El libro de todas las víctimas del terror en el País Vasco
El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, que abrirá sus puertas en abril, edita el primer volumen de una obra sobre el yugo terrorista
Casi diez años después del cese del terrorismo de ETA, España va a disponer de un centro memorial de víctimas, que se ubicará en Vitoria, la capital del País Vasco. Previo a su inauguración en abril, el centro, respaldado por la Universidad del País Vasco (UPV) y el Instituto Social Valentín de Foronda, acaba de publicar el primer tomo del libro Historia y Memoria del terrorismo en el País Vasco, coordinado por el historiador José Antonio Pérez. El libro, que constará de tres tomos, es el compendio más completo sobre el terrorismo en Euskadi –el de ETA y el contraterrorismo–, cuyo fondo documental formará parte del memorial, según el jefe de investigación del centro, el también historiador Gaizka Fernández.
El Centro Memorial de Vitoria pretende ser el referente español de la memoria de las víctimas del terrorismo –abarcará el yihadismo, además de ETA y la guerra sucia– como lo son en algunas capitales europeas los memoriales dedicados a las víctimas del Holocausto o en Nueva York a las del ataque yihadista del 11 de septiembre de 2001. Los promotores del memorial seguirán la pauta de estos precedentes y lo convertirán en un centro documental, señala Fernández.
Historia y Memoria del terrorismo en el País Vasco es el resultado de cinco años de investigación de una decena de historiadores vascos. Algunos de ellos publicaron en 2015 un texto de referencia sobre los efectos del terrorismo en la sociedad vasca, el Informe Foronda. El primer tomo del nuevo libro abarca el terrorismo en la etapa de 1968 a 1981. Más adelante, publicará el segundo, que analizará el terrorismo durante la consolidación democrática, de 1982 a 1994, y el tercero comprenderá de la socialización del sufrimiento al fin del terrorismo, de 1994 a 2011.
El libro aportará al memorial un amplio volumen de documentación, como el historial completo de todas las víctimas del terrorismo, recogido en 25.000 documentos en formato PDF y 100.000 imágenes. Su coordinador, José Antonio Pérez, ha señalado: “Hemos rastreado todo lo que dice la prensa sobre cada uno de los asesinatos desde 1968, en que ETA cometió el primero, hasta el último. Cada víctima tendrá una carpeta con su relato”. La documentación se completa con testimonios orales de víctimas.
Asimismo, aportará todas las actas municipales –en torno a 2.000– con los debates y resoluciones sobre los atentados terroristas en las localidades vascas donde se cometieron los ataques. “Hemos leído todas las actas municipales, que aportan una información muy valiosa sobre la actitud de los municipios en las distintas etapas del terrorismo”, explica Pérez. También han estudiado todas las sentencias judiciales. “Algunos hechos están narrados por la prensa en el momento de los atentados. Pero después, las sentencias amplían y corrigen informaciones periodísticas erróneas”.
Una derivada de la Ley de Víctimas de Terrorismo
El Centro Memorial surge de la Ley de Víctimas del Terrorismo de 2011, promovida por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, respaldada con un amplio consenso. En 2015 un grupo de historiadores vascos, bajo la dirección del periodista Florencio Domínguez, inició su actividad con el Gobierno del PP. De los años previos a su inauguración resulta especialmente conocido uno de sus nueve informes: el de Gaizka Fernández sobre el atentado en el que falleció la niña Begoña Urroz. Demostró la autoría del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), organización lusoespañola de inspiración castrista, de vida efímera, y descartó la de ETA, sostenida erróneamente en la prensa durante años. También ha publicado diez cuadernos, un cómic y trece libros; ha creado un glosario audiovisual, además de realizar cuatro exposiciones temporales al año como la del atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona y la del 11-M.
El origen de Historia y memoria del terrorismo, dice Pérez, está en las preguntas de Begoña Elorza, madre de Jorge Díaz, el escolta asesinado con Fernando Buesa en febrero de 2000: “¿Quién escribirá la historia? ¿Dejaremos que la hagan quienes mataron a mi hijo?”. Pérez responde: “La memoria es manipulable. La historia del terrorismo hay que escribirla desde la disciplina académica, la metodología. Hay que contar lo que ocurrió, contextualizar y documentar lo sucedido para comprender cómo fue posible, qué ambiente social y político rodeó los crímenes y cómo fue el comportamiento de la sociedad vasca frente al terrorismo”.
El intento de la izquierda abertzale de legitimar el terrorismo de ETA tiene muy difícil recorrido, según el historiador. Pero la idea de un conflicto entre dos bandos enfrentados, de una Euskadi inocente, agredida desde el exterior, como si el terrorismo no fuera propio, tiene calado social y es preocupante, añade.
“En Euskadi no hubo dos bandos. La guerra sucia fue reactiva y muy limitada en el tiempo. ETA y su importante apoyo marcaron la vida política y social. Tampoco fue antifranquista. El 92% de sus asesinatos los cometió muerto Franco. Son hechos”, explica el historiador. Además de la deslegitimación del terrorismo para evitar que se repita, idea que acompaña al relato, está la centralidad de las víctimas. “Hasta ahora se ha incidido más en la historia de ETA que en las víctimas. ETA, además de matar y extender el miedo, pretendía borrar su memoria, deshumanizarlas”, apunta Pérez.
El coordinador del libro constata que hay una demanda de conocimiento sobre el terrorismo. “La novela Patria abrió el melón con una ficción, pero verosímil, centrada en las víctimas que ha tenido mucho calado en España, también en Euskadi. Ha tardado. Sucedió con el Holocausto, que hasta 1978, con una serie televisiva, no se expandió su conocimiento”. Pérez subraya que la existencia de ETA es una “anomalía”. “Una organización terrorista que se mantuvo décadas en una zona próspera, la última en disolverse de Europa”.
Las dudas sobre las violaciones
Uno de los casos más oscuros y controvertidos de los años de plomo fue el de las violaciones y asesinatos en Euskadi atribuidos a tramas ultras y parapoliciales. El historiador Luis Castells cifra en 14 los casos y destaca el de las jóvenes Ane Tere Berrueta y María José Bravo. El caso de Berrueta fue denunciado como una “agresión machista” por la Asamblea de Mujeres de Bizkaia. Pero la revista Punto y Hora, vinculada a la izquierda abertzale, lo atribuyó a tramas ultras y parapoliciales. Contribuyeron a ello otras dos violaciones en Rentería y Pasajes, de las que se sospechaba, sin demasiadas pruebas, que las hubieran cometido policías, señala Castells, así como una pintada amenazante de violación en el domicilio de una trabajadora feminista del diario Egin, firmada por Fuerza Nueva. Pero la violación y asesinato de Berrueta no los reivindicó nadie.
El Batallón Vasco Español sí reivindicó el asesinato de María José Bravo a través de un comunicado remitido al diario Egin por ser “confidente de ETA”, y amenazó con matar a “chicas vascas”. El Gobierno vasco da verosimilitud a esta versión, pero la Audiencia Nacional la rechazó en 2002 al considerar que “no hay datos que permitan concluir que fue un atentado terrorista”.
La conclusión de Castells es demoledora: “La actividad investigadora fue limitadísima, por no decir inexistente, según la sentencia de la Audiencia Nacional. Que ello pudiera ser debido a una cierta complicidad con los autores del trágico suceso o bien resultado de la inoperancia de la policía en aquellos años es una cuestión complicada de dilucidar”.
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