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Espionaje, vientos volubles y alta tecnología: así se prepara la regata más grande del mundo

La Copa América de vela es una competición llena de secretos y hermetismo. Pasamos 48 horas en Barcelona con el Alinghi Red Bull Racing, ganador dos veces de la prueba y candidato a disputarle el título al vigente campeón, Team New Zealand

Copa América de Vela 2024
Los operarios del Alinghi Red Bull Racing preparan el AC75 antes de salir a navegar.Gianfranco Tripodo
Bernat Coll

Si la Copa América fuese una película, sería de espías. La escena ocurre de forma inesperada. La embarcación AC75 del Alinghi Red Bull Racing, uno de los seis equipos participantes en la edición de Barcelona, regresa a su base tras más de cuatro horas de entrenamiento en alta mar. Y pocos minutos después de atracar, dos lanchas aparecen a 50 metros. Son del Team New Zealand (Nueza Zelanda) y del Luna Rossa (Italia), equipos rivales, con dos personas a bordo. Un conductor y un fotógrafo. Esperan pacientemente a que la tripulación suiza desaloje el velero arco y que la grúa lo saque del agua para meterlo en el hangar. No tienen prisa. Buscan información. Imágenes. Los secretos suizos.

Cuando el AC75 se levanta del agua, los fotógrafos se activan. Las cámaras disparan. La grúa traslada el velero y las lanchas se mueven para que los fotógrafos gocen de nuevos ángulos. Más fotos. Nadie parece inquietarse en el equipo suizo. Ni pizca de nerviosismo. “Todos queremos saber los secretos de los otros”, explica con normalidad Rodney Ardern, el director del equipo de navegación helvético. “Así es esta competición”, ríe. La competición de las medias verdades. Tras unos minutos, el AC75 ya está en tierra. Las lanchas dan gas a su motor y desaparecen. Regresan a sus bases para analizar el material obtenido.

El barco del equipo suizo Alinghi Red Bull Racing, uno de los seis que participará en la Copa América de vela de Barcelona este verano.
El barco del equipo suizo Alinghi Red Bull Racing, uno de los seis que participará en la Copa América de vela de Barcelona este verano. Gianfranco Tripodo

Desde que se anunciara a principios de 2022 que Barcelona sería la sede de la mayor competición de vela del mundo -la Louis Vuitton 37th America’s Cup cuyas regatas se celebrarán a partir del 22 de agosto-, los seis equipos participantes se encuentran en plena carrera de ingeniería para construir el barco más rápido y manejable que haya navegado jamás por la costa barcelonesa. “Si tengo que elegir entre el mejor ingeniero o el mejor marinero para empezar un proyecto, elijo al mejor ingeniero, sin duda”, sintetiza Grant Dalton, director ejecutivo de la competición y patrón del Team New Zealand, el defensor del título. El mejor barco puede ganar la considerada competición deportiva más longeva del mundo (la primera edición fecha de 1851) con una tripulación mediocre, pero la mejor tripulación será incapaz de conseguir el título con un barco mediocre. Por esto se conoce popularmente a la Copa América como la fórmula 1 del mar. La tecnología siempre va por delante de las mejores manos.

Los supercomputadores de los diseñadores, matemáticos, físicos e ingenieros que participan en el proyecto son el santo grial de cualquier equipo. Toda opción de victoria pasa por lo que se esconde en sus discos duros. Datos, telemetrías, gráficos, números, simulaciones. Miles de cifras y cálculos permanentes que determinan si los barcos son suficientemente competitivos para ganar. El problema es que nadie puede garantizar resultados porque son incomparables con los de los rivales. Cada equipo guarda sus secretos. Y ahí está la gracia. Las regatas en Barcelona serán el resultado de casi tres años de hermetismo absoluto. Hemos pasado 48 horas en la base del Alinghi Red Bull Racing para descubrir los entresijos de uno de los mejores equipos del siglo XXI. Es junto al Team New Zealand y el Oracle Magic (Estados Unidos) el único conjunto que ha vencido dos veces la competición en el nuevo milenio. Solo hay una condición: el acceso al barco está prohibido cuando esté en el hangar. “Los rivales pueden ver el barco navegando y sacar sus conclusiones, pero no pueden observar detenidamente la parte inferior del casco u otros detalles importantes del AC75″, defienden desde el equipo. Trato hecho.

