Nuevos documentos apuntalan la propiedad pública de unas estatuas de la catedral de Santiago, en manos de los Franco
Los papeles aportados por dueños anteriores de las figuras de los profetas Isaac y Abraham del taller del Maestro Mateo confirman que fueron vendidas al Ayuntamiento. Los antiguos propietarios tenían intención de recuperarlas tras la muerte del dictador
Los primeros objetos en la lista del inventario de bienes en el interior del Pazo de Meirás son dos estatuas del taller compostelano del Maestro Mateo. Ambas esculturas tienen su propia historia de expoliación. Las figuras de Abraham e Isaac —aunque según otras interpretaciones corresponden a los profetas Ezequiel y Jeremías— que formaban parte del nártex de la catedral de Santiago de Compostela han sido reclamadas judicialmente por el Ayuntamiento compostelano desde 2017. El Consistorio ha perdido en primera y segunda instancia, pero el pleito ha permitido abrir una investigación que revela la turbulenta historia de estas figuras durante la segunda mitad del siglo pasado, desde que fueron compradas por la corporación municipal en 1948 hasta que en 1954 aparecieron por primera vez en posesión del dictador Francisco Franco. Francisco Prado-Vilar, historiador y miembro de la nueva comisión pública creada para recuperar las esculturas, publica nuevos documentos que atan los últimos cabos sueltos de la trayectoria de ambas figuras desde su expolio durante la dictadura.
Los papeles fueron entregados al historiador por Álvaro Puga, el último hijo del conde de Ximonde, a cuya posesión acabaron llegando ambas figuras, que fueron extraídas de la fachada románica cuando esta se desmontó para construir la actual portada barroca de la catedral. Son dos escritos, uno redactado por su padre y otro por hermano, que relatan la historia reciente de las esculturas desde la perspectiva de la familia. El historiador Prado-Vilar la había recreado con una serie de archivos y cartas intercambiadas entre funcionarios públicos encargados de patrimonio, funcionarios que fueron testigos de la compra y posterior “donación sin registro” de las piezas. Estos textos fortalecen, según Prado-Vilar, la hipótesis de la apropiación ilegal de las esculturas por parte del dictador y reafirman la titularidad del Ayuntamiento. Asimismo, revelan la intención de los anteriores dueños de recuperarlas después de la Transición, ya que se había roto el contrato de compraventa con el gobierno local, que contenía una cláusula que prohibía que saliesen del patrimonio de la ciudad.
El primer documento se titula Por qué considero mías las estatuas y es una explicación detallada de todo lo que ha pasado con las seis figuras del taller del Maestro Mateo que el conde de Ximonde heredó, y entre las que se encontraban las dos que vendió al Ayuntamiento. Prado-Vilar asegura que “en otras circunstancias sería muy difícil situarlo [cronológicamente], porque no tiene fecha”. Sin embargo, él fue capaz de datarlo en 1955 gracias a una misiva entre la condesa de Ximonde y Manuel Chamoso, máxima autoridad de patrimonio en Galicia en la época, en la que Chamoso pide a la condesa “un documento en el que se certifique por qué consideran suyas las esculturas”, para concluir la venta de las últimas figuras de la colección.
Este episodio coincide en el tiempo con el traslado de las primeras estatuas a Meirás, según la recreación del investigador. Una carta escrita el mismo año por Xosé Filgueira, director del Museo de Pontevedra, que fue el comprador final de las estatuas que quedaban en posesión de la familia, insinúa que el Ayuntamiento compostelano tenía la intención de enviar las figuras de Isaac y Abraham al palacete de verano del dictador: “Te supongo enterado del destino que piensan dar a las dos figuras del Pórtico que habían adquirido. Creo que estamos justificados a comprar todo lo compostelano que salga”.
El segundo documento es un extracto del manuscrito que recoge la historia familiar, escrita por el primer hijo del Conde, Santiago Puga Carrasco, en 1980. En una nota al margen, sobre un episodio que califica de inconcluso, relata: “La gente sabe cómo desaparecieron [las estatuas] de Santiago, estando ―como muchas otras desapariciones― en las torres de Meirás y por eso el pleito va a ser de ruido, teniendo ya abogado que lo quiere llevar, pero faltándome las escrituras”. La disposición a batallar legalmente para recuperarlas, demuestra, según Prado-Vilar, cuán presente estaba la violación del contrato en la memoria de los descendientes del dueño original de los profetas del Maestro Mateo.
El investigador cuenta que cuando encontró la carta de la condesa de Ximonde a Chamoso, ubicó por primera vez el expediente de compra completo entre los documentos de la Dirección de Bellas Artes en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares. En el informe consta otra carta de justificación, mucho más escueta. Eso le lleva a preguntarse por qué acabó ese texto en el archivo y no el que cuenta toda la historia de las figuras en el pazo de Ximonde. “Una de las razones puede ser que en esa primera explicación detallada se aclara que las estatuas eran parte del patrimonio del Consistorio, y cuando este expediente se crea, ya estaban camino a Meirás. Había interés en ocultar la primera venta” asegura Prado-Vilar.
Para Francisco Prado-Vilar, los nuevos datos que ofrecen los manuscritos son más que una confirmación de su versión de los hechos: “Es interesante conocer toda la historia de las figuras desde la perspectiva de la familia, completa todos los episodios que ya conocíamos y es una evidencia de que había un tratamiento distinto para la familia Franco”, concluye. Ahora, con el Estado como depositario de los bienes del Pazo de Meirás, los profetas Isaac y Abraham pasan a su custodia a pocas semanas del inicio de un nuevo Año Santo como aquel 1954, el último en el que estuvieron en manos del Ayuntamiento.
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