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'CASO PEGASUS'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El error de la directora del servicio secreto

Paz Esteban perdió sus últimos apoyos en el Gobierno al revelar en el Congreso que Pere Aragonès había sido espiado, sin explicar las razones

Miguel González
Paz Esteban
La entonces directora del CNI, Paz Esteban, a su llegada a la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso el pasado jueves.Jaime Villanueva

La hasta ahora directora del servicio secreto, Paz Esteban (Madrid, 64 años), no ha cometido ninguno de los errores que se le imputan y a los que, oficiosamente, se atribuye su relevo. El centro que ella dirigía no fue responsable de que los móviles del presidente del Gobierno, la ministra de Defensa y el ministro del Interior (además de, posiblemente, la entonces titular de Exteriores, Arancha González Laya) fueran atacados con el programa Pegasus en mayo de 2021.

Es cierto que el Centro Criptológico Nacional (CCN), dependiente del CNI, era el único organismo del Estado con capacidad para detectar la infección por el virus de diseño israelí, pero el CCN no podía someter los teléfonos de los máximos responsables de la seguridad del Estado a un análisis forense, como el que se ha realizado ahora, si estos no se los entregaban voluntariamente. Y ningún protocolo obligaba a chequearlos cada cierto tiempo. El organismo encargado de dictar las normas de uso de los móviles en La Moncloa era la Unidad de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Presidencia del Gobierno.

Tampoco puede reprocharse a la directora del servicio secreto haber espiado el teléfono del actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, si, como ella aseguró y acreditó con documentación, lo hizo con autorización judicial y en cumplimiento de los objetivos que el Gobierno impuso al CNI en la Directiva de Inteligencia (aunque la vigente date de marzo de 2019 y no se haya actualizado desde entonces, pese a tener carácter anual). Se le podría achacar, si ocurrió así, el no haber informado a Pedro Sánchez de que el líder de ERC estaba bajo el punto de mira del centro de inteligencia, pero La Moncloa ya dejó claro, cuando saltó públicamente el espionaje a Aragonès, que el presidente ni sabía “ni quería saber”. La ministra de Defensa, Margarita Robles, salió en apoyo de Paz Esteban diciendo que esta estaba “aguantando imputaciones que no se corresponden con la realidad”.

No obstante, hay un hecho que nadie le ha reprochado oficialmente a Esteban, pero que le ha hecho perder los apoyos que aún conservaba en el Gobierno: la falta de explicaciones de por qué se espió a Aragonès. La propia Robles había adelantado en el pleno del Congreso algunos de los motivos que justificarían que líderes independentistas fueran rastreados por el servicio secreto. “¿Qué tiene que hacer un Gobierno cuando alguien vulnera la Constitución, declara la independencia, corta las vías públicas, realiza desórdenes, cuando alguien está teniendo relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania?”, planteó la titular de Defensa el 27 de abril en el hemiciclo, provocando las protestas de los independentistas.

Se esperaba que, cuando Paz Esteban compareciera el pasado jueves a puerta cerrada en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso, se explayara en desarrollar estos argumentos, pero no lo hizo. Se limitó a dejar a cada uno de los 10 portavoces de los grupos parlamentarios una copia de las resoluciones judiciales que autorizaban 18 intervenciones telefónicas y ofreció una explicación genérica, sin referirse a ningún caso concreto. Algunos diputados tomaron nota de la resolución que afectaba a Pere Aragonès y la filtraron a la prensa. Pero nadie explicó por qué el juez del Tribunal Supremo Pablo Lucas aceptó la petición de espiar, en octubre de 2019, a quien entonces era vicepresidente de la Generalitat de Cataluña. Tampoco la directora del CNI ofreció ninguna razón.

La falta de explicaciones dejó en el aire la sospecha, aventada por el independentismo, de que el Gobierno hizo espionaje político. Aunque las fechas de intervención del teléfono de Aragonès que aportó Esteban en el Congreso se referían al otoño de 2019 ―cuando estalló en Cataluña la ola de disturbios, algunos muy violentos, dirigida por Tsunami Democràtic tras la sentencia del procés―, fuentes cercanas al hoy president sospechan que fue escuchado también en enero de 2020, mientras se estaba negociando el apoyo de ERC a la investidura de Pedro Sánchez. Es una acusación demoledora para el Gobierno, pero también para el prestigio del propio servicio secreto. No es creíble que un magistrado de la Sala Tercera del Tribunal Supremo firmara la autorización para interceptar el teléfono de un cargo público si la solicitud no incluía sólidos argumentos. Pero, si estos existieron, han quedado en la penumbra, al menos hasta que se desclasifique la resolución que autorizó la escucha a Aragonès, si se desclasifica. Aun así, ya será tarde para Paz Esteban.

La hasta ahora directora del CNI ha sido la primera mujer al frente del servicio secreto español y también la primera agente del centro en ocupar su dirección general, con rango de secretaria de Estado. Cuarta responsable del Centro Nacional de Inteligencia desde su creación, en mayo de 2002, ha estado dos años y diez meses en el cargo, siete de ellos con carácter interino.

Persona muy discreta, como corresponde a su profesión de espía, se sabe poco de su vida privada: que está casada y tiene una hija que media la veintena. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, y se especializó en historia antigua y medieval. Preparaba oposiciones para archivos y bibliotecas cuando un pariente le recomendó presentarse para un puesto en el Ministerio de Defensa. Resultó ser el Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid), el servicio secreto español.

Ingresó hace 39 años, cuando la inmensa mayoría de los espías españoles eran militares y las escasas mujeres del centro trabajaban como secretarias. Hoy el CNI tiene un 70% de civiles y un tercio de mujeres; algunas, en puestos de alta dirección. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sede central del servicio secreto, sobre todo haciendo análisis de inteligencia exterior.

En 2010, el general Félix Sanz Roldán la puso al frente de su gabinete técnico, cuyo cometido no era llevarle la agenda ni organizar sus viajes, como ocurre en los gabinetes de los ministerios, sino elaborar documentos de carácter estratégico. Se trataba de crear una especie de división de estrategia y planes, como las que existen en el Ejército, capaz de mirar más allá de las urgencias del día a día.

En junio de 2017, Beatriz Méndez de Vigo, hermana del exministro del PP Íñigo Méndez de Vigo, dejó el puesto de secretaria general del CNI para marchar al extranjero y Paz Esteban la sustituyó como número dos. Era la cuarta mujer que ocupaba el cargo, reservado para un funcionario de carrera del servicio secreto, y nada hacía pensar que llegaría más lejos que sus antecesoras. Era la jefa de personal de los más 3.000 espías españoles, un puesto en el que es fácil ganarse un tropel de descontentos y agraviados, pero ella, según quienes la conocen, evitaba conflictos y no generaba filias ni fobias.

En julio de 2019, tras completar 10 años en el cargo, el general Sanz Roldán se jubiló, y el Gobierno, que estaba en funciones, no podía nombrar sucesor. Paz Esteban se quedó interinamente en el puesto, y en los siete meses siguientes se ganó la confianza de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que había recuperado el control del CNI para su departamento. En febrero de 2020, ya con un Gobierno con plenos poderes, fue ratificada como primera directora del CNI. Hasta este martes.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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