Florian Trüb, Nils Theuninck, Nico Stahlberg y Franco Noti posan ante la cámara antes de un entrenamiento en alta mar. Son cuatro de los 'cyclors' del equipo suizo.
Florian Trüb, Nils Theuninck, Nico Stahlberg y Franco Noti posan ante la cámara antes de un entrenamiento en alta mar. Son cuatro de los 'cyclors' del equipo suizo.Gianfranco Tripodo

Son las ocho de la mañana. Maxime Bachelin, de 26 años, ojos azules, músculos perfilados, desayuna un yogur con cereales en la cantina del equipo. Es uno de los timoneles. La cocina funciona desde primera hora para el equipo y no cerrará hasta media tarde, cuando la base situada en el Maremágnum baje el telón. Unas 120 personas trabajan en el proyecto y todos se instalaron en la capital catalana en 2022. “En Suiza solo tenemos lagos y decidimos mudarnos aquí para adaptarnos lo antes posible al mar de Barcelona”, defiende Bachelin, que reside en el barrio de Poblenou.

Conocer el terreno antes que el resto de los rivales puede parecer una ventaja. No es lo mismo navegar en Auckland (Nueza Zelanda), Bermudas o San Francisco (Estados Unidos), escenarios de las últimas tres ediciones donde el mar es principalmente plano, que en Barcelona. “El rendimiento de la vela está ligado al viento. Para ir rápido no tienes que ir recto, sino en su dirección. El reto es adivinar en cada momento de dónde viene, anticiparte. Es lo más complicado”, resume Yves Courvoisier, doctor en Matemáticas e ingeniero de desarrollo del barco. “En Barcelona el viento es más inestable, lo que abre las oportunidades de victoria”, detalla.

La tarea de Courvoisier es proponer mejoras continuas al barco en función de las métricas de rendimiento obtenidas y la percepción de los navegantes. Y ambas miradas no siempre van en la misma dirección. “Es como el juego del pimpón. Tienes una idea preconcebida y la ejecutas; pero tras navegar, el equipo aporta su punto de vista y te toca tirar de nuevo”, apunta.

Un grupo de operarios trabaja en la preparación del AC75 del equipo Alinghi Red Bull Racing antes de ponerlo en el agua. El proceso dura unas dos horas y lo más importante es fijar el mástil.
Un grupo de operarios trabaja en la preparación del AC75 del equipo Alinghi Red Bull Racing antes de ponerlo en el agua. El proceso dura unas dos horas y lo más importante es fijar el mástil.Gianfranco Tripodo

Los inicios no fueron sencillos. Tras unos años alejado de la alta competición, el equipo suizo empezó casi desde cero. Por lo más básico. Viento, velocidad, ángulos de navegación. “Los navegantes me decían que lo que yo hacía era un desastre, que el barco no rendía como debía”, recuerda. Poco a poco incorporaron nuevos parámetros. “Primero trabajas en lo esencial de la navegación, después vas estudiando diferentes posiciones de la vela, luego incorporas parámetros más secundarios y al final te preguntas si la respuesta del barco es la correcta o no”, añade. Entender el comportamiento del barco, señala Courvoisier, es lo más importante, más incluso que comprender los vientos de Barcelona. “Y eso lo hemos conseguido. El barco va mucho más rápido que antes”, celebra el matemático, que ha vuelto al trabajo después de tres días libres. “Es el periodo más largo de descanso que he tenido este año. ¡Vuelvo superfresco!”, ríe. El equipo suizo estima que ha necesitado unas 60.000 horas para diseñar y construir su AC75; y la organización entiende que la ejecución continua de simulaciones en superordenadores podría llegar a equivaler a un millón de horas laborables. “Si te unes a un proyecto como este, sabes que solo te puedes dedicar a ello. Tu tiempo libre o el tiempo para tu familia se reduce mucho. Y no es sencillo”, apunta Courvoisier.

