Tres jóvenes al rescate de la arquitectura rural española
Los arquitectos Alberto Sánchez, Ismael Pizarro y Guillermo Bosque rehabilitan viejas casonas en Used, Zaragoza, una de las zonas más despobladas del país.
Tres jóvenes arquitectos han elegido una de las zonas más despobladas de España, el pueblo zaragozano de Used, junto a la laguna de Gallocanta, para reivindicar la arquitectura rural española. Estudian su morfología, recuperan sus oficios y hasta restauran sus casas con sus propias manos. Todo empezó en La obra, un palacio sin concluir que Alberto Sánchez, natural del lugar, eligió como trabajo para graduarse en Arquitectura en Madrid. La obra es el vestigio varado del relevante pasado del pueblo, por el que hasta el siglo XIX discurría el Camino Real y en el que Used marcaba la frontera aragonesa. Esas coordenadas dejaron una rica arquitectura, víctima hoy de la despoblación que asola la zona.
Contra ella se conjuró Alberto Sánchez. A la vez que su trabajo académico le proporcionaba una beca Fulbright con la que realizó el máster en Conservación del Patrimonio de la Universidad de Columbia, adquiría en 2017 la casa solariega de los Ibáñez de Bernabé, e iniciaba su estudio y restauración. Y mientras avanzaba en su doctorado y daba clase en Berkeley, se propuso divulgar su experiencia en su cuenta de Instagram @casadepueblo.
A través de esa red, otro joven arquitecto, Ismael Pizarro, supo de una casa en venta en Used, que adquirió en 2019 y que ahora ha empezado a recuperar y recrecer con otra edificación anexa. Todo lo comparte en @paisajeencontrado. Y en la primavera de 2021 Guillermo Bosque compraba otra casa de gran carácter arquitectónico, @la_lazara, en la que, a diferencia de los anteriores, sí puede alojarse.
No se conocían, pero a los tres les une esa vocación por recuperar la arquitectura tradicional española y divulgar su experiencia para estimular el respeto y la defensa de un patrimonio esencial de España. Lo hacen sin prisas, reivindicando los oficios y los materiales tradicionales. Su apuesta, desde un pueblo de apenas 300 habitantes, es una oportunidad para la zona, una de las más despobladas de Europa. Un pequeño milagro para una comarca, la de Daroca, que sumaba 60.000 habitantes en su época de esplendor; 21.000 en la primera mitad del siglo XX y hoy apenas tiene 5.500.
Sánchez vive entre Used y Estados Unidos. Su casa ocupa un lugar privilegiado del Camino Real, con la laguna de Gallocanta en el horizonte; tiene 1.100 metros cuadrados y una tarea por delante de unos 25 años. Pretende rehabilitar el edificio y sus enseres, como muebles, libros, ropas, vajillas… Una auténtica “cápsula del tiempo” detenida en 1965, cuando la anterior propietaria se marchó a Zaragoza. Lo atestiguan el calendario de la cocina o los botes que quedaron en la despensa.
Empezó por apear la estructura y ha continuado con el rescate del valioso archivo hallado en baúles: 468 documentos, de los siglos XVI al XIX, que ha digitalizado durante la pandemia y dan cuenta de la actividad de sus antiguos moradores —notarios o médicos— y de hechos vinculados a la Corona o la guerra de la Independencia. También ha llevado a restaurar a la Escuela de Madrid dos de los lienzos que halló arrumbados en los graneros. “La rehabilitación es también un ejercicio para conocer esta arquitectura, muy poco estudiada, y los usos que acogía, hoy desaparecidos”, explica Sánchez.
No sabe cuándo podrá instalarse, pero disfruta del aprendizaje y de haber despertado el interés por Used, donde la condición de frontera y los servicios asociados —administración, hospedaje o comercio— favorecieron una arquitectura mucho más rica que en localidades vecinas. La obra, de trazas escurialenses, pudo ser una edificación para la guardia del Reino de Aragón, que quedaría sin sentido tras la unificación de los reinos.
Muy cerca está La Lázara, donde sí vive Guillermo Bosque, arquitecto de la Escuela de Barcelona. “Aquí no había enseres, así que estoy concentrado en la rehabilitación de la casa, que ya existía en el siglo XVI, como atestiguan los documentos hallados en el bajo fondo de un armario”. Bosque no quiere confesar cuánto pagó. “Me ha costado menos que un coche”, reconoce. Sus tres plantas suman unos 1.000 metros cuadrados. La parte trasera se abre con un solanar tradicional, en el que ya puede teletrabajar. “Acabé la carrera en el peor momento de la crisis y me tuve que ir a China. Ahora ejerzo entre Barcelona y Zaragoza, pero quiero estar más aquí”, explica. “La pandemia nos ha cambiado la manera de ver la vida y este entorno es un privilegio. Hemos encontrado gente con las mismas inquietudes y tenemos algún encargo”.
A la vez que recuperan sus casas, Sánchez y Bosque han creado la Asociación Fuset (antiguo nombre de Used) por el Patrimonio Rural, @asociacionfuset, para la defensa del patrimonio rural. Van a organizar talleres para recuperar trabajos perdidos, como el empedrado o la cal. “Son casas hechas de materiales elásticos y permeables, y como tales hay que tratarlos. El hormigón y sus derivados les son incompatibles”, explica Bosque.
De perfil diferente son las casas de Ismael Pizarro. Este paisajista y arquitecto por la Politécnica de Valencia vive de alquiler en el pueblo. “Trabajaba en Patrimonio Nacional y quería aplicar mis conocimientos en un edificio propio. Queremos tener nuestra vivienda y un estudio de arquitectura y paisajismo para acoger a jóvenes becados. La salida de las ciudades a entornos naturales es un fenómeno imparable; una necesidad”. Pizarro ha creado la Asociación Amelanchier (@amelanchier.asociacion) para promover y divulgar la defensa del paisaje y las plantas autóctonas, como la rosácea, de la que toma el nombre.
Y así es como en la pequeña comunidad de Used, deseosa de nuevos vecinos, despierta una arquitectura tan valiosa como deteriorada.
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