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Madrid y Rabat mantienen conversaciones discretas para buscar una salida a la crisis diplomática

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y su homólogo marroquí, Naser Burita, han mantenido múltiples conversaciones telefónicas, pero aún no se han reunido

Miguel González
El Rey, Felipe VI, conversa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la recepción al cuerpo diplomático este lunes en Madrid.
El Rey, Felipe VI, conversa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la recepción al cuerpo diplomático este lunes en Madrid.EFE/JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

El Rey oficializó este lunes, en su discurso ante el cuerpo diplomático, el acuerdo al que han llegado Madrid y Rabat para “redefinir conjuntamente” sus relaciones. Era la primera vez que Felipe VI se refería públicamente a una crisis diplomática que se prolonga ya ocho meses. Asentar la cooperación bilateral “sobre unos pilares más firmes y más sólidos” es un objetivo ambicioso, pues la relación entre los dos países, siempre trufada de recelos y desconfianza, se ve sacudida por sobresaltos periódicos: de la ocupación del islote de Perejil, en 2002, a la entrada de más de 10.000 inmigrantes irregulares en Ceuta, en mayo de 2021

El objetivo del ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, es acordar un marco estable de relaciones que permita encapsular las diferencias y abordar las discrepancias sin chantajes ni sorpresas. Desde que llegó al cargo, en julio pasado, ha mantenido múltiples conversaciones con su homólogo marroquí, Nasser Burita, pero todavía no se han visto cara a cara. En las dos ocasiones en las que iban a reunirse —en septiembre pasado, en la Asamblea General de la ONU en Nueva York; y en noviembre, en la Unión por el Mediterráneo (UPM), en Barcelona—, los encuentros se frustraron por incomparecencia del segundo. Tampoco Albares ha ido a Rabat, destino habitual del primer viaje de los jefes de la diplomacia española.

Aunque el refrán asegura que dos no se pelean si uno no quiere, España no ha querido pelearse con Marruecos. La prueba es que no ha retirado en ningún momento a su embajador en Rabat, mientras que Marruecos llamó a la suya en mayo pasado y aún no la ha devuelto. En estos meses, las autoridades marroquíes han alternado las buenas palabras (como el discurso del rey Mohamed VI de agosto pasado, en el que llamó a iniciar una “etapa inédita” en la relación bilateral), con las provocaciones: como la construcción de una piscifactoría en aguas de las islas Chafarinas o la denuncia de un supuesto descontrol de contagiados por la covid en los aeropuertos españoles. Sin embargo, según fuentes diplomáticas españolas, la cooperación en la lucha contra la inmigración irregular se ha restablecido y, en las pasadas Navidades, la policía marroquí evitó varios asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla.

El trasfondo, sin embargo, es el conflicto del Sáhara. La crisis no se inició en abril pasado con la acogida en un hospital español del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, sino meses antes, en diciembre de 2020, con el reconocimiento de la marroquinidad de la excolonia española por el presidente Trump. Fue entonces cuando Rabat canceló unilateralmente la reunión de alto nivel (RAN), prevista para una semana después. Desde entonces, Marruecos no ha cesado de presionar a España para que “salga de la zona de confort” y apoye su propuesta de autonomía para el Sáhara, en lugar del referéndum de autodeterminación. También lo ha hecho con Alemania. El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha remitido una carta a Mohamed VI en la que dice que la oferta de autonomía puede ser “una buena base” para llegar a un acuerdo. Parece que este gesto podría bastar para Rabat para restablecer sus relaciones con Berlín, rotas antes de que lo hiciera con Madrid. Pero no está claro si bastaría para sellar la reconciliación con España. De momento, todo lo lejos que ha ido Albares ha sido declarar que España aceptaría cualquier acuerdo “dentro de toda aquella gama de posibilidades que establecen las resoluciones del Consejo de Seguridad”. Es decir, autonomía sí, pero si la acuerdan las partes y la bendice la ONU.


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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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