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Un cangrejo invasor atenaza la biodiversidad de los ríos

Un crustáceo americano introducido en España hace décadas para repoblar arrasa la fauna fluvial autóctona

El cangrejo americano de río, una especie invasora que se introdujo hace 50 años en los cauces nacionales, en Herrera de Pisuerga (Palencia).
El cangrejo americano de río, una especie invasora que se introdujo hace 50 años en los cauces nacionales, en Herrera de Pisuerga (Palencia).Marta Landaluce
Juan Navarro

El cangrejo de río, antaño roomba fluvial por su función depuradora, se ha convertido en una amenaza para los ecosistemas y una forma de ayudar a la causa es comérselo a caceroladas. Cada cual es libre de elegir cómo cocinar esta especie invasora y aderezar su altruismo quizá con salsa de tomate y pimiento o con un sofrito de cebolla y ajitos. Todo sea por contribuir a reducir la sobrepoblación de cangrejo americano de río, una especie invasora que se introdujo hace 50 años en los cauces nacionales y que acabó zampándose al nativo, conquistando sus hábitats y amenazando la biodiversidad por su voracidad. El apodado “buitre de río” por su papel limpiando el cauce de cadáveres de fauna y filtrando las aguas se expande sin remedio, engullendo cualquier bicho viviente que se le cruce y comprometiendo la biodiversidad.

Una forma de conocer al detalle la vida de este crustáceo consiste en viajar a un pueblo que tiene tanto una estatua en su honor como un centro de interpretación de su impacto ambiental. Herrera de Pisuerga (Palencia, 2.000 habitantes) ha vivido durante décadas de pescar cubos y cubos de este animal y desde 2014 cuenta con unas instalaciones de la Junta de Castilla y León para explicar cómo el cangrejo blanco peninsular fue claudicando ante dos especies americanas: el cangrejo señal, llamado así por unas marcas en las pinzas, y el cangrejo rojo, reconocible por este vivo color.

El encargado de dar a conocer estos decápodos se llama David Tutor y es ingeniero de montes y educador ambiental. Este soriano asentado en Palencia, cuyo centro divulgativo recibe unos 6.000 visitantes anuales, recurre a ejemplos y metáforas como la del roomba para enseñar cómo el afán comercial llevó a introducir en los ríos al invasor, con mucha mayor voracidad y capacidad reproductiva, y expulsando a “reductos” al español. “No se puede hablar de un tesoro sin hablar del palacio, los ríos son el ejemplo de lo que no hay que hacer”, recalca Tutor entre vídeos explicativos y cangrejos en formol.

Estos habitantes de los ríos han dejado atrás su función “carroñera” y sus necesidades alimenticias los llevan a comer todo lo que pillan: peces, anfibios, pequeñas aves y hasta cultivos. De su importancia capital para proteger el ecosistema y evitar que los animales se descompongan y contaminen las aguas —”Imagina una huelga de barrenderos de un mes en Madrid”— han pasado a enemigos de la sostenibilidad.

La Junta ha permitido este año la pesca sin cupos ni tallas para que quienes tengan licencia saquen la mayor cantidad posible de estas indeseables especies exóticas. Esta extracción ilimitada supone, por motivos de trazabilidad, que las capturas solo se puedan comer en casa y no comercializarse, lo cual conlleva la contradicción de que los notables cangrejos de río con tomate que sirven en los bares herrerenses provengan de piscifactorías. Esta paradoja de no poder cocinar al invasor que rebosa en el cercano río Burejo o en el propio Pisuerga contrasta también, señala Tutor, con cuando en las pescaderías se vendía vivo al ejemplar americano y la gente “con buena voluntad e ignorancia” los soltaba en los ríos pensando que ayudaban a su desarrollo. La catástrofe ambiental estaba servida.

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El experto indica que cuando el cangrejo rojo empezó a proliferar en la Península las administraciones decidieron traer al cangrejo señal pensando que este acabaría con el otro. Error. La alianza arrinconó más si cabe al autóctono y produjo una situación como en un capítulo de Los Simpson en el que se intenta contener a una especie invasora con otros depredadores que tampoco encuentran rival y se desatan peligrosas plagas basadas en políticas irresponsables.

La abundancia de cangrejos invasores se aprecia cuando Tutor y el palentino Nicolás Martín, que a sus 66 años ha pescado cantidades incalculables de cangrejo de río, lanzan los reteles al Pisuerga y los sacan con numerosos crustáceos. Martín recuerda cuando se cotizaban “a 300 pesetas la docena” y en Herrera niños y mayores sacaban buenos ingresos de horas y horas en las riberas. “¡Bueno que si pescábamos, y de los buenos, de los autóctonos, que son otra cosa que los americanos!”, exclama el hombre, que vivió cuando las enfermedades empezaron a mermar la población y se incorporaron los extranjeros.

David Tutor coincide en que el cangrejo, antes de soltarse el americano, “articulaba sociedades y economías, se pescaba con cupos y tallas, daba dinero y era sostenible ambientalmente”. Poco queda de esos veranos de mochilas llenas y paseos en bicicleta por los bares vendiendo su mercancía recién extraída del agua. Ahora solo queda confiar en que el apetito de los pescadores consiga controlar la implacable expansión de estos crustáceos que, cuando se ven atrapados por las redes, alzan sus pinzas amenazantes exigiendo libertad para seguir alterando los hábitats fluviales.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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