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Lviv (Ucrania): Nuestro amigo en Lviv

Eugene Bereznitsky, catalizador del arte contemporáneo ucranio y ángel de la guarda.

Una anciana cruza el río con ayuda, mientras los civiles huyen de Irpin, el 8 de marzo.
Una anciana cruza el río con ayuda, mientras los civiles huyen de Irpin, el 8 de marzo. Lynsey Addario (Getty Images)
Cristian Segura

Hay muchas señales que indican que un país se halla en guerra: una de ellas son los cajeros automáticos. Cuando dos de cada tres oficinas bancarias no tienen billetes para expedir, quiere decir que la población tiene urgencia por llevar consigo dinero en metálico. La incertidumbre se paga en efectivo. Fue en la cola de un cajero automático de Lviv donde conocimos a Eugene Bereznitsky, nuestro ángel de la guarda en Ucrania.

Otra señal de que un Estado está siendo asediado por una potencia invasora es que el éxodo de los que huyen de las bombas une a todas las clases sociales. En Ucrania, además, sean ricos o pobres, los hombres de entre 18 y 60 años no pueden salir del país, están movilizados para servir al Ejército si este los necesita. Eugene Bereznitsky, de 43 años, consideró que su servicio a la comunidad, mientras no fuera llamado a filas, era ayudar a dos periodistas españoles. Él y su madre, Ludmila Bereznitsky, encabezan una de las familias más importantes del arte contemporáneo en Ucrania. Con una colección de un millar de obras, su fundación es un referente cultural de Kiev. También están detrás de las dos principales ferias de arte de la capital.

Eugene Bereznitsky, galerista que ha tenido que huir de Kiev, donde trabajaba, retratado en Lviv.
Eugene Bereznitsky, galerista que ha tenido que huir de Kiev, donde trabajaba, retratado en Lviv.Jaime Villanueva

La diáspora de Kiev se ha refugiado en Lviv, la capital de la retaguardia. Pasear con Eugene por esta urbe de 750.000 habitantes permite conocer cada día a algún representante de la más destacada sociedad civil ucrania. Quedar un día con él para tomar un bortsch en el histórico Café Vienés supone saludar en una y otra mesa a artistas de prestigio nacional. A la jornada siguiente, en el pequeño comedor de la escuela número 37 de Lviv, habilitada para acoger a refugiados, Eugene compartía una sopa de verduras y unas albóndigas con alforfón. Nos abrió las puertas hasta la cocina de la escuela para entrevistar a su cocinera.

“Eugene conoce a las cien personas que hay que conocer en Kiev”, nos dijo su buen amigo Serguéi durante la sesión de fotografías para El País Semanal. Son muchos los ejemplos de ello: un personaje conocido de la intelectualidad ucrania no atendía a nuestra solicitud de entrevista; fue mencionar a Bereznitsky y su respuesta llegó enseguida. En otra ocasión, en la avenida que desemboca en la estación central de Lviv, un equipo de televisión francés nos abordó, desesperados, preguntando si habíamos visto a un convoy de su Embajada que salía hacia la frontera con Polonia. Eugene echó un vistazo entre la muchedumbre y con su característica parsimonia dijo: “Mirad, ese es el embajador de Francia”. Se acercó a él, se saludaron como los viejos conocidos que son y el equipo de televisión pudo irse con la comitiva francesa.

Hay una segunda parte de aquel día en la estación: las lágrimas que Eugene vertió cuando nos traducía los testimonios de niños que esperaban a tomar un tren. Se derrumbó cuando Stanislava, de ocho años, nos contó que lo que más echaría de menos de su cotidianidad en Kiev es la escuela. La niña añadió, para consolarse, que por lo menos pudo llevarse a su gato. “A veces tus defensas caen con las palabras más sencillas”, explicó Eugene para justificar una reacción humana que no necesita justificación, la de un galerista que el azar y un cajero automático sin billetes trajo a la vida de dos periodistas del otro lado del mismo continente, Europa.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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