Sobre las diez de la mañana, una decena de operarios saca el AC75 del Alinghi del hangar. Empiezan los preparativos para el entrenamiento. Los trabajadores tardarán al menos una hora en fijar el mástil. Una vez en el agua, instalarán las velas. El casco pesa 6,5 toneladas y la altura alcanza los 75 pies (23 metros) obligatorios que dan nombre al modelo de barco de esta edición. El proceso de montaje tarda unas dos horas y se repite cada día.

El diseño del casco y la distribución en cubierta es una de las grandes diferencias entre los equipos. Deben encajarse ocho tripulantes: dos timoneles (conducen el barco), dos trimmers (activan los foils, las aletas sumergibles con forma de ala que levantan el barco por la ley de la física; y las velas) y cuatro cyclors (ciclistas que funcionan como un motor humano y que generan a pedales la potencia necesaria para activar los elementos móviles). El Alinghi Red Bull Racing ha diseñado para estos últimos una posición convencional, similar a la que asume una persona cuando practica bicicleta estática. Nada que ver con la propuesta del American Magic (Estados Unidos), que los sitúa de espaldas al mar, mirando al cielo y con una postura más horizontal. En contraprestación, el casco es notablemente más bajo. “Tenemos calculado que perdemos un 10% de potencia con esta posición de los cyclors, pero lo compensamos por la hidrodinámica que nos ofrece un casco más estrecho”, explica Juan Luis Wood, miembro del equipo norteamericano.

Cada equipo tiene su receta mágica, pero nadie se atreve a asegurar cuál es la ganadora. Todos esconden las mejores cartas. Aún es recordada la jugarreta semántica que realizó en 2017 el Team New Zealand para ganar potencia en alta mar. La normativa obligaba a los tripulantes a activar “manualmente” los mecanismos del barco. Pero como todos utilizaban manos, codos y pies para ir más rápido, el equipo neozelandés pidió cambiar el concepto “manual” por “humano”. De este modo se garantizaba una actividad 100% normativa. Lo que no sabían los rivales es que los neozelandeses habían estado trabajando secretamente en un proyecto para sustituir los tradicionales grinders (generaban la potencia moviendo manualmente unas manivelas) por los actuales cyclors, capaces de generar casi el doble de vatios con las piernas, y querían que el reglamento los amparara. El equipo neozelandés arrasó en la Match-Race final de aquella edición (venció uno a siete).

La tradición establece que el equipo ganador organiza la siguiente edición. Como campeones de 2021, el Team New Zealand está a cargo del evento de Barcelona. Su posición les da derecho a redactar las normas de la competición (la propia sede, el tipo de velero y el número de navegantes que compiten, por ejemplo) y el formato de las regatas. Cada edición puede cambiar y el defensor siempre tiene ventaja. Tanta, que incluso disputa únicamente el Match, la carrera definitiva que se celebra a partir del 12 de octubre y que determina el campeón de la Copa América tras ganar siete regatas. Su rival en esta última prueba saldrá de una competición previa (la Louis Vuitton Cup) que disputarán los cinco equipos restantes (el Orient Express francés, el Ineos británico y el resto ya mencionados) entre el 29 de agosto y el 5 de octubre. La organización prevé picos de 100.000 visitantes diarios en Barcelona en el tramo final, lo que pondrá a prueba de nuevo la sensible relación de la ciudad con el turismo de masas.

