea la sensación en La Moncloa y en Ferraz— en la formación del tercer Ejecutivo de Sánchez, sin contar la gran remodelación de julio de 2021 en la que salieron tres pesos pesados como Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo. Y sin olvidar las dos crisis de gobierno en enero de ese año por motivos electorales —el ministro de Sanidad, Salvador Illa, fue designado el candidato en las catalanas— y en marzo de este año, cuando las ministras Reyes Maroto (Industria) y Carolina Darias (Sanidad) fueron la apuesta del PSOE en las elecciones municipales en Madrid y Las Palmas.

Una incógnita es incluso si algunos de los ministros de más confianza permanecerán en sus puestos actuales. Félix Bolaños, ministro de Presidencia y el gran negociador, podría ser reubicado al frente de Justicia, un ministerio muy sensible que ya arrastra la renovación pendiente del Consejo General del Poder Judicial, del que en diciembre se cumplirán cinco años —todo un mandato— y que esta legislatura estará más si cabe en el ojo del huracán por la ley de amnistía.

El hermetismo es una de las señas de identidad del presidente, que lleva semanas diseñando la estructura y componentes de su Ejecutivo. La tensión se mascaba este fin de semana en los chats internos del PSOE y del Gobierno. Nadie emitía nada. Una prueba de que Sánchez no tolera las filtraciones es que hasta los ministros que ya saben que no van a continuar han recibido la orden de no decir nada. “Hasta el lunes estamos comprometidos a no decir nada”, decía uno de ellos.

Bajo este estado de agitación todo el mundo en el PSOE y el Gobierno guardaba un silencio expectante a la espera de conocer este lunes, salvo una demora que no se prevé pero que con Sánchez nadie se atrevía a descartar, al Consejo de Ministros con el que el PSOE y Sumar estrenarán su alianza. Será el segundo Gobierno de coalición, y progresista, desde la restauración de la democracia en un contexto global marcado por el auge de los populismos de derechas.

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