Las huellas de los oligarcas rusos en España
Megayates, fortunas opacas y propiedades inmobiliarias dejan rastro desde la Costa del Sol hasta Barcelona y Baleares
En Marbella hay revistas en ruso, una radio rusa y anuncios de “Se Vende” en alfabeto cirílico. La comunidad rusa supera las 2.300 personas, el doble que en la capital de la provincia. La minúscula colonia de principios del siglo se ha multiplicado sobre dos perfiles. A un lado, quienes viajaron para trabajar en la construcción y los servicios. Al otro, las grandes fortunas que buscaban ocio y lujo para gastar sin límites mientras atracan sus yates en Puerto Banús. Cuatro vuelos semanales entre la Costa del Sol y Moscú evidenciaban la buena salud de las relaciones económicas. La cancelación de las conexiones —el último avión partió el domingo— por las restricciones del espacio aéreo es solo uno de los muchos problemas a los que se enfrenta ahora la comunidad rusa en el litoral malagueño.
Marbella es sinónimo de calidad de vida, sol, y fórmulas infinitas para gastar. “A los rusos les encanta”, afirma Elena Romanova, que llegó en 1996 y en 2003 abrió su propia agencia inmobiliaria, Ventura Properties. Sus compatriotas aglutinan alrededor del 10% del mercado inmobiliario de lujo en la zona. Muchos residen todo el año. Otros, por temporadas. “Tenemos clientes con casa aquí. Ahora, excluidos del SWIFT [el sistema internacional de comunicación para movimientos bancarios], no sé si van a poder pagar. ¿Cómo se va a solucionar? Es un desastre”, subraya Romanova. Svetlana Ciliuta, presidenta de la Asociación de Ruso Parlantes Nash Dom, cree que muchas familias tendrán problemas. “Los hombres viajan mucho por sus negocios y aquí se quedan sus mujeres e hijos”, afirma; un tipo de vida inviable por las sanciones internacionales. “Tampoco podrán comprar nuevas viviendas”, añade Ciliuta, refiriéndose a la prohibición de que los bancos europeos acepten de depósitos superiores a 100.000 euros de ciudadanos o empresas de Rusia.
“El cliente ruso lo tiene más difícil ahora tras la devaluación del rublo y las sanciones económicas”, subraya Christopher Glover, máximo responsable de Panorama Properties. “La guerra es horrible, pero no creo que tenga muchos efectos negativos en la Costa del Sol”, afirma Jimmy Widen, director ejecutivo de 3SA State, inmobiliaria especializada en el mercado del lujo, que en Marbella vive el mejor momento de su historia con más demanda que oferta.
La huella del dinero ruso en la costa es siempre opaca. Pocos saben exactamente a qué se dedican las grandes fortunas del litoral. Y si el rastro del dinero legal es complejo, el de procedencia ilegal lo es aún más. Las peticiones de información sobre la actividad de mafiosos no son escuchadas por las autoridades de Rusia. “Colaboración cero”, explican fuentes policiales, que destacan la existencia de organizaciones criminales rusas en Marbella dedicadas, sobre todo, al blanqueo de capitales o el tráfico de drogas. Entre las operaciones recientes más sonadas destaca la que, en 2017, supuso la detención de Alexander Gringberg, entonces dueño del Marbella FC, acusado de blanquear dinero para mafias de su país. Fueron detenidas otras diez personas. Entre ellas Arnold Arnoldovich Spivalovsky, acusado de ser uno de los capos de la Solntsevskaya, mafia con base en Rusia. A Vyacheslav Gulevich, supuesto jefe de la organización Kemerovo, dedicada al tráfico de drogas, se le detuvo en Mijas un mes antes. En 2008 también cayó en Frigiliana Alexander Malyshev, dentro de una operación contra la mafia rusa Tambovskaya, que acabó con la intervención de 12 millones de euros, decenas de yates y casas de lujo.
