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Sierra Bermeja rebrota del fuego

Tras los dos incendios que arrasaron casi 15.000 hectáreas de su superficie, esta montaña malagueña se recupera de manera natural y con el apoyo de la Junta de Andalucía mientras los especialistas ponen sus esfuerzos en reforestar el excepcional pinsapar

Una vista panorámica de la carretera que va desde el alto de Los Reales a Jubrique. Al fondo, una de las zonas forestales afectadas por los incendios de 2021.
Una vista panorámica de la carretera que va desde el alto de Los Reales a Jubrique. Al fondo, una de las zonas forestales afectadas por los incendios de 2021.Garcia-Santos (El Pais)
Nacho Sánchez

En Sierra Bermeja, una enorme masa forestal de características excepcionales y con vistas a la Costa del Sol, los buitres leonados han sustituido a los hidroaviones. Estas enormes aves planean ahora sobre el mismo bosque que en septiembre de 2021 sobrevolaban las máquinas intentando sofocar un incendio que carbonizó casi 10.000 hectáreas y en el que también falleció un bombero. El silencio en la zona es hoy demoledor, como lo es observar lomas casi desérticas que entonces eran ejemplo de biodiversidad. Ahora parten de cero, como las otras 4.500 hectáreas que ardieron en 2022 en la misma cadena montañosa. Pero hay esperanza. Entre los árboles quemados la vida se abre paso: existen zonas cubiertas por una alfombra de minúsculos pinares y el matorral ha devuelto el verde a otras áreas salpicadas de máquinas, nuevas vías forestales y actuaciones de emergencia. El paisaje actual esconde, además de la gran preocupación social de sus habitantes, casi 40.000 jornales de un trabajo que arrancó días después de la catástrofe con el objetivo de devolverle su esplendor, que no llegará hasta pasadas unas décadas. La investigación policial sobre su autoría continúa, mientras, sin detenidos.

No es fácil abordar un incendio de tales dimensiones: las llamas quemaron una tercera parte de esta sierra. Menos aun cuando se dan las circunstancias que confluyeron en él. La primera fue la cercanía de muchos habitantes: de Estepona y sus 74.493 vecinos censados a una docena de pequeños pueblos escondidos entre el bosque. La segunda es la virulencia del fuego, uno de los primeros de sexta generación en España. Y, la tercera, la compleja orografía del terreno. El contexto puso el resto, con áreas de gran protección incluidas en la Red Natura 2000 y declaradas Hábitat de Interés Comunitario que incluyen con un importante alcornocal y un singular pinar que se desarrolla sobre una roca aún más excepcional, la peridotita. Ésta deja crecer a muy pocas especies vegetales a su alrededor y, por ello, aquí hay numerosas plantas endémicas, además del pino resinero (pinus pinaster) que lleva aquí entre 10.000 y 12.000 años.

“Siempre es una tragedia que se queme el monte, pero aún lo es más en zonas tan representativas y con este ecosistema”, afirma José Ramón Guzmán, coordinador del Grupo de Trabajo para la Restauración del incendio de Sierra Bermeja, que ya ha actuado sobre 3.271 hectáreas, un tercio del total quemado. El pino resinero estaba presente en el 70% de la superficie arrasada. El restante 30% estaba compuesto por quejigos, castaños o matorral, además del pinsapo, joya de la corona. Este abeto prehistórico solo presente en un puñado de áreas de Málaga y Cádiz también se vio afectado. Desde la Junta de Andalucía dicen que se quemaron unos pocos ejemplares jóvenes, pero fuentes expertas y conocedoras del terreno aseguran que fueron más de 3.000 árboles, entre ellos algunos con 300 años, sobre todo en el área más occidental, la de Casares, más agreste y sin vías de acceso para la extinción.