El Alinghi Red Bull Racing vuela por encima de la superficie del mar.
El Alinghi Red Bull Racing vuela por encima de la superficie del mar.Gianfranco Tripodo

Bachelin sale del vestuario preparado para zarpar. Casco, gafas, sistema de comunicación, chaleco salvavidas, oxígeno, camiseta larga para evitar la radiación solar. Está listo.

—¿Y este cuchillo?

—¿Cómo crees que podré escapar si el barco vuelca y quedo atrapado en una cuerda? —responde.

El mar no perdona. El regatista Andrew Simpson murió en 2013 en un accidente mientras entrenaba para la Copa América de aquel año. Quedó atrapado bajo el barco.

Los tripulantes deben realizar un curso de supervivencia para saber reaccionar en caso de volcar. “Te sumergen en el agua y no te dejan salir para que vivas una situación de mucha tensión”, señala Bachelin. Tienen que cruzar el barco por debajo del agua y resolver escenas de vida o muerte. “Es donde pasas más miedo, ¡es muy desagradable! Te dicen que lo más importante es mantener la calma, pero es lo primero que pierdes. En condiciones normales puedo aguantar dos minutos bajo el agua sin respirar, pero en situaciones de estrés no superaría ni los 30 segundos”, confiesa.

El AC75 empieza a navegar. Le siguen tres lanchas para recoger datos de rendimiento en directo y mantenerse en contacto con la tripulación. Los pasajeros de las tradicionales golondrinas o de los lujosos yates saludan cuando se cruzan con el velero. Probablemente desconocen que están frente a campeones del mundo de remo, medallistas olímpicos de vela, campeones nacionales de atletismo e incluso un integrante del mítico conjunto de Oxford de remo. Algunos han renunciado incluso a los Juegos Olímpicos para formar parte del equipo.

El espectáculo empieza cuando el AC75 deja el muelle atrás. Es la una de la tarde y el viento infla las velas. Toma velocidad y, a los pocos segundos, el velero vuela. No por conocida (los foils se introdujeron en la competición en 2013), la imagen pierde valor. Parece magia. Únicamente el timón y uno de los foils mantienen contacto con el agua y habilitan la estabilidad del barco. El resto del casco se mantiene por encima de la superficie.

Un tripulante fija las cuerdas del AC75, el velero del equipo suizo Alinghi.
Un tripulante fija las cuerdas del AC75, el velero del equipo suizo Alinghi.Gianfranco Tripodo

Los foils utilizan los mismos principios físicos que unas alas de avión para levantar el barco. Cuando cambian la inclinación estando sumergidos, logran que el agua fluya por encima de la aleta más rápido que por debajo. La presión en la parte superior es menor que en la parte inferior y el barco se eleva. El casco no toca la superficie, y al tener únicamente dos puntos de fricción con el mar, la velocidad es mucho mayor. El American Magic estableció en 2021 un récord de 98 kilómetros por hora con su AC75 y la organización prevé que la cifra aumente en Barcelona por las mejoras tecnológicas. “La clave para ganar es anticiparte a los rivales y condicionarlos con tu rumbo”, señala Bachelin.

Lo más incómodo es hundir la proa en el agua. El barco frena de golpe. Ocurre cuando crece el oleaje y los foils sumergidos pierden contacto con el agua al sobresalir. Sin punto de apoyo, el casco necesita reposar sobre la superficie y el velero cae. Es en este momento cuando Nils Theuninck, uno de los cyclors, maldice en voz baja. A sus 27 años, a veces cuesta empatizar con los fallos ajenos. “No siempre es fácil perdonar los errores de los compañeros porque quien paga el precio somos nosotros, los cyclors. Tenemos que pedalear fuerte de nuevo y acumulas mucha fatiga”, reflexiona este atleta de muslos superdotados. De su capacidad para generar vatios depende que se recupere la velocidad. “Al principio me costaba más aceptar que alguien se equivocara, pero con el tiempo aprendes que no puedes controlarlo todo”.

