El Belmond La Residencia, el testimonio de la vida bohemia de escritores, pintores y cineastas
Un hotel lleno de obras de Miró y de otros artistas de Mallorca y con una larga historia de huéspedes ilustres
Un millonario no suele arrepentirse en público de sus decisiones financieras. Pero el magnate británico Richard Branson suele hacerlo, al menos una vez al año, y siempre en el mismo sitio: el hotel Belmond La Residencia. Cada vez que pasa por este rincón de la Tramuntana, Branson suspira y se lamenta: “Nunca os debí haber vendido esto”. La parte afortunada de aquella transacción fue el grupo Belmond, al que, apremiado por la crisis de las aerolíneas tras los atentados del 11 de septiembre, el dueño de Virgin vendió su hotel más querido en 2002. Ahora, los dueños —el grupo Belmond es propiedad de LVMH desde 2019— no tienen ninguna intención de soltarlo.
La Residencia la componen dos casonas señoriales de piedra, Son Moragues y Son Canals, y una atalaya del siglo XIV, se expande sobre 14 hectáreas y está en el mismo centro de Deià, un pueblo tramuntano al noroeste de Mallorca a 30 kilómetros de Palma que desde inicios del siglo XX se convirtió en una especie de Ítaca para gente muy viajada que buscaba luz, si eran pintores, o paz y silencio, si eran escritores.
A la novelista Gertrude Stein se le adjudica el pecado original. Fue ella quien le recomendó a Robert Graves que pasara unos días en la isla: “Es el paraíso… si puedes resistirlo”, debió decirle en algún momento de 1929. Un año después, don Roberto, como le llamaban los locales, llegó por primera vez a Deià: “Buscaba sol, mar, árboles umbrosos… y poca política”, diría años después. Y el pueblo tenía todo eso y mucho más. Robert Graves levantó aquí su hogar, sembró varios olivos, crio cuatro hijos, escribió Yo Claudio, su gran éxito literario, y murió en 1985. Su cuerpo reposa en el singular cementerio de Deià, un camposanto sin cruces, ubicado en lo alto de una colina, con una sola palabra en su lápida: Poeta.
Ca n’Alluny, la casa del escritor, es hoy un museo que conserva los muros de piedra y el verde brillante de las contraventanas. Desde allí, a pocos minutos andando está el hotel Belmond La Residencia, una joya del lujo global de cuyas paredes cuelgan 800 obras de 85 artistas y 33 originales de Joan Miró.
La historia del hotel y de su colección de arte empezó tres años antes de que Richard Branson comprara la propiedad. En 1984 el empresario alemán Axel Ball inició la restauración de las dos casas coloniales. La pareja que formaban los artistas Cecilie y George Sheridan estaban entre su grupo de amigos de Deià, y les propuso colgar toda la obra que tuvieran en casa en las paredes del nuevo hotel. Los Sheridan, establecidos en una casa de piedra del centro del pueblo, eran pintores prolíficos y, además, llevaban varios años comprando obra de artistas de la isla, así que unas paredes de grandes dimensiones para colgar sus lienzos les venían más que bien. “Empezamos por prestarles entre 180 y 200 cuadros de nuestra colección”, recuerda Cecilie. Pero con cada cambio de dueño el hotel fue necesitando más arte, y los préstamos de la familia se fueron multiplicando hasta superar las 800 obras de artistas locales, la mayoría del norte de la isla. Las más vistosas se exhiben en la recepción, encima de la chimenea, en los restaurantes o en los pasillos de La Residencia. De vez en cuando algún huésped quiere llevarse algún cuadro azul mediterráneo a casa, pero no están a la venta, según indican Cecilie y sus hijas, Tara y Amy, que ejercen de cicerones para los que llegan queriendo entender cómo era Deià en los años en que consiguió atrapar tanto talento.
