_
_
_
_

Casado sigue noqueado y sin descifrar su futuro

El presidente del PP y su equipo aún no han asumido la “traición” de su comité de dirección y sus portavoces, pero constatan el fracaso de Egea sobre el control del partido

Pablo Casado, en su última sesión de control en el Congreso, rodeado de la dirección de su grupo parlamentario. Foto: JESÚS HELLÍN (EUROPA PRESS)
Javier Casqueiro

Pablo Casado aún se pregunta qué ha hecho mal sin encontrar la respuesta. “Sigue en shock”, según varias fuentes de su entorno directo. Continúa acudiendo a diario a su despacho en la séptima planta de la sede central del PP, con horarios y obligaciones más flexibles, atendiendo entrevistas y llamadas privadas, pero aún no ha resuelto qué quiere hacer con su futuro. La mayoría de los dirigentes del PP anterior y actual consultados apuestan por que abandonará la política nacional y dejará su escaño. Pero pocos le ven fuera de España, en un cargo internacional como se había especulado, por razones familiares. Tanto Casado como su equipo de profesionales más cercano aún no han asumido “la traición de la mayoría de los miembros de su comité de dirección y de todos sus portavoces”. Y sobre su polémico número dos, Teodoro García Egea, constatan que era mentira que tuviera el partido controlado.

Casado, ahora con 41 años, está planteándose por primera vez qué quiere hacer de su vida y carrera profesional al margen de la política. Empezó a militar en Nuevas Generaciones en 2001, con 20 años, y en 2003, con 23 y sin haber acabado la carrera, comenzó a trabajar como asesor de un consejero de la Comunidad de Madrid que presidía Esperanza Aguirre.

“Está valorándolo todo, no ha tomado aún una decisión, pero sí está sopesando todas las alternativas y posibilidades”, coinciden en señalar sobre el futuro de Casado media docena de dirigentes de su entorno más inmediato y algunos de los amigos que sigue teniendo en el partido. El aún presidente del PP también pregunta a esos colaboradores y según todos los sondeados está muy pendiente de su situación familiar y de las opciones de escolarización de sus dos hijos. Ha escuchado ofertas del sector privado y hasta algún responsable de una firma de cazatalentos ha ensalzado su “trayectoria, sentido común y capacidad de gestión” de una empresa con varios cientos de miles de militantes. Pero aún no se ha decantado.

Desde la dirección del grupo parlamentario se apunta, sin embargo, que lo más probable es que deje el escaño y abandone la política nacional y se recuerda que su última intervención, en la sesión de control del 23 de febrero frente a Pedro Sánchez, sonó a mucho más que una despedida de su cargo de jefe de la oposición. Pocos ven en el grupo popular del Parlamento a Casado sentado a partir del 3 de abril -cuando acabe formalmente su mandato y deje el puesto al gallego Alberto Núñez Feijóo- sentado en una fila trasera o en lo que se denomina el gallinero del hemiciclo, con los diputados recién llegados o relegados por la dirección. Pero él aún no ha comunicado nada ni lo ha hablado tampoco con el propio Feijóo. Esa conversación y el traspaso de despachos, poderes, papeles y problemas pendientes todavía está por solventar.

Mientras tanto, Casado acude a diario a su despacho, pero más tranquilo. Ya no apura las jornadas. Maneja una agenda de contactos, entrevistas y llamadas más limitada. Su teléfono y el de alguno de sus colaboradores más estrechos ha dejado de molestar mucho. Esta semana incluso acudió un día a votar al Congreso. Sus funciones institucionales e interinas están limitadas a ultimar su discurso final ante el congreso extraordinario de Sevilla y este jueves acudió, también para dejar constancia de su marcha, a la cita del PP europeo en París. En teoría era una reunión casi de trámite, pero que se complicó por algunas intervenciones de líderes europeos contra el pacto de gobierno del nuevo PP de Feijóo con Vox en Castilla y León. Ninguno de los máximos dirigentes del PPE aludieron dentro de la reunión a ese acuerdo, pero sí lo descalificaron a la salida a preguntas de los periodistas.

Casado, en la sala, apenas habló cuatro minutos. Ni citó explícitamente a Vox ni mencionó el caso de Castilla y León, según fuentes presentes en la cumbre. Sí presumió de que uno de sus objetivos en la presidencia del partido había sido evitar gobernar con la extrema derecha. Tampoco señaló el caso de la madrileña Isabel Díaz Ayuso y el contrato de su hermano, pero sí destacó que otro de sus ejes había sido la lucha contra la corrupción. El aún presidente informó a los responsables del PP de otros países de que en España se había convocado un congreso extraordinario, aclaró que él no se presentaría para seguir en el puesto y anticipó que “todas las papeletas” para asumir esa responsabilidad las tenía Feijóo, al que retrató como un político que “ha ganado cuatro elecciones, muy serio, trabajador y sólido, al que yo apoyo”. No hubo más por su parte. Luego ya comenzó la geopolítica de los partidos europeos.

El PPE tiene un congreso convocado para el 31 de mayo en Róterdam donde debe renovar entre otros cargos su presidencia, que ahora ostenta el polaco Donald Tusk, en campaña electoral para presidir su país. El único aspirante confirmado para esa responsabilidad es el alemán Manfred Weber, también en campaña interna. Fuentes del PPE explican en esa particular situación las manifestaciones públicas de Tusk y Weber contra el pacto del PP y Vox en Castilla y León. Lo que no se plantea, tampoco, es que Casado pudiera o quisiera competir por algún despacho en Bruselas dentro de la estructura del nuevo PPE, según fuentes conocedoras de esa negociación, aunque el plazo de cierre de esas candidaturas llega hasta el 24 de mayo.

En estas dos semanas tanto Casado como su equipo de profesionales más próximos han tenido tiempo para rumiar muchas de las escenas dramáticas que vivieron y los desmarques más sonados de dirigentes y amigos miembros de su comité de dirección, de su ejecutiva y de todos sus portavoces parlamentarios, que pasaron en horas de respaldarle públicamente a exigir su cabeza. Algunas de esas traiciones no las logra olvidar. Pero Casado también ha podido concluir, como algunos de los pocos leales que no le abandonaron le habían advertido, que las revanchas que al final se desataron contra el que había sido su número dos, Teodoro García Egea, no eran solo por sus formas y el fondo de sus comportamientos. “Es verdad que Casado comprobó al final que Egea no tenía controlado el partido y eso es lógico que pase alguna factura en su relación, que ya no es la misma”, reconocen hasta tres personas de su máxima confianza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_