Galicia, cuna y tumba de la nueva política
Los choques entre Unidas Podemos, los nacionalistas de Beiras y las mareas fulminan un espacio político que llegó a segunda fuerza y gobernó tres ciudades
La primera sacudida política del terremoto financiero de 2008 se sintió en Galicia. Entre desahucios, escándalos bancarios, corrupción y el eco rompedor del 15-M, un célebre nacionalista de 76 años que había liderado la oposición a Manuel Fraga a finales del siglo pasado retornó en 2012 como un ciclón al Parlamento gallego. Acababa de abandonar de un portazo el BNG y prometía “cambiarlo todo” con un nuevo partido llamado Anova. Xosé Manuel Beiras recogió el voto de los indignados aliándose con la izquierda estatal de la ahora ministra de Unidas Podemos Yolanda Díaz, entonces líder gallega de Izquierda Unida. Solo ocho años después y en medio de otra crisis económica, el gigante político que nació de aquel éxito y que llegó a hacer temblar al PP de Alberto Núñez Feijóo ha caído fulminado.
La unión de Beiras y Díaz, llamada AGE, obtuvo nueve diputados solo dos meses después de nacer. Fue la inspiración de Podemos y el germen de un espacio que se encumbró como segunda fuerza en Galicia, sentó a seis diputados en el Congreso y gobernó con las mareas municipales A Coruña, Santiago y Ferrol. El 12-J perdió 220.000 votos y se quedó fuera del Parlamento gallego. “Despertar ilusión y confianza en la gente es muy difícil pero cargárselo todo es bien fácil”, resume la escritora Marilar Aleixandre, que tras años alejada de la política activa se implicó en 2015 en la gestación de Compostela Aberta, una de las mareas que unió a militantes de partidos, ciudadanos anónimos y activistas sociales y alcanzó el gobierno de Santiago.
Aleixandre sitúa la causa de la debacle de Galicia en Común-Anova Mareas en que “la gente percibió que se dijo una cosa y se hizo otra”. Atribuye a Podemos “la mayor parte de la responsabilidad” por “intentar desde el principio controlar y tener el mando” de los espacios de unidad popular donde se consideraba “la parte fundamental”, lo que extendió la “decepción y frustración” entre los movimientos sociales que les dieron vida. “Es importante que la sociedad civil tome protagonismo pero para eso tiene que ver que se le hace caso”, advierte.
Las peleas empezaron incluso antes de existir Podemos, cuando tras el éxito de AGE en 2012 una parte de Anova empezó a presionar a Beiras para marcar distancias con la formación estatal de Díaz. El grupo parlamentario se rompió. La irrupción del partido de Pablo Iglesias, que se asoció a Beiras y Díaz para lanzar En Marea en las autonómicas de 2016, multiplicó las tensiones. “A medida que Podemos se fue empoderando en el Estado empezó a actuar en Galicia como en todas partes e, igual que hizo en Euskadi o Valencia, se fue comiendo el espacio soberanista. Utilizó las confluencias para llegar a los puestos y luego las fue laminando y abandonó el discurso plurinacional”, sostiene un exdirigente de Anova que vivió el nacimiento de la unidad popular y que prefiere no identificarse porque ya no milita. A su juicio, el partido de Beiras “no supo parar a Podemos como sí hizo Compromís, quizás porque no se sentía con fuerzas al no haber logrado constituir una base orgánica potente”.
Las pugnas internas se sucedieron sin descanso y dejaron poco tiempo y escasas energías para dotar de estructura orgánica e implantación territorial unos partidos recién nacidos. El grupo parlamentario de En Marea, al igual que el de AGE, acabó partido en dos. Ahora el desplome de la confluencia de Unidas Podemos y Anova ha dado alas al nacionalismo del BNG, que siempre se negó a tejer alianzas electorales con la izquierda estatal. Para el exdirigente de Anova esa es la prueba de que Iglesias se equivocó “despreciando” la importancia que tiene para el electorado gallego el discurso identitario.
La sindicalista coruñesa Isabel Faraldo se unió a Podemos cuando nació y hoy forma parte de la dirección gallega. Niega que la debacle del 12-J demuestre que la pata soberanista de la confluencia tendría que haber tenido más protagonismo porque “el Bloque ha dejado en segundo o tercer plano el discurso soberanista”. “Pensamos que podríamos sacar rendimiento al trabajo de Díaz y [del cabeza de cartel] Antón Gómez-Reino en el Gobierno y en el Congreso, pero el electorado gallego buscó algo más arraigado a la tierra y a nosotros nos falta implantación territorial”, aduce Faraldo. A su juicio, los votantes “palparon que [la coalición] era un matrimonio no muy convencido” y la “sopa de letras” de las siglas tampoco ayudó. La confluencia, añade, “pagó más caras” de lo que imaginaba las peleas en En Marea.
Breogán Riobóo, primer secretario general de Podemos Galicia, duró solo un año en el cargo por un encontronazo con la dirección de Iglesias. Achaca el batacazo a un “error de estrategia” de la formación morada que no supo elegir bien el caladero en el que pescar sus apoyos. Iglesias, esgrime, “pretendió de la mano de Beiras ocupar el espacio nacionalista del BNG” cuando “quien está realmente huérfano es el galleguismo que acaba votando al PSdeG o al PP”. “No se hizo un proyecto autónomo sino subordinado a lo que decía Madrid, no hubo discurso gallego”, critica.
La unidad popular que prometió democratizar su funcionamiento interno y poner fin a los manejos de los partidos tradicionales y a la política como profesión acabó enredada en los viejos repartos de sillones entre afines, recuerdan quienes la vieron crecer. “En la coalición de Podemos con Anova y Esquerda Unida no ha habido nunca cohesión sino un simple reparto de poder”, sostiene Riobóo. Faraldo discrepa: “Esas son cuestiones excesivamente internas que no llegan de lleno al electorado”.
Tanto el primer líder de Podemos en Galicia como Marilar Aleixandre coinciden en que la designación del candidato a la Xunta fue una prueba de que se ha puesto a los partidos por delante del proyecto común. “El mejor candidato era Martiño Noriega [exalcalde de Santiago por Compostela Aberta y miembro de Anova] que tenía experiencia de gestión, pero la preponderancia de Podemos impuso a Gómez-Reino”, afirma Riobóo sobre uno de los colaboradores más cercanos de Iglesias. Gómez-Reino, uno de los fundadores de Marea Atlántica, seguirá en el Congreso de los Diputados tras el batacazo en Galicia porque nunca llegó a dejar su escaño.
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