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Una jugada que vale dos legislaturas

El PSOE, Unidas Podemos y Cs están fijando en los Presupuestos el tablero para varios años

La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, llega a la reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa el pasado 2 de septiembre.
La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, llega a la reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa el pasado 2 de septiembre.Andrea Comas
Carlos E. Cué

Inés Arrimadas no daba crédito este miércoles en el Congreso. Pedro Sánchez se lanzaba de forma inesperada contra Ciudadanos (Cs) durante una respuesta a Gabriel Rufián, de ERC, en la sesión de control. “No se han salido de la foto de Colón”, dijo. Arrimadas miró indignada y con los brazos abiertos a Edmundo Bal, su portavoz, sentado al lado. “¿Y esto ahora?”, le decía. Después, Ciudadanos hizo llegar a Sánchez su malestar. La tensión se resolvió, y Cs sigue dispuesto a negociar los Presupuestos con el PSOE. La frase de Sánchez, aparentemente, no estaba del todo calculada. Fue más una reacción en caliente en el debate. Pero abrió todo tipo de especulaciones en el Gobierno.

Todo porque la decisión de sacar los Presupuestos con Cs o con ERC, que públicamente se presenta como algo menor —"es secundario con quién los saquemos, lo importante es sacarlos", dijo Carmen Calvo el domingo pasado en EL PAÍS—, tiene un enorme fondo político, según admiten ministros de distintas sensibilidades.

Se está jugando ahí el futuro de la gobernabilidad no solo de esta legislatura, sino de la siguiente, al menos si el PP sigue tan debilitado como aparenta ahora y no logra reunificar a la derecha, la gran misión que logró José María Aznar en los años noventa y que su pupilo Pablo Casado está muy lejos de conseguir ahora.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tienen muy claro, y lo han dicho en alguna reunión interna del Gobierno, incluidos los retiros en Quintos de Mora, que la gobernabilidad del futuro pasa por el pacto PSOE-Unidas Podemos. Pero los socialistas, ahora que su socio parece debilitado, quieren tener más opciones. Como las tuvo Felipe González en 1993, por ejemplo, cuando podía sumar con IU o con CiU.

El PSOE está muy lejos de esos 159 escaños de González en 1993. Tiene solo 120. Pero, ante los problemas del PP, de nuevo acosado por el fantasma de Gürtel, se está consolidando como el partido central de la política española. No por su posición política, sino porque es el único que puede armar mayorías y jugar a los dos lados del tablero. El PP no tiene ese margen. Y ahí es donde la decisión de sacar los Presupuestos con Cs e incluso dar el salto de hacer con ellos una moción de censura en Madrid y ofrecerles la presidencia de la Comunidad, es una opción de fondo, que supera con mucho la cuestión puntual de lograr aprobar unas cuentas para hacer frente a una grave crisis económica, según admiten varios dirigentes consultados.

El PSOE está en estas horas decidiendo, de ahí la tensión con Unidas Podemos, si apuesta por Cs —y refuerza así a un partido que puede abrirle una nueva vía de gobernabilidad en el futuro— o se queda en la izquierda y obligado a gobernar con Iglesias mientras tenga 20 diputados o más. Estos análisis nunca se plantean en público, pero están encima de la mesa de todas las personas clave que toman la decisión.

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Por eso Iglesias está jugando muy fuerte para alejar la opción Ciudadanos y para atar al PSOE no solo a la izquierda con Unidas Podemos sino al bloque de investidura con ERC y Bildu. Y no es solo una discusión entre el PSOE y la formación de Pablo Iglesias. También la hay en el partido socialista, donde Cs genera muchas suspicacias en varios sectores importantes de la cúpula y de las bases.

Iglesias insiste en tratar de convencer a Sánchez de que los Presupuestos están al alcance de la mano sin Cs. Basta, le dice, con que el PSOE negocie en serio con ERC —que ha hecho llegar el mensaje de fondo de que está dispuesta a hablar— y con todos los demás miembros del bloque de la investidura, ahora con el añadido de los cuatro diputados del PDeCAT, dispuestos también a jugar, e incluso con EH Bildu.

Algunos socialistas están de acuerdo con esta apuesta. “Esos miedos con EH Bildu son solo de la M-30 [carretera de circunvalación de Madrid] para dentro”, señala un dirigente. Otros en el PSOE son mucho más reticentes a este grupo. En Unidas Podemos tienen claro que EH Bildu, con sus cinco diputados, es una opción perfectamente válida. Y señalan que lo que piden, además de cuestiones de política económica fácilmente negociables, es el acercamiento de presos al País Vasco. Y eso, dicen en este grupo, es no solo legal, sino razonable dos años después de la disolución de ETA y 11 desde su último atentado.

En Unidas Podemos lo ven claro. Pero en el PSOE, y sobre todo en el entorno más cercano de Sánchez, el que más influye, prefieren seguir con la “geometría variable” y no cerrarse ninguna puerta. Incluso han metido a última hora en la agenda legislativa una reforma penal que podría modificar el delito de sedición, todo un guiño a ERC. El PSOE juega a todas las bandas convencido de que, llegado el momento final, tendrá varias opciones y eso facilitará mucho cualquier negociación. Es mucho más de lo que tenía hace unos meses, cuando Sánchez fue elegido solo por dos votos.

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