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La ‘ley Celaá’ y el español en Cataluña: ¿cesión política o acuerdo inocuo?

La eliminación del castellano como lengua vehicular en la ley educativa carece de efectos inmediatos pero supone un espaldarazo a las tesis nacionalistas

Los portavoces del PSOE, Adriana Lastra, y ERC, Gabriel Rufián, el pasado enero en el Congreso, durante el debate de investidura de Pedro Sánchez.
Los portavoces del PSOE, Adriana Lastra, y ERC, Gabriel Rufián, el pasado enero en el Congreso, durante el debate de investidura de Pedro Sánchez.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

El castellano va a desaparecer como “lengua vehicular de la enseñanza” en el texto de la nueva ley de Educación. Ese cambio —exigido por ERC, apoyado por Unidas Podemos y aceptado por el PSOE— significa que la ley orgánica ya no dirá, al menos expresamente, que el castellano debe ser una de las lenguas que se usen para impartir las asignaturas en la escuela, algo que la ley sólo recogía desde 2013 y que en estos siete años tampoco ha servido en la práctica para que el castellano sea vehicular en la única comunidad en la que no lo es: Cataluña. La expresión “lengua vehicular” se sustituye por una más genérica: el derecho a “recibir enseñanzas" en castellano. ERC lo reivindica como un triunfo, y Podemos celebra que “blinda el modelo catalán de inmersión lingüística” (donde sólo figura el catalán como vehicular). Pero la cuestión no es tan sencilla, porque, aunque la ley orgánica ya no lo diga, el Tribunal Constitucional y el Supremo sí han dicho reiteradamente que el castellano debe ser vehicular, y esas sentencias —que en Cataluña no se cumplen— siguen ahí.

Lo sucedido esta semana en la comisión de Educación del Congreso, que aprobó la enmienda de ERC, PSOE y Unidas Podemos que ahora será elevada a pleno, viene a dar así otra vuelta de tuerca a una situación que viene de lejos. Y lo hace en un contexto de debilidad parlamentaria del Gobierno, en la que los votos de ERC se han vuelto fundamentales para el Ejecutivo. Ciudadanos ya ha amagado con no apoyar las cuentas si la “enmienda del castellano” se mantiene, y, al igual que PP y Vox, la recurrirá al Constitucional.

La consecuencia práctica de esta enmienda, a corto plazo, es ninguna; sobre las consecuencias a medio o largo plazo, los expertos consultados discrepan.

La negociación: una exigencia de ERC

El proyecto de ley inicial del ministerio de Isabel Celaá mantenía la condición de “lengua vehicular” para el castellano (introducida por el PP en 2013). Incluía también el recordatorio de que el castellano es la “lengua oficial del Estado”. Ha sido ahora, en la negociación parlamentaria y tras la presión de ERC, cuando el ministerio ha renunciado a defender esas dos frases, que desaparecen del proyecto de ley. El portavoz de Unidas Podemos en la comisión, Joan Mena, lo explica: “Le dijimos al PSOE: necesitamos a ERC. Y acordamos que presentaríamos una enmienda conjunta”. Montserrat Bassa, portavoz del partido independentista, confirma: “Para ERC era una condición indiscutible desactivar ese punto de la ley Wert para blindar nuestro modelo de inmersión. Lo advertimos: sin eso, no íbamos a seguir hablando del resto del proyecto. No fue fácil, pero no podemos quejarnos del resultado”. Junts per Catalunya no apoyó la enmienda, por considerarla, aun así, insuficiente.

El párrafo de la ley, una vez enmendado, recoge que “las administraciones educativas” garantizarán el derecho de los alumnos “a recibir enseñanzas en castellano y en las demás lenguas cooficiales”, sin aclarar el alcance de esas “enseñanzas”, es decir, si irán más allá de la propia asignatura de Lengua Castellana.

