La exhumación de Primo de Rivera termina con enfrentamientos de sus seguidores y la policía
Los restos del fundador de Falange han sido trasladados al cementerio de San Isidro. La policía detiene a tres personas después de que cerca de 200 falangistas intentaran entrar por la fuerza en el camposanto
La resignificación del valle de Cuelgamuros, es decir, su democratización tras seis décadas de discurso franquista, ha avanzado este lunes un paso más con el traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera, fundador de La Falange. La exhumación ha tenido lugar a primera hora de la mañana en presencia de sus familiares, que rechazaron el ofrecimiento del Gobierno para que el cuerpo permaneciera en el mausoleo, pero no en el lugar preminente que ocupaban hasta ahora, junto al altar mayor, sino en una de las criptas de los laterales de la basílica en las que yacen casi 33.800 personas. A diferencia del dictador Francisco Franco, que fue trasladado en 2019 al cementerio de Mingorrubio (El Pardo), Primo de Rivera sí tenía la condición de víctima de la Guerra Civil, ya que fue fusilado en Alicante por el bando republicano en noviembre de 1936. La familia escogió la fecha para la exhumación haciéndola coincidir con el 120º aniversario del nacimiento del fundador de Falange, que se celebra este lunes.
En la puerta del recinto, un grupo de 17 simpatizantes de la organización fascista esperó varias horas, hasta poco antes de la una de la tarde, a que el coche fúnebre con los restos abandonara el valle de Cuelgamuros. Un cordón de guardias civiles, que incluía a 20 miembros de los Grupos de Reserva y Seguridad, ha protegido la salida del vehículo, momento en el que los simpatizantes de Falange, algunos de ellos con sus tradicionales camisas azules, han gritado brazo en alto: “¡Arriba España! ¡José Antonio, presente!”, con algunas pancartas con la fotografía del fundador de la organización. La Guardia Civil identificó previamente a varios de ellos, pero no hubo detenidos en el valle de Cuelgamuros. Posteriormente, en el cementerio de San Isidro, donde se concentraron cerca de 200 personas, la policía detuvo a tres personas e identificó a otras cinco después de que intentaran entrar en el camposanto.
Antes, en Cuelgamuros, tras levantar la losa de 1.500 kilos de la tumba de Primo de Rivera, el prior, Santiago Cantera, ha oficiado un responso en su memoria. Cantera estuvo a punto de ser detenido durante la exhumación de Franco en 2019. La comunidad benedictina también tiene los días contados en el recinto, ya que el Gobierno considera su presencia incompatible con el proceso de resignificación del monumento.
El quinto entierro de Primo de Rivera se ha producido en medio del frío silencio de un cementerio vacío y cerrado al público donde solo estaba abierto el panteón familiar para recibir los restos del fundador de Falange. La familia decidió de esta forma cumplir la última voluntad de Primo de Rivera y darle sepultura católica, una vez que el Gobierno solo les permitía permanecer en el Valle de Cuelgamuros en las criptas laterales, que son cementerio civil.
Durante toda la mañana unas 200 personas, entre simpatizantes falangistas y nostálgicos de la dictadura, esperaron a un reducido cortejo. Minutos antes de la llegada del coche fúnebre, desplegaron varias imágenes de José Antonio y algunas banderas españolas. Acto seguido avanzaron hacia la puerta principal para intentar entrar por la fuerza en el cementerio mientras gritaban “¡asesináis y luego profanáis!” o “valientes con los muertos y cobardes con los vivos”. Los falangistas fueron repelidos por la policía que, a empujones, los desalojó unos metros más atrás. Después de revisar los vídeos del enfrentamiento, los agentes detuvieron a tres personas. Finalizado el altercado, el grupo de falangistas se retiró a cantar el Cara al Sol, himno de la Falange. Entre los manifestantes estaba María Peralta, denunciada por la fiscalía por delito de odio por gritar “muerte al invasor” en referencia a la emigración norteafricana durante un discurso frente a la Embajada de Marruecos en 2021.
