Muere Teodulfo Lagunero, militante del PCE que introdujo a Carrillo en España de forma clandestina
Empresario y mecenas financiero del partido comunista, influyó entre bastidores en la lucha clandestina para legalizar la formación en la Transición española
La muerte, el pasado sábado en Málaga, de Teodulfo Lagunero Muñoz (Valladolid, 95 años), arrebata a la reciente historia política una de las figuras más interesantes de la Transición española a la democracia. Su influencia surgió desde los bastidores, no visibles entonces, de aquel amplio movimiento sociopolítico que acabaría con la dictadura franquista. Su importancia vino determinada por haber asumido, por compromiso militante, la condición de mecenas financiero del Partido Comunista de España, cuya lucha clandestina y legalización serían políticamente determinantes. A esta organización dedicó buena parte de su copiosa fortuna personal, acuñada en el sector inmobiliario en España. Pisos francos, viajes, reuniones y sedes oficiales, serían financiados a fondo perdido por Lagunero.
Era nieto de un ebanista ferroviario vallisoletano e hijo de un catedrático de Historia con sucesivos destinos en Valladolid, Peñafiel y Valencia. Ya en el curso de la Guerra Civil, su casa del barrio de Ruzafa sería destruida por un bombardeo de la aviación fascista italiana. Allí estudiaría Teodulfo en el Instituto Obrero que regía el comunista Núñez de Arenas y en el que daba clases de Pintura Rafael de Penagos. Al terminar la contienda, su padre sería represaliado y su hermano mayor, Enrique, condenado a muerte. Posteriormente, él optó por estudiar Filosofía y Letras, para inclinarse luego hacia el Derecho. Ejercería como Profesor Mercantil y catedrático. Una enorme urbanización en el pantano de Entrepeñas y otra junto al río Alberche, ideadas por él ―la primera inaugurada a regañadientes por Manuel Fraga, que sospechaba de su filiación comunista―, estaban en el origen de su fortuna.
En París, a instancias de su hija Paloma, entonces militante comunista en la Facultad de Políticas de la Complutense, Teodulfo asistió a una manifestación del PCE del Primero de Mayo encabezada por el poeta comunista Marcos Ana, que había pasado 23 años en prisión. Lagunero reconoció haber experimentado allí “una viva emoción”, compartida con su hija, que le llevaría a un singular tipo de militancia, consistente en poner su fortuna al servicio de la causa antifranquista y comunista en España. Su primera contribución sería financiar el CISE, un centro de acogida de refugiados políticos que huían del franquismo. El centro era dirigido por Marcos Ana, con quien compartiría una estrecha amistad.
“Ha sido una persona irrepetible que, con sus cualidades y defectos, jugó un papel extraordinario que nadie más que él podía jugar”, reconoce Jorge Carrillo Menéndez, de 69 años, hijo de Santiago Carrillo, el líder del PCE al que Teodulfo Lagunero, familiarmente, Fufo o Teo, introdujo clandestinamente en España en 1976. Lo hizo disfrazado con una peluca confeccionada por Eugenio Arias (Buitrago, 1909-Vallauris, 2008), amigo, peluquero y albacea de Pablo Picasso.
“En 1974, tras recibir información de la Policía francesa sobre un posible atentado contra mi padre, Teo Lagunero adquirió inmediatamente un piso en la anónima torre Eva del barrio parisiense de La Dèfense para que nuestra familia pudiera ocultarse”, reconoce Jorge Carrillo. “Entonces, por cuestiones de clandestinidad ―en la que habíamos vivido en Francia hasta 1968― mi familia se llamaba Giscard y mi padre, Jacques”.
Teodulfo Lagunero brindó su chalé de la Costa Azul, Villa Comète, donde pasaba los veranos, como sede de la oposición antifranquista. Allí dio sus primeros pasos la Junta Democrática. Tiempo después, sería el promotor de la revista La Calle, sucesora de Triunfo y emblema de la izquierda. Fue amigo de poetas como Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Rafael Alberti ―cuya candidatura al Nobel promocionó―, así como de la cantautora Joan Baez y Antonio Gala.
Lagunero fue incinerado este fin de semana en la intimidad.
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