“Desde 2013 había una inseguridad jurídica: la ley autonómica catalana decía una cosa —solo el catalán es vehicular— y la orgánica decía otra —el castellano también lo es—. A partir de ahora quedará blindado el modelo de inmersión: porque lo dice Cataluña pero también porque lo dice España”, interpreta Mena.

La portavoz del PSOE en la comisión, Luz Martínez Seijo, defiende el cambio de posición de su partido. “Hemos querido buscar una redacción que evite los problemas que trajo la ley de 2013 y recoja el sentir plural”, dice. Ella sostiene que el de la vehicularidad es un “debate ficticio” porque el “objetivo” importante a preservar es que “todos los alumnos adquieran plena competencia en ambas lenguas”; eso, remarca, se ha incluido en la ley, dejando en manos de las autoridades educativas “los instrumentos de control, evaluación y mejora” para garantizarlo. Cuando se le pregunta si el cambio respondió a una exigencia expresa de ERC, la socialista contesta: “No voy a hablar de los detalles de una negociación. Cuando se negocia, no se negocia un artículo sino toda una ley”. Y a la pregunta de qué hacer con la sentencia del Constitucional que obliga a que el castellano sea vehicular, afirma: “Desde que somos Gobierno estamos intentando pacificar en estos conflictos lingüísticos. No miramos hacia el pasado sino hacia el futuro”.

El secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, admite que, aunque el ministerio que dirige Isabel Celaá decidió inicialmente mantener el castellano como lengua vehicular, pronto les llegó “el aviso de que era un tema que generaba polémica”. Y resta importancia al tijeretazo posterior: “Esta cuestión genera muchas pasiones, pero nosotros nos centramos en el aspecto educativo: la garantía de que los alumnos deben terminar la escolarización con pleno dominio de ambas lenguas. Y siempre remitiéndonos a la Constitución”. ¿Cómo lograr ese pleno dominio si las clases son solo en una lengua, y cómo verificarlo? “Habrá que buscar una fórmula de evaluación”.

El contexto: la excepción catalana

El castellano, lengua oficial del Estado, es vehicular en la enseñanza en toda España, en distinto grado según las comunidades, salvo en Cataluña (en el País Vasco hay una opción en euskera, pero es optativa). En Cataluña, la ley autonómica, de 2009, sólo recoge el catalán como vehicular. Una situación que se mantiene desde hace casi tres décadas, cuando se instauró el modelo de inmersión lingüística, apoyado por la mayoría de los partidos catalanes. Eso quiere decir que las asignaturas —Matemáticas, Ciencias Naturales, Historia, Química...— son impartidas en catalán, y solo las clases de Lengua y Literatura Castellana se dan en castellano.

Ninguna ley orgánica (nacional) de Educación dijo nunca expresamente que el castellano debía ser lengua vehicular. Hasta 2013. En ese año, el ministro del PP José Ignacio Wert lo incluyó en su ley, después de que la sentencia del Constitucional de 2010 sobre el Estatut subrayara —aunque no era la primera vez que lo decía— que en Cataluña tanto el catalán como el castellano debían ser vehiculares, y que el Supremo añadiera que correspondía a las autoridades educativas decidir la proporción de cada una. Algo que la Generalitat nunca ha hecho. Esa ley Wert, por tanto, tampoco cambió nada en la práctica. El Govern se limita a esgrimir su ley autonómica, cuyo artículo 11 —el que establece la condición de vehicular del catalán y no del castellano— no ha sido recurrido por nadie y por tanto está en vigor.

Según el Instituto de Estadística de Cataluña, la mayoría de la población catalana tiene el castellano como lengua madre (el 52,7%, frente al 31,5% que tienen como lengua madre el catalán, con datos de julio de 2019). También el castellano es mayoritario en Cataluña como lengua de identificación, la que los encuestados consideran como suya (46,6% frente al 36,3% del catalán), y es la principal lengua habitual (48,6% frente al 36,1%).

Cataluña es el único territorio bilingüe de Europa —a excepción de las Islas Feroe, según varios expertos— en el que sólo una de las dos lenguas oficiales es lengua docente.

