La generación nacionalista gallega que se cansó de perder
El voto joven impulsa el éxito electoral del BNG, que vuelve a ser la primera fuerza entre los menores de 25 años con un discurso que prioriza las demandas sociales a la autodeterminación
En el despacho de la alcaldesa nacionalista Ánxela Fernández no se ve ninguna bandera. “Yo no soy mucho de esas cosas”, se justifica, aunque por el Orgullo hizo una excepción y colgó de la fachada la enseña LGTBI. La regidora de O Rosal (Pontevedra, 6.200 habitantes), de 28 años, es independiente en un partido que aún se declara independentista. Aunque actúe de otra manera. Fernández representa el giro pragmático del Bloque Nacionalista Galego (BNG), la gran sorpresa de las elecciones autonómicas: el soberanismo ha quedado en un segundo plano frente a la agenda social. El éxito de este domingo, con 19 escaños y un espectacular 24% de los votos, supera al de los noventa, cuando vivió su mejor momento gracias al carisma del veterano Xosé Manuel Beiras. Con Ana Pontón al frente, el Bloque vuelve a ser la primera fuerza entre los jóvenes gallegos, un apoyo que le ha permitido arrebatarle al socialismo la hegemonía de la izquierda. La nueva generación de líderes nacionalistas se ha cansado de perder.
El BNG nació hace cuatro décadas en el frontón coruñés de Riazor y desde entonces se ha dado una y otra vez contra un muro: la sociedad gallega, donde el sentimiento soberanista ha ido oscilando en torno a un 20% en los sondeos de los últimos años. En la comunidad, la ideología pesa menos que la confianza a la hora de votar. “Yo entiendo el nacionalismo de forma inclusiva”, explica la regidora. Tiene claro cuál es su patria, pero se niega a repartir carnés de buenos y malos patriotas. Lo importante es atraerlos.
Fernández representa una nueva hornada de bloqueiros que ya no aspira a que Galicia se parezca al Bloque —lo imposible—, sino a captar lo que quieren los gallegos. Y entre los jóvenes lo está consiguiendo: según la encuesta preelectoral del CIS, vuelve a ser la primera fuerza en este segmento (24% de intención directa de voto entre los menores de 25 años), después de una década de una profunda crisis y el envejecimiento de su electorado, que incluso llegó a poner en riesgo su supervivencia.
El pragmatismo es la divisa ganadora. No todos los que apoyan al BNG se identifican con las ideas de independencia o soberanía, pero sí con un discurso plagado de referencias al feminismo, el medio ambiente y los problemas de los jóvenes, como el empleo o la vivienda. Xosé Manoel Núñez Seixas, de la Universidad de Santiago (USC), no cree que el éxito electoral del Bloque indique una mayor fortaleza de las ideas nacionalistas, ni siquiera un cambio ideológico en este espacio: “El voto joven es volátil y ahora hay un liderazgo más atractivo y una modulación de la imagen. Pero es una nueva vieja guardia”. Pontón tiene 43 años y encabezará la oposición en su quinta legislatura como diputada autonómica.
De la transgresión de los noventa ya no queda nadaXosé Manuel Beiras, líder histórico del nacionalismo gallego
Los de siempre siguen mandando, aunque ahora lo hagan con otras caras y otro talante. La Unión do Povo Galego (UPG), de tendencia marxista-leninista, controla una organización cada vez más homogénea, desde que en 2012 los sectores críticos se marchasen. Aquella crisis se resolvió con una inédita alianza entre una parte del nacionalismo escindido y formaciones estatales como Izquierda Unida o Podemos. Beiras se puso al frente de un nuevo espacio surgido al calor del 15-M que consiguió arrebatarle el electorado joven al Bloque hasta convertirse en la segunda fuerza en Galicia: las llamadas mareas.
Pero el experimento ha sucumbido a las constantes luchas internas, hasta desaparecer del Parlamento autónomo. “Construyeron una caricatura sobre nosotros que resultaron ser ellos”, rememora Pablo Ríos, líder de Galiza Nova, las nuevas generaciones nacionalistas. Y el propio Beiras coincide: “No se desterraron los vicios de la vieja clase política y surgió una nueva casta”.
La sombra de los noventa
Durante el último año, la organización juvenil de BNG ha sumado 200 afiliados y una capacidad de movilización que no se veía desde hace tiempo. “Hay ilusión”, comenta Ríos, aunque muy lejos, puntualiza, de la que despertaba el histórico líder, hoy apartado de la primera línea con un discurso tan exaltado como siempre, pero más pesimista que nunca: “De la transgresión de los noventa ya no queda nada”. En 1993, el 54% del electorado nacionalista tenía menos de 35 años; en 2016, apenas era el 25%. El fenómeno de las mareas arrebató entonces la imagen de frescura a un Bloque anquilosado en el pasado, pero ahora muchos de los que se fueron están de vuelta.
Es el caso de Alexandra Fernández, de 31 años, que abandonó las mareas después de que votasen a favor de los fallidos Presupuestos de 2020 en el Congreso. “Significaban un recorte del 30% para Galicia. Para muchísima gente, eso supuso el fin de la posibilidad de cualquier alianza”, explica, en referencia a la suma de fuerzas entre los escindidos del Bloque y la izquierda española. Hoy uno de los principales muñidores de aquella unión reconoce en privado que se trató de un error, como han demostrado los últimos comicios.
Durante este tiempo, el BNG no se ha movido. Pero sus cargos, sí. La llegada de Pontón a la portavocía nacional en 2016 aportó la frescura que los jóvenes se habían ido a buscar a las mareas, pero también la solvencia que nunca pudieron encontrar: el Bloque ostenta una treintena de alcaldías, gobierna con presidentes socialistas en tres de las cuatro diputaciones y lo hizo en la Xunta entre 2005 y 2009.
El Bloque ha hecho autocrítica, pero no le gana terreno a la derechaJusto Beramendi, historiador
Justo Beramendi, uno de los mayores expertos en la historia del nacionalismo gallego, cree que la experiencia traumática del bipartito estuvo en el origen de la crisis del BNG. Superado el miedo al poder, la nueva generación va a por todas, pero con una dificultad que parece insalvable: “El Bloque ha hecho autocrítica, ha ocultado el soberanismo y vuelve a apostar por las cuestiones sociales. La izquierda, en cambio, no le gana terreno a la derecha. Es un juego de suma cero”, explica el catedrático de la USC. El mayor perjudicado, además de las mareas, es el PSdeG-PSOE: como ocurría con Beiras cuando gobernaba el popular Manuel Fraga, el éxito de Pontón se nutre de votantes socialistas y no ha servido para desbancar al actual mandatario conservador, Alberto Núñez Feijóo.
La cuarta ola del nacionalismo gallego quiere pasar de la teoría a la práctica. Cecilia Fernández, de 22 años, vota al BNG desde que la actual alcaldesa de O Rosal le demostró que la autodeterminación se ejerce trabajando por la gente. “Ana [Pontón] llegará a ser presidenta”, dice convencida. Cada 30 años surge una generación soberanista. La de la República dibujó la autonomía, la de los sesenta luchó contra el franquismo y la de los noventa desafió a Fraga. Todas perdieron. Esta tiene ante sí un reto más práctico: ampliar su electorado. Es la única opción para llegar a ganar algún día.
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