Tormenta final en el bipartito
Conselleiros del PSdeG intentaron convencer a Touriño para que rompiese el Gobierno a dos meses de las elecciones
Tres años de convivencia más o menos azarosa que devino en guerra abierta tan pronto como se abrieron las plicas del concurso eólico. Entonces, a mediados de diciembre, el bipartito estuvo a punto de saltar por los aires. Faltaban sólo dos meses para las elecciones autonómicas, que formalmente todavía no estaban convocadas. Varios conselleiros socialistas, comandados por el vicesecretario general del partido, Ricardo Varela, y el titular de Medio Ambiente y ahora candidato a liderar el PSdeG, Manuel Vázquez, exigieron a Touriño la destitución del responsable de Industria, el nacionalista Fernando Blanco, y la inmediata convocatoria de elecciones. La maniobra venía avalada desde arriba. Contaba con la aprobación del número dos del PSOE, José Blanco. La secretaria de Organización en Galicia, Mar Barcón, también estaba al tanto.
Cargos socialistas pidieron cesar al titular de Industria por el concurso eólico
José Blanco amagó con irse a Madrid por sus desencuentros con Touriño
En la recta final de la legislatura, socialistas y nacionalistas habían dejado de soportarse en público e intercambiaban dardos diarios a través de la prensa sobre la adjudicación de los molinos de viento. Las presiones empresariales y del PP habían empujado a Touriño a erigirse en garante del mayor concurso público en la historia autonómica. "El responsable último será el Consello de la Xunta que presido, revisaremos el expediente eólico", había anunciado con solemnidad el jefe del Ejecutivo. Su conselleiro de Industria y responsable directo de la adjudicación no se arredró: "Que Touriño revise lo que quiera, yo contento, pero no sé si tiene competencias para hacerlo". La cúpula del PSdeG interpretó esas palabras, en una entrevista publicada por Xornal de Galicia el 29 de diciembre, como la provocación definitiva, un desaire al que no cabía más respuesta que la destitución del conselleiro nacionalista.
La estrategia estaba perfectamente calibrada. El cese derivaría en una monumental bronca interna entre los socios de Gobierno. Se rompería la coalición y los socialistas acudirían a las urnas con un discurso propio que les permitiría tomar distancia del BNG y, sobre todo, de la adjudicación eólica de la que siempre desconfió esa mitad del Gobierno. El concurso había provocado una guerra de La Voz de Galicia contra el recién salido Xornal, propiedad del constructor Jacinto Rey, que optaba a las adjudicaciones y finalmente logró hacerse con 142 megavatios. Touriño y algunas consellerías socialistas habían ordenado incluso un veto informativo al nuevo periódico, con una línea editorial próxima al BNG.
El golpe de mano permitiría, según los planes de Varela, Vázquez y José Blanco, desterrar la imagen del PSOE -muy extendida entre las bases socialistas y el electorado indeciso- como rehén de los nacionalistas. Otra vez más, Touriño dijo no. El presidente desechó las recomendaciones de los dirigentes de su partido. Como en agosto, cuando decidió no adelantar las elecciones contraviniendo el criterio de la dirección federal del PSOE y de destacados dirigentes del PSdeG, el presidente desoyó esas peticiones ante el temor de que la ruptura del Gobierno tuviese más costes que beneficios electorales.
Las relaciones de Touriño con el partido habían sido tensas desde el comienzo de la legislatura. Al poco de tomar posesión el bipartito, el presidente ya tuvo que soportar una tormentosa sesión del comité nacional, máximo órgano del PSdeG entre congresos, en la que le llovieron reproches por la elevada presencia de independientes en la parte socialista del Gobierno. Pero la tensión entre Touriño y el partido, del mismo modo que la disputas en la Xunta con el BNG, se había mantenido solapada durante tres años y medio. Hasta que el episodio del concurso eólico agrandó la herida, y el enfrentamiento se prolongó sin remedio durante casi toda la campaña electoral.
Las dos semanas anteriores al 1-M fueron un sinvivir en la sede central del PSdeG, en la rúa compostelana de O Pino. Como ya había hecho en comicios anteriores, José Blanco se instaló en Santiago con su equipo de comunicación al completo. Los choques sobre la estrategia electoral fueron continuos, sobre todo por las resistencias de los asesores de Touriño a abandonar el planteamiento hiperpresidencialista de la campaña y adoptar un mensaje más agresivo ante la evidencia del crecimiento del PP en las encuestas. El entorno del presidente de la Xunta se resistía, además, a incrementar la presencia de Rodríguez Zapatero, que Blanco consideraba crucial para movilizar a sus votantes más renuentes.
El grado de enfrentamiento fue tal que el vicesecretario general del PSOE, según diversos dirigentes consultados, estuvo a punto de plantar la campaña e irse a Madrid con todo su equipo. Blanco llegó a expulsar de una reunión a uno de los asesores más próximos al ahora presidente en funciones. Con semejante deterioro del clima interno, las direcciones federal y gallega ya habían acordado que, si se salvaba la Xunta, Touriño no podría seguir gozando de la misma autonomía de decisión y debería rendir cuentas ante el partido. El veredicto del 1-M ya no les dio opción.
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