La UPG pondrá rostro al Bloque
El oficialismo se hace con la portavocía nacional y la candidatura a la Xunta El avance de los críticos es insuficiente para imponer un cambio de rumbo
La militancia nacionalista depositó finalmente la llave en el bolsillo de Rafa Villar. Pero cuando el líder del minoritario Movemento Galego ao Socialismo —248 votos, un 10%— alabó “la contribución histórica del compañero Beiras” antes de asegurar que esta “contrasta con los ataques al BNG y la imagen de desafección a la organización” que ha emitido en los últimos tiempos, la suerte quedó echada. Agradeció a Guillerme Vázquez el “respeto al pluralismo” y “el inicio de un cambio que es preciso consolidar” e instó a sus seguidores a apoyar al actual portavoz nacional.
Así, Vázquez se alzó con el triunfo al consolidar, en segunda vuelta, los 2.164 votos del primer asalto. En su discurso de clausura de la XIII Asemblea Nacional del BNG prometió que “no habrá ni vencedores ni vencidos”. Como propósito, parece lógico: el 45% del nacionalismo que expresó su parecer en el mercado compostelano de Amio no refrendó con su voto al actual portavoz nacional.ta, estará el hasta ahora portavoz de la organización en el Congreso Francisco Jorquera. La Unión do Povo Galego (UPG), envuelta en la marca Alternativa pola Unidade (ApU) y con documento político cimentado en la tríada “soberanía, democracia, trabajo”, acapara los dos principales puestos del nacionalismo organizado en el Bloque y se presenta, por primera vez, como el único rostro de un frente construido a partir de muchas y variadas aportaciones ideológicas.
Sobre una escisión, Beiras remitió a la evaluación de su corriente
Del lado de los derrotados fue Xosé Manuel Beiras el que ofreció una primera versión de los acontecimientos. Igual que otro histórico, Camilo Nogueira, manifestaba en los pasillos, Beiras se refirió a una formación partida en dos y a la necesidad de puentes.
La imagen del nacionalismo resulta un espejo de la anterior cita congresual, en mayo de 2009, incluso con un avance de la oposición a la Alternativa pola Unidade. Sobre la hipótesis de la escisión, Beiras no se pronunció —lo había hecho por la mañana para decir que, de seguir “ciertas actitudes” no habría sitio pata los sutos— y remitió a la evaluación del cónclave que realice, en los próximos días, su corriente, el Encontro Irmandiño.
El Bloque ha confirmado que deja atrás el ‘aggiornamento’
Pero entre las bases que acompañaron al pacto entre irmandiños y las facciones agrupadas en torno a Carlos Aymerich bajo Máis Galiza no cundía la misma sensación. No eran uno, ni dos, ni tres, sino más, los afiliados contrarios a la dirección que contaban a quien quisiese escucharlos su intención de abandonar la organización. Todo a la puerta del mercado “Aquí no pintamos nada”. “Mañana tienen un militante menos”. Ni siquiera el ofrecimiento de Jorquera en su mitin de cierre —“le pondré voz a un discurso en el que todos os podáis reconocer”— consoló a muchos de los que afirmaban estar “ante la última oportunidad de corregir el rumbo del BNG”.
El Bloque de 2012 ha confirmado que deja atrás los intentos de aggiornamento de la etapa de Anxo Quintana. Según los textos aprobados, las delegaciones invitadas más aplaudidas —el cónsul cubano y la vicecónsul venezolana, los palestinos de la FPLP, Amaiur o los comunistas portugueses—, y las palabras finales de Jorquera y Vázquez, el giro, por lo menos retórico, a la izquierda continúa. “¡Es el trabajo el que genera riqueza, es el trabajo!”, aclaró, con la voz más quebrada todavía de lo normal, el portavoz nacional que repite en la tarea.
Un 45% no apoya que Guillerme Vázquez repita como portavoz
Ataques a la financiación de la Iglesia católica, al gasto militar o al capital especulativo y a los banqueros trufaron una intervención enmarcada por gritos de “be-ene-gá, be-ene-gá”. Hace ya años que el patriotismo de organización ha sustituido al legendario “Galiza ceibe, poder popular”, acuñado en los días clandestinos, en los mítines y encuentros de los nacionalistas. Tal vez por eso un Xosé Manuel Beiras que se cansó de apelar a la “lealtad política a las clases populares” frente a la conversión del Bloque en “aparato de un Estado que el Bloque no acepta” no acabó de conectar con los afiliados.
La asamblea tuvo mucho de combate entre quienes ensalzaban la propia organización como fin y emitían su discurso únicamente en clave interna o de cierre de filas y quienes consideraban demasiado deterioradas las relaciones internas y a la formación replegada sobre sí misma y ajena al discurrir exterior. “La izquierda que no realiza crítica interna comete un grave error”, había bramado Beiras antes de la segunda vuelta. Un razonamiento que cerró con un descarnado, emocionante a decir de algún asistente, diagnóstico: “La situación del nacionalismo es objetivamente crítica, quiero restablecer la paz interna; si lo compartías, apoyadme para eso; no tengo futuro político, esto es un epílogo”.
Nadie afirma creer en la ruptura, pero nadie evita conjurarla
La incertidumbre de los resultados la había creado la masiva afluencia a la segunda jornada, no el rodillo que la U pasó, por ejemplo, en la aprobación del informe de gestión. Ayer, 4.500 personas se inscribieron para votar —el sábado no pasaron por Amio más de 2.000 militantes— en la mayor asamblea de los 30 años de historia del BNG. Y aún así, pocos participaron en las enmiendas al texto político. Votaron menos de 3.000. Tampoco en una presentación de candidaturas al Consello Nacional que no deparó más novedades que la reiteración de posiciones ya conocidas.
Guillerme Vázquez reclamando “respeto entre compañeros” pero que no recogía ninguno de los guantes lanzados por un Beiras que tiró de memoria histórica y sentimental del nacionalismo. Cuando él, diputado en solitario de un Parlamento que entonces estaba en Fonseca, “recorría 80.000 kilómetros al año para llegar al último rincón del país”. Solo Carlos Aymerich se salió del guión previo y lanzó cabos a diestro y siniestro. Porque la estrategia de la Alternativa pola Unidade consistió en aferrarse a las palabras de orden de los últimos meses y girarse hacia el debate interior. “Somos una alternativa a la podredumbre sistémica”, aseguró Vázquez, y se asió a otro de los estribillos de su corriente: “Somos la casa común del nacionalismo, y vamos a seguir siéndolo después de esta asamblea”. Nadie afirma creer en la posibilidad de una ruptura, ni siquiera de una desbandada en grupo, pero nadie, al mismo tiempo, evita conjurarla. Y que los movimientos existen a la derecha, e implican a cuadros del Bloque y a nombres ahora no activos en la política partidaria, no escapa a los más avisados.
“Cada uno con su ideología, todos coincidimos en algo: que esto no puede seguir así”, comenzó Carlos Aymerich a pedir el apoyo a su candidatura. Tan al margen de toda confrontación que llegó a circular entre militantes estupefactos un rumor de trasacordo, el portavoz parlamentario se centró en un mensaje: “Tenemos que reservar energía para trabajar en la sociedad y resolver muchos falsos debates, como falso es elegir entre si somos gobierno u oposición; si somos una fuerza política, debemos aspirar al poder, pero al poder para hacer una sociedad más justa”.
Con uno de los pocos reconocimientos en voz alta a las alcaldías nacionalistas —sin distinción de corrientes: “Hay que aprender de donde hacemos las cosas bien, de Tomiño, de Carballo, de Teo o Pontevedra”—, acabó con un elogio de su rival “y amigo” Francisco Jorquera. Que fue el que, al final, reunió el favor de la militancia. Y eso que había resuelto su llamamiento a las urnas de esta suerte de primarias con una intervención de baja intensidad y volcada, como casi todos los discursos emanados de ApU, hacia la vida interna. Para los 3.000 resistentes que esperaron al acto de cierre de la Asemblea Nacional, esos que silbaron al representante de la delegación de Convergència i Unió, Jorquera reservó una cita de Diplomáticos de Monte Alto, “tanta pasión no puede ser inútil”, presumió de la “democracia real” del BNG y habló de trabajar “por el pueblo y para el pueblo”. Y alguna cosa más siguió igual: la clausura fue cantar el Himno Galego, unos con puño en alto y otros sin él.
Y ganó Alemania
La lírica futbolística proclama que lo emocionante de ese deporte es que cualquier equipo puede ganar a cualquier otro, y esa creencia es lo que sostiene a los seguidores de los clubes más modestos. Lo de ayer en Amio no era fútbol, aunque la visión de amplísima zona de aparcamiento, abarrotada hasta la valla de entrada y más allá, era la de uno de esos encuentros calificados como “del siglo”. Tanto que una vendedora de rosquillas de hojaldre que volvía de una fiesta, al ver la aglomeración, paró y montó el tenderete en la puerta del edificio.
Unos de los que encontraron sitio (por el método de constituir una fila en medio de un carril) son cinco chavales. Vienen de Ourense, aunque uno nació en Monforte y otro vive en Pontevedra. Tres son de Máis Galiza, uno de Encontro Irmandiño y el quinto de nada, excepto del BNG, y todos trabajan, menos uno que está en paro. “Me gustaría que la mayoría apoyase una propuesta de cambio, y por primera vez en el BNG es posible”, dice Alfonso. Álex comparte tendencia política con su amigo, pero no optimismo: “APU va a tener la mayoría, llevamos diez años refundándonos para acabar en lo de siempre”. Marcos apuesta por el depende: “Por encima de 4.000 asistentes hay posibilidades, pero para lo que debería servir la asamblea es para apostar por la integración y acabar con tres años de desencuentros”. “Aquí se juega más de lo que dicen los cabezas visibles, y es una reflexión importante para ver qué quiere ser el Bloque”, tercia Fran. Pase lo que pase, volverán juntos: “No hay que llevar las cosas al tema personal, aunque no sabemos si todo el mundo hará lo mismo”.
Por el cambio, sea lo que sea, también apuestan señoras mayores y sin palestina. Lourdes, ama de casa, viene de Corcubión a su primera asamblea nacional “a ver si es cierto que hay un cambio”. Emilio López, un veterano, en todos los aspectos (en el político fue diputado en O Hórreo) cree que “la idea es tirar para adelante, una vez que está clara la estructura organizativa y política”.
En relación con la sesión inaugural, ayer había más variedad generacional. Y no solo generacional. “Una cosa que nos sorprendió es la diversidad de pintas. Esperábamos que fuese una gente como muy de izquierdas, pero los hay muy arreglados”, considera Roger que, como su compañera Anna —que porta una caja rotulada Enquisas en la que se van depositando formularios rellenados— es un estudiante de último curso de Ciencias Políticas en la Universitat Autónoma de Barcelona que forma parte de un grupo de investigación de élites políticas en el que también participan la Universidad de Bilbao y la Autónoma de Valencia. Van a todo cuanto congreso hay, y están contentos con la participación de los asistentes a la asamblea del BNG (consideran válidos los resultados si contesta el 25% de los presentes), “ya que hay organizaciones muy herméticas, como IU”.
Un congreso político es un conjunto de flujos de grupos humanos por los pasillos en una dirección, más tarde en la contraria y antes o después en la de la cafetería. De periodistas escuchando las intervenciones a través de las puertas. De foros improvisados e intercambio de cotilleos en los aseos o en los guetos de fumadores. De jefes de filas difundiendo consignas por el móvil. De transmisión viral de rumores y filtraciones interesadas: “La UPG puede darle algunos votos a Aymerich” (rumor) o “la UPG considera que los de Beiras se pueden escindir” (filtración interesada).
La primera votación (al texto político), a media mañana, arroja un apoyo de dos tercios de los 3.000 votantes a la opción “oficial”, la de la APU. A primera hora de la tarde, al inicio de la segunda votación (la de las candidaturas), la impresión es que aquí no pasa como en el fútbol. En la cafetería, el cantante y escritor Leo i Arremecághona saca a colación aquella definición de Gary Lineker: “El fútbol es un juego de 11 contra 11 que siempre ganan los alemanes”. Leo viene de chófer de una afiliada, María Rúa, que no tiene coche y debe volver rápido a atender su negocio. “Si pasa lo que parece que va a pasar, el lunes el Bloque tiene un militante menos”, asegura. Sin embargo, en los comienzos del recuento de votos a las candidaturas, en vez del aserto del exdelantero del Barça, parece más adecuado aquel de su compatriota, el que fue entrenador del Atlético de Madrid Ron Atkinson: “Voy a dar un pronóstico: puede pasar cualquier cosa”. Con los números pendientes de confirmar, las caras de los directamente implicados cambian, los periodistas se animan y se susurran “hay partido” y algunos militantes se acercan a preguntarles si al final va a haber segunda vuelta.
Al final, pasa lo que pasa. Caras de satisfacción relativa y otras de preocupación cauta, y no siempre según la adscripción de perdedores y ganadores. “Llega a entrar y es gol”, que dijo el exmadridista Míchel en una retransmisión. Hubo ovación de gala al veterano jugador que se retira, Beiras. Pero ganó, por los pelos, pero como siempre, Alemania.
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