Sin las copas de los árboles ni sus raíces vivas protegiendo el bosque, un buen aguacero puede llevarse la cobertura del suelo generando peligro para la población local y dificultando la regeneración futura de la arboleda. Por eso una de las primeras actuaciones fue dirigida a evitar la escorrentía, trabajos incluidos en el plan de emergencia de la Junta de Andalucía que arrancaron apenas un mes después de la extinción del fuego. Los propios árboles quemados que se talaron sirvieron para construir fajinas y albarranas, presas que quitan energía al agua. “Protegen suelo fértil y evitan, además, que ese material llegue a los embalses y se colmaten”, indica Juan Ramón Pérez Valenzuela, director general de Política Forestal y Biodiversidad de la administración andaluza.

Estas estructuras efímeras dominan muchas de las lomas que se ven junto a la carretera que une Estepona con Jubrique, donde hay más troncos en horizontal que en vertical. Parte de la madera ya extraída sirvió también para aprovechamiento. A la tradicional biomasa se le suma el futuro uso en viviendas e instalaciones públicas. Es factible, como demostró la casa ecológica construida en Rincón de la Victoria con árboles quemados en este gran incendio. La siguiente labor está siendo la restauración del terreno, ya de urgencia, que replicó actuaciones pero en áreas con menor riesgo. Ambas cuentan en total con más de siete millones de euros de inversión, de los que el 75% proceden del Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural (FEADER), el 17,5% de la Junta de Andalucía —a través de la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul— y el restante 7,5% del Estado. El guion de este incendio es el mismo que siguen las 4.500 hectáreas quemadas en la misma sierra el verano pasado, aunque la diferencia es que la inmensa mayoría es suelo privado. Ahí son los propietarios los que deben acometer los planes de restauración con apoyo técnico y económico de la Junta.

Regeneración natural y reforestación

Ahora ha arrancado la tercera fase. Es la que empieza a definir el escenario de actuación durante las próximas décadas. Aún se desconoce el presupuesto del que dispondrá y las zonas de trabajo, pero un comité científico técnico formado por la propia administración autonómica y expertos de la Universidad de Málaga toman las decisiones. Buscan soluciones concretas a zonas concretas. Un paseo por el bosque quemado ayuda a entender las muchas realidades. Hay espacios casi desérticos, pelados. En otros los matorrales van tomando su espacio entre árboles carbonizados. Y también existen áreas con entre 40.000 y 400.000 pequeños pinos por hectárea, nacidos de las piñas que explotaron durante el fuego como mecanismo de la especie para garantizarse su continuidad. En esta área el trabajo será quitar árboles, poco a poco, para mantener una densidad saludable que permita, a la vez, reducir el riesgo de incendio. En otras lo principal ha sido extraer ejemplares muertos o marchitados, foco de atracción de insectos perforadores que se expanden también entre los vivos ante la fragilidad del conjunto. No es difícil encontrar amarillentas exudaciones de resina en la madera, signo de que estos pequeños escarabajos se están dando un festín. “Cortar árboles vivos está muy mal visto, pero si están debilitados tienen todas las papeletas de ser objetivo de plagas, hacerlas crecer y que todo vaya a peor”, aclara Guzmán.

Una de las áreas forestales afectadas en Málaga por los incendios de 2021 que, ahora, están siendo reforestadas y recuperadas.
Una de las áreas forestales afectadas en Málaga por los incendios de 2021 que, ahora, están siendo reforestadas y recuperadas. Garcia-Santos (El Pais)

La reforestación, la medida más espera la sociedad, tardará. Y en la mayor parte del terreno quemado no será necesaria ni es recomendada por los especialistas, porque las especies que ahí viven están adaptadas y se ayudan del fuego para expandirse. “El éxito debe medirse más en función de que seamos capaces de favorecer la regeneración natural, como en el pinsapar”, insiste Gabriel A. Gutiérrez, miembro del equipo del Plan de Recuperación del Pinsapo. Coincide en el análisis Andrés Pérez Latorre, docente del Departamento de Botánica y Fisiología Vegetal de la Universidad de Málaga y miembro del comité que trabaja en la restauración de Sierra Bermeja. Lleva más de tres décadas estudiando la zona y que cree que el pinar —como el alcornocal— saldrá adelante por sí solo, igual que la veintena de endemismos identificados, sin la necesidad de reforestar la zona (y las actuaciones puntuales que ya se han hecho tienen más carácter educativo que de impacto ambiental). La sequía puede retrasar el proceso, “pero por sí solo el monte ya va por muy buen camino”, certifica quien coincide en que solo hay una excepción: el pinsapar. “Ahí no queda otra que reforestar, reforestar y reforestar”, añade José Gómez, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Granada. “Hay que plantar, pero también mantener el terreno para evitar futuros fuegos”, añade Javier Martos, miembro del grupo naturalista Sierra Bermeja y experto en análisis espacial. Los técnicos de la administración andaluza han recogido semillas para la futura repoblación de esta especie, que se hará con ayuda tecnológica para determinar las mejores áreas que faciliten su desarrollo. El consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, Ramón Fernández-Pacheco a finales del año pasado que se sembrarán 10.000 ejemplares.

El objetivo final es no solo regenerar la sierra al completo, también es hacerlo creando un mosaico de vegetación con bosques diversos, zonas de matorral, pistas y pastos que ayuden a la extinción de incendios futuros, cada vez más recurrentes en esta área por el cambio climático: más de la mitad de las 32.000 hectáreas de Sierra Bermeja han ardido al menos una vez en los últimos 50 años, según un estudio de los investigadores Javier Martos y José Gómez. De paso, el plan incluye que ese paisaje permita también un desarrollo socioeconómico en la comarca a partir de los aprovechamientos como la ganadería o el que promueve el Programa de Impulso de los Aprovechamientos de Madera en Andalucía. “El monte nunca debió dejar de ser utilizado”, apunta Alberto Benítez, alcalde Jubrique, uno de los municipios que fue desalojado a causa de las llamas, quien señala que el fuego paró en las zonas por las que pastaban las cabras o había uso humano.

Los especialistas coinciden en reconocer que toda esa planificación no solo depende de ellos y que la continuidad de la sequía, la llegada de lluvias torrenciales u otro fuego sería un desastre. También son conscientes de que sus actuaciones no siempre serán exitosas ni están libres de críticas. “Como en cualquier ejercicio profesional te puedes equivocar”, reconoce Guzmán. Javier Martos, de hecho, cree que se han abierto vías en el paraje de Los Reales que han tenido demasiado impacto en el espacio natural y que el presupuesto inicial se gastó demasiado rápido y no siempre en las zonas más adecuadas. “Ahora lo importante es la gestión forestal: conseguir que si llega otro fuego, tenga menos intensidad y se pueda parar antes”, subraya.

Mientras, los municipios de la zona aseguran que no pueden ni alabar ni criticar porque tienen muy poca información sobre los trabajos que ejecuta la comunidad. “Sabemos el trabajo que están haciendo la diputación y el Gobierno en distintas actuaciones. Escuchamos las máquinas de la Junta trabajar, pero oficialmente no nos han dicho nada de lo que están haciendo”, declaran el propio Benítez, que no entiende que el foro social que se creó en paralelo al científico y donde participaban las localidades afectadas no se reúna desde hace más de un año, como reconoce la propia Junta de Andalucía. “Predomina la desinformación”, añade Miguel Ángel Herrera, regidor de Genalguacil y uno de los políticos más peleones de la comarca afectada, que se siente ninguneado por la administración andaluza porque ni les ha preguntado su opinión. “No nos tienen en cuenta ni nos escuchan, cuando los que vivimos aquí deberíamos poder decidir qué futuro queremos. Lo único que parece es que quieren echarnos de nuestros pueblos”, concluye Herrera.

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