Teruel: la rebelión de la España vacía
Son pocos, pero se les escucha cada vez más alto y claro. Y ahora tienen además a un representante en el Congreso de los Diputados. Recorremos una tierra llena de historias de ingenio, pasión y éxito.
LA COLUMNA DE humo blanco de la central térmica de Andorra, el tercer municipio más poblado de Teruel, se puede distinguir a más de 30 kilómetros de distancia. Omnipresente en un paisaje rocoso y de secano, la chimenea de 343 metros de altura rompe la monotonía del cielo y señala el epicentro de la industria del carbón en la provincia. Endesa cerrará la central en 2020 y con ella dará carpetazo a un siglo y medio de minería en la región bajo el impulso descarbonizador dictado a nivel europeo. Con la central también se esfumarán los mejores años de la vida de Jaime Valero, andorrano de 38 años, 15 de ellos empleado en la térmica. Valero está en el paro desde el verano y admite, con la voz rota, echar de menos un trabajo que antes tuvieron su padre y sus abuelos: “En la planta me sentía realizado; será difícil conseguir algo tan bueno, pero lo tengo que intentar”.
Con la central térmica de Andorra desaparecerá un negocio que genera el 9% del PIB de la provincia, aseguran en Teruel Existe. Este movimiento ciudadano protagonizó una de las sorpresas de las pasadas elecciones generales: tras 20 años de activismo, saltó a la política y ganó los comicios en la provincia, accediendo al Congreso con un diputado. La rabia que expresan los representantes de Teruel Existe se centra en una histórica demanda por la mejora de las infraestructuras y los servicios en el mundo rural. Manuel Gimeno, portavoz de la formación, esgrime alarmado las previsiones de evolución de la población del Instituto Nacional de Estadística (INE) para 2033: mientras que el conjunto de España ganará un 5% en habitantes, la provincia aragonesa los perderá en un 8,5%; la población de Teruel entre 25 y 49 años de edad se reducirá en un 23% hasta 2033, mientras que la horquilla entre los 65 y los 84 años aumentará un 22%. “Hay que actuar ya porque en 50 años quizá ya no habrá gente en Teruel y habrán muerto demasiados pueblos”, dice otro veterano de Teruel Existe, Amado Goded.
La Unión Europea reconoce el serio riesgo de despoblación en las provincias con menos de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado. Con menos de 8, la situación demográfica pasa a ser considerada crítica. Tres provincias españolas se encuentran por debajo de los 12,5 habitantes por kilómetros cuadrado: Soria, Teruel y Cuenca. Soria se sitúa en 8,5, y Teruel, en 9 (cuando la media en España es de 93 personas por kilómetro cuadrado y una provincia como Barcelona alcanza los 726).
“Teruel no está muerto, solo faltan más oportunidades”, insiste una ingeniera afincada en Alcañiz
La despoblación de Teruel no se explica únicamente por la tendencia de la sociedad global a concentrarse en ciudades. En la provincia solo existe una conexión ferroviaria, la que enlaza Teruel con Zaragoza y Valencia, cuatro o cinco veces al día, en dos horas y media. Otra demanda histórica es la de una mayor red sanitaria que evite desplazamientos a Zaragoza. La provincia tiene hospitales en dos municipios, en Teruel capital y en Alcañiz, en un territorio que es un 75% mayor en superficie que la Comunidad de Madrid y con una población especialmente envejecida. La prioridad de Teruel Existe como fuerza parlamentaria es que entre en vigor un pacto de Estado contra la despoblación, con una financiación especial para dotar de servicios y de oportunidades económicas al medio rural. Otra prioridad es la implementación de la fibra óptica en toda la provincia, el desarrollo del corredor ferroviario entre el Cantábrico y el Mediterráneo, la construcción de la autovía A-68 entre Castilla y León y la Comunidad Valenciana y de la autovía A-40, que debería conectar Cuenca, la comarca de las Cuencas Mineras y Tarragona.
Los turolenses luchan contra el destino. Jaime Valero, por ejemplo, se ha puesto a estudiar el grado de formación profesional en Energías Renovables en el instituto Pablo Serrano de Andorra. Anteriormente se había formado en robótica, energía hidráulica y electricidad. Su objetivo es conseguir un trabajo de mantenimiento en el sector eólico. En la región funcionan actualmente ocho parques eólicos. Green Power, filial de Endesa, está construyendo cuatro nuevos, y la aragonesa Forestalia ha anunciado un plan de 2.400 millones de euros para instalar 34 puntos de producción de energía fotovoltaica y 32 de eólica.
La fiebre de las renovables
Forestalia asegura que la construcción de los parques dará trabajo a 12.000 personas y creará 450 empleos posteriores para la explotación de las instalaciones. Valero quiere tener uno de ellos. “Teruel no está muerto, solo faltan más oportunidades”, dice una de las profesoras de Valero, la ingeniera Nadine Fernández. Criada en Andalucía, emigró a Alemania con su marido, químico. Hace un año y medio que recalaron en Alcañiz —el segundo municipio de la provincia— por un empleo que consiguió él. Fernández explica que recientemente vio un documental sobre el éxito de la repoblación de las Highlands escocesas y que demuestra, según esta ingeniera, que con mejores infraestructuras y mejores tecnologías de la comunicación es posible revivir el mundo rural. “Como en Escocia, debería potenciarse cursar estudios superiores por Internet”, dice Fernández. Milagros Mateo, directora del instituto Pablo Serrano, hija y esposa de agricultores y mineros, está estudiando un máster a distancia por la Universidad de Valencia. Mateo tiene dos hijos que viven en Zaragoza y Barcelona, y que hoy no se plantean volver.
Una hipotética saturación del paisaje turolense con molinos preocupa en Andorra, dice Valero, aunque añade que “más preocupa tener trabajo”. Teruel Existe se muestra crítico con las inversiones en renovables porque no van acompañadas de una industria de producción y porque cree que la provincia vende a bajo precio sus recursos naturales. “Las renovables son como un proceso de colonización, como pasó con el carbón, aunque este dejaba más puestos de trabajo”, dice Goded. “Existe el riesgo de que esta energía quede desfasada y nos quedemos con pinares de molinos”, apunta Gimeno.
Ignacio Urquizu, sociólogo y alcalde socialista de la localidad de Alcañiz, opina que lo que ha faltado históricamente en Teruel es capacidad de emprender. “Teruel tenía en 1900 la misma población que Gipuzkoa, 240.000 habitantes [casi el doble de la que tiene hoy la provincia]”, recuerda. El regidor destaca que la apertura al mar o la proximidad con Francia han sido determinantes en favor del desarrollo de Gipuzkoa, pero admite que en Teruel “no ha habido grandes polos de emprendedores”, en parte porque sus élites apostaron por una economía tradicional como la agricultura. Urquizu subraya que mejores infraestructuras son importantes, pero no son sinónimo de progreso. “Cuando el AVE o una autopista llega a un municipio, en muchos casos facilitan que la gente se vaya. Para conseguir mayor desarrollo en Teruel hay que ir más allá de las infraestructuras”.
Alloza y la historia de Belén
Belén Soler insiste en que unas buenas vías de comunicación pueden determinar la decisión de vivir en un pueblo: “Si tu hijo tiene que hacer 40 kilómetros en autocar por una carretera mala y con muchas curvas para ir al colegio, quizás optarás por mudarte a la ciudad”. Soler sabe de qué habla. Nació en 1973 en Cardedeu (Barcelona), pero en 2001 quiso volver a los orígenes de su familia, Alloza. Su padre, transportista, se trasladó a Cataluña por trabajo. Su abuelo era minero. Soler regresó a Alloza porque quería fundar una familia en el campo. Abrió una casa de turismo rural y un restaurante kilómetro cero, La Ojinegra. Todos los alimentos del establecimiento provienen de la región, de la carne a las hortalizas y los cereales, de las frutas a la exquisita infusión de té de roca que prepara.
La provincia cuenta con 9 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando la media española es de 93
Soler dice que Alloza (580 vecinos) es una excepción porque su despoblación es menos acusada que la de otros municipios de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos. Y enumera a otros jóvenes que también se han instalado en Alloza: el artista Raúl Escuín, una nueva vecina que ha abierto un centro de estética y un comercio de ropa, o una veterinaria que también ha querido regresar al pueblo de sus padres. “Han visto que se puede conseguir porque antes ha habido alguien que se ha salido con la suya. La clave es adaptarse a las oportunidades del entorno rural. Adaptarse, ser ambiciosos y cooperar entre nosotros”, reflexiona Soler.
El bando a través de WhatsApp
Los entrevistados coinciden en querer superar el catastrofismo: “Si nosotros mismos lo vendemos todo como negativo, nadie va a venir”, afirma Raquel Sodric. Ella y su marido, Javier García, se mudaron a Castelserás en 2014 procedentes de Gavà (Barcelona). La crisis económica les dejó en el paro y decidieron probar suerte en el pueblo de donde proceden los padres de Sodric y donde veraneaba la familia de García. Buscaban también un entorno rural para criar a sus hijas. Crearon Dinamo, una consultoría de marketing digital que hoy cuenta con una docena de clientes. “Posiblemente tenemos menos opciones de conseguir clientes, pero también menos competencia”, dice García.
Castelserás ha recibido la atención de los medios de comunicación por la concentración de empresas vinculadas al comercio online: son seis compañías, según García, en un municipio de 830 habitantes —hace un siglo eran 2.140—. García, militante socialista —su abuelo fue uno de los fundadores del PSC en Gavà—, fue alcalde de Castelserás entre 2015 y 2019. De su experiencia como edil extrae varias lecciones: una es que el empoderamiento de la mujer es fundamental para estabilizar la población; la otra, que hay que exprimir el ingenio. García pone ejemplos de cómo han intentado llamar la atención sobre el pueblo: en 2016 clavaron una espada en una roca a orillas del río Guadalope, una pieza que vende por Internet la compañía local Aceros de Hispania. La performance simulaba la leyenda del rey Arturo, y García, como alcalde, anunció a los medios que retaba a los candidatos en las elecciones generales de aquel año a arrancar la espada. El montaje apareció en decenas de periódicos y agencias.
El ingenio también ha llevado a Castelserás una forma diferente de transmitir los bandos y edictos municipales: a través de WhatsApp. Cada vecino empadronado recibe al instante los comunicados oficiales del Consistorio. “La proximidad con las Administraciones, la relación directa, hace de Teruel un buen lugar para experimentar”, asegura Raquel Lacuesta. Esta turolense de 43 años es ingeniera informática y profesora de la Escuela Universitaria Politécnica de Teruel, un centro de la Universidad de Zaragoza (UZ) con 200 alumnos. Lacuesta ha sido noticia en 2019 por desarrollar junto a su colega Iván García, de la Complutense de Madrid, y junto al doctorando Franks González-Landero un armario que permite monitorizar la pérdida de memoria en personas mayores. En su desarrollo también participa la Universidad de Harvard y el Hospital General de Massachusetts.
La ingeniera ha desarrollado aplicaciones para el seguimiento de afectados de cáncer del hospital de Teruel Obispo Polanco y para pacientes con trasplante de hígado en el clínico Lozano Blesa de Zaragoza. El próximo proyecto es probar en una residencia de Teruel una aplicación de móvil, similar al Pokémon Go, que permite a los ancianos ejercitar la mente y el cuerpo a partir de objetos del pasado. Lacuesta lamenta que la UZ esté ampliando líneas de ingeniería en Zaragoza y no en Teruel: “Deberían impulsarse medidas para que vengan jóvenes a la provincia. Es la manera de que se abran nuevas oportunidades”.
De la Toscana al mudéjar
Sara Bianchi, de 27 años, es una de estas jóvenes que Lacuesta quiere atraer a Teruel. Licenciada en Ciencias Políticas, esta italiana de Massa Marittima, en la Toscana, conoció a su pareja, un turolense, durante un Erasmus en Polonia. Él es maestro de escuela rural y ella imparte clases en la escuela de idiomas, pero sobre todo es la coordinadora del lobby Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SSPA, por sus siglas en inglés).
En Urrea de Gaén se celebra el FestiFal, un certamen especializado en cortometrajes de temática rural
Bianchi valora poder salir de casa y perderse en una naturaleza sin presencia humana, o disfrutar del patrimonio mudéjar, como la catedral de Santa María de Mediavilla, a escasos 20 metros de su despacho en la sede local de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). La misión de Bianchi como coordinadora de la SSPA también es vender a su cliente: la SSPA reúne a asociaciones de empresarios y Administraciones de cinco provincias del sur de la UE con menos de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado: Soria, Teruel, Cuenca, Lika-Senj (Croacia) y Euritania (Grecia). La SSPA ejerce presión sobre las instituciones nacionales y comunitarias. Su coordinadora enumera algunas de las propuestas por las que presionan, como la reducción de las cuotas de la Seguridad Social en zonas despobladas o la creación, siguiendo el ejemplo de Escocia, de una agencia especial que ofrezca servicios en el entorno rural como la gestión de burocracia para autónomos.
Bianchi subraya que las nuevas tecnologías son fundamentales para activar los núcleos rurales y ofrece un ejemplo de su trabajo: ella realiza videoconferencias de manera regular con técnicos de la Comisión Europea en Bruselas, pero en cambio no lo puede hacer con los funcionarios del Ministerio de Agricultura en Madrid porque no hay costumbre para ello, por lo que siempre acaba teniendo que desplazarse a la capital.
La coordinadora de la SSPA tiene claro que cualquier plan para revertir la depresión demográfica de un municipio pasa por establecer ventajas económicas y dotar al lugar de los servicios públicos necesarios. El paradigma de lo que no debe hacerse, según Bianchi, ha sido el proyecto de repoblación en Aguaviva. Este pueblo turolense se hizo célebre por intentar aumentar el censo financiando la llegada de familias extranjeras que, apunta Bianchi, finalmente no se han asentado a los niveles que se preveía por la falta de empleo y servicios.
El cine que levantaron los vecinos
“La repoblación no se consigue a golpe de talonario”, dice José Ángel Guimerá. Él lo sabe por experiencia propia. Este director de cine nacido en Castelnou realizó en 2011 el documental La caravana de niños. El Ayuntamiento de este pueblo turolense de 160 habitantes atrajo a una treintena de familias del resto de España y del extranjero. Guimerá resume que la presencia en el término de Castelnou de una central de ciclo combinado aporta suculentos ingresos al Consistorio y que con este dinero se intentó subsidiar la llegada masiva de nuevos vecinos. “Se quiso hacer a lo loco, y al no haber suficientes opciones de conseguir empleo, la mayoría marcharon o acabaron pidiendo ayuda a Cáritas”.
Guimerá y sus compañeros del Centro de Estudios del Bajo Martín organizaron este diciembre la VI edición del FestiFal, especializado en cortometrajes de temática rural. Fueron 12 cortos de cinco países que se proyectaron en el cine de Urrea de Gaén. Los vecinos construyeron en 1968, con sus propias manos, lo que hoy es la sala de actos de un pueblo de 436 habitantes, casi la mitad de los que había en 1980, cuando nació Silvia Blasco. Ella es una de las organizadoras del FestiFal y vecina de Urrea. Dice que solo 4 de los 12 componentes de su cuadrilla de juventud siguen residiendo en la villa. Blasco estudió en Zaragoza y se especializó en pedagogía terapéutica. Hoy es maestra en un centro de educación especial en Andorra. “Mi padre era campesino, y mi madre, ama de casa. Hicieron un gran esfuerzo para que mi hermana y yo viviéramos aquí”, dice Blasco: “Cada vez que una pareja se instala en el pueblo es una gran noticia”, apunta esta maestra. Guimerá cree que cada pequeño paso es un triunfo en Teruel, sea la sala llena de gente de la comarca o los dos empleos que pueda crear el nuevo campo fotovoltaico que se ha levantado en Castelnou.
Activismo entre fósiles y rocas
Julia Escorihuela afirma que sería un gran avance poder ampliar la plantilla del parque geológico de Aliaga con dos puestos de trabajo. “Que se instalen dos familias es un logro”, dice esta mujer de 60 años, gerente del parque y bibliotecaria del pueblo. Aliaga era un municipio minero que a partir del desmantelamiento de la industria del carbón ha pasado de los más de 2.000 habitantes de 1950 a los 360 de hoy. Escorihuela recibe al periodista en la biblioteca, el antiguo horno de pan de Aliaga. Escorihuela ha hecho de la educación su razón de vida, motivada por su experiencia en la infancia. Hija de labriegos, vivía en una masía aislada y cada día, para ir a la escuela, andaba cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Un suceso cotidiano marcó su futuro: a Escorihuela le gustaba leer, pero la bibliotecaria no le prestaba libros porque vivía en el campo y no se fiaba de que los fuera a devolver. En 1989 fue nombrada bibliotecaria del pueblo, y en 2001, gerente y guía del parque geológico. Antes se formó a distancia, o desplazándose a otros municipios de Teruel —de Aliaga solo llega y sale un autobús de línea al día—, para obtener un grado de formación profesional en Turismo, además de cursos de guía, de geología y de gestión del territorio.
Aliaga es un lugar único en España. Sus pliegues gigantescos de roca caliza de hace 200 millones de años y los fósiles que hay por doquier convierten el lugar en un destino obligado para geólogos de toda Europa. Escorihuela intenta potenciar un turismo de calidad y también incentivar entre los más pequeños el amor por el entorno natural. Los niños de la provincia se apuntan a sus talleres de verano y la mayor satisfacción de Escorihuela es detectar la concienciación que siembra: “Ahora los pequeños del pueblo corren a avisarnos si ven a alguien martilleando para llevarse un fósil o un ripple [las rocas en las que han quedado marcadas las mareas de hace millones de años]”. Pero Escorihuela también se ha granjeado enemigos por su activismo medioambiental. La situación llegó al extremo en 2008, cuando recibió amenazas que denunció a la Guardia Civil. Escorihuela explica que su sensibilidad por el medio ambiente responde a la educación familiar que recibió en la masía: “Mi padre plantaba en cada bancal lo que necesitaba, conocía la naturaleza. Si las Administraciones hubieran tenido en cuenta a los habitantes de las masías, si se les hubiera protegido, las cosas hubieran ido mejor”.
La primera guía astroturística
Maribel Aguilar replanteó su vida, como hizo Julia Escorihuela, a partir de uno de los activos naturales de Teruel: en su caso, el cielo. Con escasa contaminación lumínica, altitudes entre los 1.000 y los 2.000 metros, y noches despejadas, la provincia se ha convertido en uno de los destinos más destacados de España para la observación de estrellas. El núcleo de este atractivo es el observatorio astrofísico de Javalambre, gestionado por el Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón (CEFCA). