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El relevo en el INE y la tragedia de Melilla ponen al Gobierno a la defensiva

“No he presionado ni he cesado a nadie”, asegura Calviño sobre la marcha del responsable de las estadísticas oficiales

La vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, este miércoles en el Congreso.Foto: Javier Lizon (EFE) | Vídeo: EUROPA PRESS
Xosé Hermida

El Gobierno llegaba arrastrando un saco entero de patatas calientes y le tocó vivir una mañana a la defensiva en el Congreso. Sin Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN, ni Yolanda Díaz, fue de nuevo el turno de Nadia Calviño para ejercer al tiempo de vicepresidenta económica y política en la sesión de control de este miércoles. La oposición no la fustigó solo con las cifras de la crisis ―lo habitual―, también lo hizo con el controvertido relevo del responsable de elaborarlas, el dimitido presidente del Instituto Nacional de Estadística (INE), Juan Rodríguez Poo. Calviño esquivó el asunto todo lo que pudo, hasta que al final se decidió a entrar con una declaración solemne: “Ni he presionado ni he cesado a nadie”. El otro foco de los golpes contra el Gobierno fue el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que enfrentó un zarandeo a derecha e izquierda por la tragedia de la valla de Melilla sin moverse de su posición: ninguna autocrítica y tampoco el menor reproche a las autoridades marroquíes.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, interviene en una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados, a 29 de junio de 2022, en Madrid.Foto: Gustavo Valiente (Europa Press) | Vídeo: EPV

“Parece usted Houdini”, dijo a Marlaska el diputado de EH Bildu Jon Iñarritu. Manejar el arte del escapismo es vital para un ministro en sus exámenes parlamentarios, y varios de ellos se esforzaron en practicarlo este miércoles. Marlaska no quería hablar de la actuación de la policía marroquí en Nador y Calviño no quería hablar del INE. Y los diputados interpelantes no paraban de hablarles de esas cosas. Pero el ejemplo más depurado de escapismo lo ofreció la ministra de Justicia, Pilar Llop, a quien el diputado de Junts Josep Pagès preguntaba por varias decisiones de la justicia europea favorables a integrantes del movimiento independentista. Llop ignoró olímpicamente la cuestión y se dedicó a deplorar la negativa del PP a renovar el Poder Judicial, así como la sentencia sobre el aborto del Tribunal Supremo de Estados Unidos. “Esas son las cosas que deberían preocuparles”, reprendió la ministra a Pagès. El diputado le replicó con sorna: “Deje que decidamos nosotros las cosas que nos preocupan”.

La última tesis de la oposición es que el Gobierno se dedica al “asalto de las instituciones”. La expresión se fue repitiendo miméticamente en boca del PP, de Vox y de Ciudadanos, cuyo portavoz, Edmundo Bal, subió un peldaño más y definió al Ejecutivo como “batallón de asalto a las instituciones”. Los adversarios del Gobierno recurren a episodios ya clásicos ―la Fiscalía General del Estado o el CIS― y una variopinta mezcla de otros muy recientes. Y ahí cabe desde el relevo en el INE, que la oposición atribuye a una maniobra para maquillar las estadísticas, al intento del Ejecutivo de sortear el bloqueo del PP a la renovación del Tribunal Constitucional e incluso el cambio de mayorías en el consejo de la empresa semipública Indra.

Calviño se resistió a entrar al asunto del INE, primero frente al popular Jaime de Olano y luego frente al portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. La carga continuó con el de Ciudadanos, y entonces la vicepresidenta zanjó la cuestión dando su palabra de que ella no ha intervenido en el relevo. Ante el PP, la que pasaba por ser una tecnócrata volvió a mostrar que ahora no rehúye el cuerpo a cuerpo y espetó a Olano que su partido pide bajar impuestos cuando va a subir los del agua en Galicia por una ley elaborada con Alberto Núñez Feijóo en la Xunta. Cuando la vicepresidenta preguntó a sus interlocutores si van a aprobar las nuevas medidas del Gobierno, el escapismo cambió de bando.

Si Calviño se las vio con el flanco derecho, a Marlaska le cayeron de todas partes. Sobre todo, por las palabras del presidente del Gobierno avalando la actuación de las fuerzas de seguridad marroquíes, “carentes de humanidad”, según el popular José Antonio Bermúdez de Castro, quien exigió que “se esclarezcan los hechos”. El siempre templado PNV zurró esta vez, por boca de Iñigo Barandiaran: “A esas personas no las han tratado como seres humanos y no hay modo de justificarlo, mucho menos que lo haga un presidente del Gobierno”.

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Jon Iñarritu se centró en pedir a Marlaska que valorase desde el punto de vista policial la actuación de las fuerzas de seguridad marroquíes. Y ahí se encontró con Houdini. El ministro se condolió de los inmigrantes muertos y también de los 50 guardias civiles y los 140 gendarmes marroquíes heridos en el suceso. “Un ataque a nuestras fronteras”, es, en el lenguaje del Gobierno, el intento de saltar la valla. Lo repitió con insistencia Marlaska, al igual que el argumento de que las únicas responsables son “las mafias que trafican con seres humanos”. El ministro llegó a tachar de “falsedad” que gendarmes marroquíes hubiesen entrado en territorio español. Desde el escaño, el diputado de EH Bildu simulaba con sus manos una cámara para replicarle que hay imágenes que lo muestran.

En medio de todas estas hogueras, el Gobierno consiguió al menos no ofrecer ninguna fisura ante las acometidas habituales de la oposición para meter cizaña entre las dos formaciones del Ejecutivo. El PP lo intentó al preguntar al ministro de Consumo y coordinador general de IU, Alberto Garzón, por la cumbre de la OTAN. Garzón también mostró su destreza en el arte del escapismo. No solo es que evitase cualquier frase que pudiera haber incomodado a los socialistas, hasta acabó arrancando sus aplausos cuando presumió del papel del PCE en la recuperación de la democracia.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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