Las consecuencias: un mensaje político

¿En qué cambiará la situación actual por el hecho de que la ley orgánica deje de mencionar al castellano como “lengua vehicular”, algo que tampoco hacía hasta 2013? “No creo que cambie mucho. La ley catalana dice lo que dice. Y las sentencias tampoco se pueden ignorar. El marco jurídico de la situación sigue siendo el mismo”, opina Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. “Es un cambio más simbólico que real... Igual que lo fue cuando Wert lo incluyó en su ley”, coincide Alba Nogueira, catedrática de Derecho Administrativo en Santiago de Compostela y defensora de la inmersión. “El Constitucional ha dicho que en Cataluña debe haber dos lenguas vehiculares, no ha dicho que eso no se esté haciendo. Y la ley catalana está en vigor. Los tribunales no pueden obligar a Cataluña a legislar de una determinada manera”.

Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Complutense, experto en políticas educativas y muy crítico con el modelo catalán, discrepa. Él también piensa que el principal efecto de la enmienda es político —"los nacionalistas se sentirán reforzados, mientras que aquellos que piden la covehicularidad en Cataluña reciben el mensaje de que el Gobierno no va a estar de su lado", dice—; pero apunta que las consecuencias podrían ir más allá: “Es cierto que las sentencias que dictan que el castellano debe ser vehicular están ahí y deberían cumplirse, pero el tiempo pasa, y en algún momento este mismo tribunal u otro podría cambiar el paso en su interpretación, y decidir tener en cuenta que la voluntad del legislador ha sido esta, que hubo una opción de apostar por la covehicularidad y se abandonó. ¿Ocurrirá? Imposible saberlo”.

Éxito o fracaso del modelo de inmersión

Los defensores del modelo de inmersión catalán arguyen que los resultados lo avalan, y que los escolares catalanes tienen una comprensión lingüística y un dominio del castellano igual o superior a la media española. El pedagogo Jaume Carbonell, que dirigió durante años la revista Cuadernos de Pedagogía, afirma: “Lo importante, lo que hay que garantizar, es que al término de la escolarización todos los niños dominen ambas lenguas. Y este modelo lo garantiza”. Quienes reivindican un modelo bilingüe replican que ese argumento es una falacia porque en España no hay evaluaciones homologables para todos los territorios.

“Los exámenes de PISA se hacen en catalán. Y la Selectividad, que sí tiene una prueba de castellano, la hace la Generalitat, con lo que su umbral de exigencia es discutible”, dice José Domingo, presidente de Impulso Ciudadano y vocal de la Asociación por una Escuela Bilingüe (AEB). Coincide con él Jorge Calero, catedrático de Economía Aplicada, experto en Economía de la Educación y autor, junto a Álvaro Choi, de un estudio de 2019 que, con datos de PISA, concluía que el modelo de inmersión perjudica a los niños de familias castellanoparlantes. Calero se pregunta cómo puede sostenerse que "milagrosamente" los alumnos obtienen un dominio del castellano similar al del catalán si todas las clases las reciben en catalán.

El sociólogo Mariano Fernández Enguita sostiene que el modelo catalán es una herramienta en manos del nacionalismo, y apunta: “Si el objetivo fuera sólo resultadista, ¿por qué no permitir la enseñanza en casa?”. "Cooficialidad significa covehicularidad. La mal llamada inmersión, que es en realidad sumersión, pretende instaurar la idea de una lengua de culto y otra vulgar". La lingüista Mercè Vilarrubias, que critica “los términos del debate, politizados por parte de todos los partidos”, lamenta que el modelo educativo catalán esté siendo utilizado “al servicio de la idea de ‘una sola lengua”. "Para decir 'vamos a trabajar en las dos lenguas' tienes que sentir que las dos son tuyas", subraya.

SENTENCIAS INCUMPLIDAS

En Cataluña solo el catalán es lengua vehicular en la escuela, en contra de lo que han determinado varias sentencias a lo largo de los años. Son estas:

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