El Alinghi Red Bull Racing navega cerca del American Magic y luego también pasa por delante del Luna Rossa italiano. Todos buscan optimizar su rendimiento a pocos días del inicio de la prueba, aunque deben hacerlo a mucha distancia. La normativa prohibía hasta hace poco más de un mes a los equipos entrenar juntos para comparar prestaciones o realizar carreras uno al lado del otro. “La primera vez que sabes si has hecho tu trabajo bien es cuando comienza la competición”, asume Bachelin. “Trabajas tres años sin compararte con nadie y siempre peleas contigo mismo. La incertidumbre de comprobar tu nivel real es lo más difícil de gestionar”, se suma el matemático Courvoisier.

La preparación del AC75 antes de salir a navegar.
La preparación del AC75 antes de salir a navegar. Gianfranco Tripodo

Tras dos horas de navegación, el conjunto suizo cambia sus piezas. Llega una lancha con cuatro cyclors frescos que sustituyen a los que ya han dado todo de sí. Es hora de volver a la base para el primer grupo. Alimentarse, beber y recuperar unos músculos que deben aguantar una regata entera. ¿Cuántos vatios mueve un cyclor? “Muchos”, responde Theuninck, sin dar más detalles. ¿Más de 1.000 en el pico de esfuerzo? El cyclor sonríe pícaro. ¿Llegas a 2.000? “Me temo que no”, admite. El joven explica que dar una cifra exacta daría pistas a los rivales y señala que el objetivo de los cyclors es aguantar los 20 o 25 minutos que dura una regata con un rendimiento óptimo. “Nuestro esfuerzo en el agua fluctúa mucho, no es constante como sería una contrarreloj ciclista. Asumimos picos de alta intensidad, aunque sin llegar al máximo como haría un esprínter en el Tour”.

El barco vuelve a la base y aparecen los barcos espía. Todos los equipos buscan descubrir un diseño, un detalle, lo que sea, para conocer mejor al contrincante. Pero la forma de recabar la información ha cambiado. La organización ejecutó hasta junio el programa Recon, un formato de reconocimiento común en el que cada equipo tenía asignada una lancha que tomaba imágenes de su AC75 en el mar y que, posteriormente, se compartían con el resto de los conjuntos junto a un informe. Así se evitaban las habituales y arriesgadas persecuciones en alta mar entre veleros y lanchas rivales; encontrar buzos husmeando los cascos en el mar; o fotógrafos infiltrados y escondidos en una base, como había ocurrido en anteriores ediciones. “Lo que realmente deseo ver es lo que hay dentro de los ordenadores de los rivales y conocer los sistemas electrónicos del barco”, resume Ardern, el director del equipo de navegación.

Por la tarde, Bachelin se reúne con Andrea Emone, la analista de datos, y ponen en común el rendimiento del día en una sala de la base. “Sentí que el barco no era del todo estable”, comparte el joven. La voz del timonel representa la voz del equipo e ilustra la comunión de los tripulantes con el AC75. Emone observa un ordenador que preside la mesa. “No parece que haya ningún problema”, responde con los ojos clavados en la pantalla. “La inestabilidad parece producto de la meteorología”, añade. Buena señal.

—¿Creéis realmente que podéis ganar?

—La convicción de ganar viene de saber que lo que has hecho hasta ahora es lo correcto Y lo hemos hecho muy bien. Si sales a competir con dudas, no ganarás —reivindica Theuninck.

A Ardern se le encienden los ojos: “No hay absolutamente nadie en este equipo que haya dedicado tres años de su vida, con las renuncias personales y familiares que implica, que no crea que podemos ganar, te lo aseguro”, responde con la voz firme. Empieza la Copa América de vela de Barcelona. A navegar. Y a volar.


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Sobre la firma

Bernat Coll
Periodista centrado actualmente en la información sanitaria. Trabaja en la delegación de Catalunya, donde inició su carrera en la sección de Deportes. Colabora en las transmisiones deportivas de Catalunya Ràdio y es profesor del Máster de Periodismo Deportivo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
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