Astillero de megayates
El antiguo barrio pesquero de la Barceloneta se especializó en el turismo en 1992. Cerró toda la industria metalúrgica y mecánica y el pequeño astillero Nuevo Vulcano. Hoy, unas pocas decenas de barcas de los pescadores sobreviven en un pequeño muelle y el resto del espacio está dedicado a los superyates. Barcelona es una de las capitales mundiales que se ha especializado en estas embarcaciones. Dos compañías centran el negocio. Por un lado, la Marina del Port Vell, donde amarran decenas de grandes yates y, por otro, Marina Barcelona 92 (MB92) que es uno de los pocos astilleros mundiales dedicados al mantenimiento de superyates. En invierno muchos millonarios aprovechan para poner a punto sus embarcaciones y disfrutar de ellas en verano. Este lunes en Marina Barcelona reparaban yates de, al menos, tres oligarcas rusos. Embarcaciones en las que decenas de operarios seguían trabajando a la espera de recibir de las autoridades órdenes que deriven en inmovilizaciones o embargos.
Un yate de 140 metros de eslora permanecía ayer oculto por un gran caparazón en los talleres de MB92. Se trata del My Solaris un barco de 600 millones de dólares con un coste anual de mantenimiento de entre 50 y 60 millones de dólares y una tripulación fija de 60 personas. El propietario es el multimillonario ruso Román Abramóvich que era hasta esta semana el dueño del Chelsea y que podría ser el intermediario para intentar negociar la paz entre Ucrania y Rusia.
Junto al My Solaris reparan el Valerie un poco más comedido, si es que ese adjetivo cabe para un yate de 85 metros que costó 140 millones de dólares (unos 124 millones de euros al cambio actual) y que cuesta en mantenimiento entre 10 y 15 millones al año. La embarcación pertenece al militar ruso Sergey Chemezov.
También reparan el Aurora, un yate de 74 metros que costó al empresario ruso Andrey Molchanov cerca de 120 millones de dólares (unos 107 millones de euros al cambio actual). Ninguno de las tres embarcaciones lleva bandera rusa y la mayoría están registradas en Bahamas o Islas Caimán. Es muy posible que más yates de los que había amarrados ayer en Barcelona estuvieran a nombre de testaferros que estirando del hilo se llegara a capitales rusos.
EL PAÍS ha preguntado a ambas marinas y a la máxima autoridad del Port de Barcelona. Todas están sujetas a contratos de confidencialidad, pero aseguran que, por el momento, ninguna de ellas ha recibido ninguna orden para tener que intervenir estas embarcaciones. Marina Port Vell no tenía este lunes ningún barco de recreo de esa nacionalidad en sus muelles. Portavoces de la empresa aseguraban que la ofensiva rusa ni siquiera ha puesto en peligro el MYBA Charter Show un evento mundial que se celebra cada mes de abril y que, por el momento, no va a vetar la presencia de yates rusos.
Un portavoz de MB92 se ha limitado a remarcar a este diario que la compañía está “analizando y monitorizando las decisiones tomadas por las autoridades de España, la Unión Europea y los Estados Unidos para comprobar su impacto en las relaciones comerciales vigentes y futuras del grupo MB92 y si alguna de las sanciones fuera de aplicación, se adoptarían las medidas contenidas en dichas normas”.
En Baleares hay 2.287 rusos censados. Una cifra baja comparada con otra población extranjera, como la alemana (32.536) o la británica (29.897). En el ámbito turístico, tampoco es un mercado prioritario y el año anterior a la pandemia se registró la visita de 120.400 turistas de esa nacionalidad, que el año pasado con la pandemia se redujeron a apenas 6.000, según datos de la asociación de turismo de lujo Essentialy Mallorca.
En el puerto de Palma está actualmente atracado el Tango, megayate propiedad del magnate Viktor Vekselberg, según han publicado varios medios, valorado en 150 millones de euros. Vekselberg es un magnate del aluminio y es el cuarto hombre más rico según la revista Forbes con 9.300 millones de euros. Si las sanciones se extienden a empresarios, el yate podría quedar inmovilizado. Las administraciones baleares no tienen constancia de la presencia de grandes empresarios rusos en las islas con residencia habitual.
Sí ha sido una constante en los últimos años la presencia de ramificaciones de la mafia rusa, que posteriormente han terminado en procesos judiciales. Una gran operación contra la Tambovskaya y la Malyshevkaya se destapó en 2008 con la detención de su líder, Gennadios Petrov, acusado de blanquear dinero de la mafia. Petrov huyó del país y la mayoría de sus colegas fueron absueltos. El empresario Alexander Romanov, sospechoso de formar parte de la organización Taganskaya, aceptó tres años y nueve meses de cárcel por blanquear 1,6 millones de euros de actividades ilícitas. El empresario entregó como dación en pago un hotel que compró en la zona de Calvià.
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