Los dos primeros falangistas en llegar, casi a las ocho de la mañana, fueron dos “camaradas” impecablemente vestidos con camisa azul y el escudo con el yugo y las flechas en el pecho. “Es indignante y una ignominia lo que están haciendo con el cuerpo de Jose Antonio”, dijo Ignacio Menéndez, un abogado de Guadalajara a las puertas del cementerio, que lleva tatuado en el brazo: “Por encima de la disciplina está el honor”. Otra seguidora, Eva Lobato, llegó minutos después con similar indumentaria. “Los que perdieron la guerra quieren aprovechar electoralmente la figura de José Antonio”, reprochó.
A pesar del altercado posterior, el quinto entierro de Primo de Rivera fue tal vez el más discreto de un cuerpo que ha conocido más mundo de muerto que de vivo. Tras su fusilamiento en noviembre de 1936, fue enterrado en una fosa común de la cárcel de Alicante. Pocos días después de acabar la Guerra Civil, el 1 de abril de 1939, el franquismo se dio a la tarea de rescatar su cadáver para enterrarlo en un nicho del cementerio de Alicante durante una ceremonia en la que participó su hermano Miguel Primo de Rivera. El 9 de noviembre de ese mismo año, cuando se iba a cumplir el tercer aniversario de su muerte, Franco ordenó llevar los restos a San Lorenzo de El Escorial, tumba de reyes. El traslado del féretro desde Alicante fue realizado a pie a hombros de falangistas que se turnaron día y noche. El trayecto de casi 500 kilómetros duró diez días y cada vez que se realizaba un relevo se pronunciaba el grito ritual de “José Antonio Primo de Rivera ¡Presente!”, acompañado de salvas de cañón y repique de campanas. Por la noche la comitiva era acompañada por falangistas que portaban antorchas. El ataúd fue recibido por Franco a las puertas de El Escorial acompañado por todo el Gobierno y la cúpula militar, y el tercer entierro del líder falangista se convirtió en un intento de legitimar la llegada al poder del dictador. Junto al sepulcro se colocaron las coronas de flores enviadas por Hitler y Mussolini. Veinte años más tarde, sus restos se movieron de nuevo hasta el Valle de los Caídos, donde han permanecido hasta este lunes.
La tradición no está reñida con los nuevos tiempos, ni siquiera para el apellido Primo de Rivera. El encargado por la familia para negociar el traslado de los restos de José Antonio de Cuelgamuros a San Isidro es Fernando, hijo del abogado y político Miguel Primo de Rivera y Urquijo, sobrino del fundador del movimiento fascista. En la actualidad, el pariente del hombre que fundó la Falange Española, siguiendo las bases del nacionalsindicalismo y apelando a obreros y agricultores para levantar un Estado nuevo que exigía la nacionalización de la banca, es un destacado broker de fondos de inversión y exejecutivo de Chase Manhattan Bank.
El siguiente paso, tras el traslado de los restos de Primo de Rivera, es la exhumación de las 121 personas que fueron enterradas en el Valle de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familias, que ahora reclaman los restos. El Ministerio de la Presidencia asegura que se llevarán a cabo “tan pronto como terminen las labores de acondicionamiento que deben desarrollarse en el recinto de manera previa”. Además, el Gobierno ultima un portal de internet específico con toda la documentación histórica del valle de Cuelgamuros, el monumento que Franco ideó para inmortalizar su victoria en la Guerra Civil, y la convocatoria de un concurso internacional de ideas para construir un centro de interpretación en el recinto, de manera que se convierta en una especia de maqueta del franquismo que explique el nacionalcatolicismo, el robo de cuerpos en fosas comunes para alimentar las criptas del mausoleo y su construcción a manos, fundamentalmente, de presos políticos.
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