Casi con idéntica pregunta llegamos a la casa de Cecilie Sheridan, la misma donde tuvo lugar aquella primera conversación con Ball. La casa es de piedra recia y tiene varios niveles. Cuenta Cecilie que George la compró casi en ruinas en 1959, ellos se conocieron nadando en la cala de Deià en 1964 y se enamoraron de inmediato. Cecilie recuerda que entonces Deià era “muy tranquilo”. Ahora está cada vez más lleno, y después de la pandemia vive de hype en hype de Instagram. Pero cuando ella llegó solo había tres coches. “Y dos eran taxis”, apunta con sorna. “Todos éramos amigos, nos encontrábamos sin quedar, solo había un restaurante y un bar. En la casa de los Sheridan los cuadros están por todas partes: en las paredes, en las mesas, descolgados encima de las sillas. “Los grandes no los movemos, pero los pequeños sí solemos cambiarlos con frecuencia”, explica Tara, una de las hijas del matrimonio.
Thomas Moons es el actual director del hotel Belmond La Residencia. Llegó a Deià después de pasar por Perú, Myanmar y Laos, y en sus primeros meses se dedicó a conocer a los artistas del pueblo y a pasar muchas horas con Cecilie. Ahora es capaz de escoger, en colaboración con la galería Continua y la Fundació Joan Miró, al artista que disfrutará durante ocho semanas de una residencia para crear una obra en el hotel. La beca en cuestión es muy popular y Thomas se ha tenido que estudiar 348 porfolios de artistas antes de decidir. “He aprendido, mi apreciación del arte ha cambiado y hasta he comprado un par de obras”, dice. Asegura que, aunque en muchos hoteles de lujo se busquen vínculos con el arte, los clientes de La Residencia siguen sorprendiéndose con lo que encuentran en la propiedad. “No esperan tener arte tan cerca, muchos creen que las pinturas del café Miró (33 obras cedidas por la Fundació Joan Miró) son copias. Para ellos lo lógico sería que los originales estuvieran en una caja fuerte”.
Cecilie Sheridan no tiene que hacer cuentas para asegurar que en el hotel hay más obra que en su propia casa, y eso supone tener cierto grado de flexibilidad. “Mi marido lo decía muchas veces: ‘No tenemos nuestra colección en el Museo Guggenheim, sino en un hotel, y eso significa que a veces hay que mover un cuadro para meter una pantalla enorme de televisión”.
Deià no es el refugio bohemio y tranquilo que fue en los años cincuenta. Sigue siendo hermoso, pero ahora es un sitio con las propiedades más caras y deseadas de la isla. Cecilie marca tres puntos de no retorno para el pueblo: la apertura del propio hotel en 1984, la llegada de Michael Douglas y su familia, y la pandemia. Todavía habría que añadir un cuarto: el estreno en 2016 de la serie de la BBC The Night Manager, basada en la novela homónima de John le Carré (en España, El infiltrado), que ha convertido la cala de Deià —la más cercana al hotel— y a su restaurante Ca’s Patró March en materia instagrameable, con sus absurdos tumultos para hacer la misma foto desde idéntico ángulo.
Solo el hotel Belmond La Residencia permanece imperturbable. Es un búnker de privacidad, tiene villas y suites privadas y, se dice, 17 piscinas, aunque solo veamos dos. Aquí no se farda de huéspedes ilustres ni hay hall de la fama, pero un viajero observador encontrará en la recepción una breve carta enmarcada, fechada en el verano de 1996 y escrita con caligrafía estilizada. Una huésped agradece al hotel “el trato y la tranquilidad”. Aquel verano la monarquía británica discutía con los abogados de Diana de Gales los términos de uno de los divorcios más sonados del siglo. Los mejores paparazis del mundo buscaban la foto de una de las partes, pero nunca la consiguieron. La carta está firmada, efectivamente, por Lady Di, que pasó aquellos días difíciles en La Residencia y, por una vez, nadie se enteró.
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