El resurgir del turismo
Tras dos años perdidos por la pandemia, las ganas de viajar van a pesar estas vacaciones más que las nuevas olas de la covid, la preocupación por Ucrania, la inflación o la escalada de la energía
Este va a ser el verano de la resurrección turística. Algo que repiten como un mantra todas las fuentes del sector y que los españoles se han tomado en serio: el 89% tiene planeado retomar el viaje que dejó pendiente por la pandemia, a pesar de que van a ser más caras, un 24% más que el año pasado. La duda está en el futuro de la industria.
Ilusión gana a precios altos
— El 89% de los españoles tiene planeado retomar el viaje que la pandemia dejó pendiente; quienes no han perdido el empleo guardan, además, ahorros que piensan emplear. Lo harán aumentando su presupuesto, porque estas vacaciones van a ser más caras, un 24% más que las de 2021 y un 56% más que las de 2020 (según Rastreator), y los hoteleros ya han avisado de que repercutirán en sus precios el incremento de entre el 20% y el 30% de sus costes. De ello se deduce que, al menos por este año, la ilusión de volver a hacer las maletas gana a la preocupación por la inflación. Queda por ver qué pasará después de este verano si no de récord (los 83 millones de turistas de 2019 van a ser difíciles de alcanzar), sí de recuperación, y en qué condiciones llegará la euforia a 2023 si los precios siguen escalando.
Lo rural mantiene el tirón
— Durante la pandemia, la España rural ofreció a los viajeros lo que andaban buscando: aire libre, sin masificaciones, en la naturaleza, con casas y hoteles pequeños, con encanto. Es más que probable que esos alojamientos superen el 52% de ocupación media de 2019 (según datos de EscapadaRural), a pesar de que sus precios son un 22% más caros.
— Este escenario verde, con epicentro en la cornisa cantábrica (que aúna playa y naturaleza) y una actividad al alza en Aragón (con Ordesa), el interior de Andalucía, las dos Castillas o Extremadura, ha avanzado en cuestiones clave para el futuro del turismo como la sostenibilidad o el ecoturismo, de los que se habla mucho pero se hace poco. Un modelo que puede ser clave para la diversificación de la oferta; la ruptura de la estacionalidad (que es uno de los grandes retos del sector en España), la innovación o el turismo de experiencias.
Aquí no ha pasado nada: internacional + sol y playa
— El turismo español vuelve a caminar sobre todas sus patas después de que la pandemia dañara su columna vertebral. Habrá que esperar un poco más para saludar a asiáticos o americanos, pero este verano los europeos, encabezados por alemanes y británicos, regresan en masa. Ya en abril, España había recuperado el 85% de los turistas internacionales y el gasto total rozaba el nivel prepandemia. Aterrizarán en las grandes ciudades, Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, para disfrutar de la cultura y la gastronomía, y en la costa, para tostarse en la tumbona.
— En los arenales de Baleares, Canarias o el Levante peninsular, los bañistas extranjeros se van a encontrar con locales dispuestos a echar el resto este verano: un 60% de los españoles que ha elegido ya destino se ha decantado por uno nacional, y un 41% de ellos lo ha hecho por uno de sol y playa (según el Observatorio Nacional del Turismo Emisor); un 18% dice que viajará al extranjero (sobre todo a Europa), y un 22%, que combinará escapadas dentro y fuera de las fronteras.
La incertidumbre modifica los hábitos
— Antes de la crisis sanitaria, las agencias incentivaban las reservas anticipadas con descuentos (los cruceros son un buen ejemplo). Los turistas, sobre todo internacionales (y cada vez más nacionales), contrataban con la convicción de que después tomarían su barco o su avión. La pandemia ha acabado con esa inocencia y los viajeros, además de informarse más y mejor que nunca (internet manda a la hora de planificar y de contratar directamente, prescindiendo de intermediarios), blindan sus escapadas frente a eventualidades.
— ¿Cómo? Pues reservando cada vez más tarde (a ver si de paso cae algún chollo), y en alojamientos y medios de transporte que ofrezcan fórmulas para cancelar con poco o ningún coste. Si las políticas de flexibilidad de hoteles y aerolíneas fueron clave durante la pandemia para animar a un público asustado, ahora se perfilan como elemento diferenciador, y son una de las primeras cosas que miran sus potenciales clientes, que ya no tienen miedo pero sí son precavidos. También aumenta la contratación del seguro de viaje, principalmente de cancelación, lo que resulta significativo en una población reacia a este tipo de productos.
La incertidumbre modifica los hábitos
— Esta pandemia nos va a ayudar a reflexionar, a modernizar y a hacer cambios estructurales en el modelo para liberarlo, por fin, de su excesiva dependencia del sol y playa, se decía. Pero no se ha hecho mucho. Eso sí, los grandes grupos turísticos han invertido en digitalización y han intentado atraer clientes con mayor poder adquisitivo y más respeto y compromiso con el entorno; pero no olvidemos que buena parte del ecosistema de alojamientos está formado por hoteles y cadenas pequeñas y medianas, con más dificultades a la hora de hacer progresos. La oferta de unas y otras es la misma: sol y playa. A ello se suma que los destinos playeros tampoco han experimentado grandes transformaciones. Y que traer a los turistas internacionales a paladas en aerolíneas de bajo coste conlleva una huella ecológica difícilmente asumible en un contexto de descarbonización.
— El sector sigue dando vueltas a los mismos temas estructurales que acarrea desde hace años como un hámster en la rueda de su jaula, pero ahora con la vista puesta en la oportunidad que supondrán los fondos de recuperación europeos. El tiempo dirá si, tras dos crisis, a la tercera va por fin la vencida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.