Ir al contenido
_
_
_
_
la imagen
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El grifo del hambre

La gente se reúne para recibir comida del comedor social de Rafah, (Franja de Gaza), 2 de enero de 2025
Juan José Millás

El hambre, como los incendios devastadores, va de dentro afuera, del tuétano a la piel, de ahí que sus primeras manifestaciones sean de carácter fisiológico: sensación de vacío, por ejemplo, en el estómago, que se convierte en un agujero activo, en una especie de rata inversa que roe cruelmente sus paredes. Significa que el aparato digestivo ha comenzado a devorarse a sí mismo. Y se devora a bocados para digerirse con los jugos que recibe del hígado, que tampoco tardará mucho en caer. De inmediato, se produce un descenso de glucosa en la sangre. A lo mejor, los críos de la imagen no tienen ni idea de lo que es la glucosa ni de la cantidad de azúcar que deben recibir las células a través del torrente sanguíneo. No importa: el desconocimiento de la realidad no impide el cumplimiento de sus leyes. Ese descenso podría traducirse, y se traducirá, en mareos, debilidad, fatiga o dolores de cabeza. Ocurre a la vez un aumento exagerado de la salivación, sobre todo si el hambriento se halla cerca de una fuente de alimento. No es raro que el hambre sea también una eficaz productora de frío. Tales trastornos físicos producen cambios emocionales: irritabilidad, dificultades para concentrarse, sensación de pesadez y un profundo malestar semejante al cabreo. Se prioriza, en fin, a cualquier precio, la satisfacción de esa necesidad primaria. De ahí la desesperación de esos críos que el pasado mes de enero, en Rafah, se mataban entre sí por llenar su cuenco o su barreño. Quienes manejan el grifo del hambre para la obtención de réditos políticos son criminales de la peor especie.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_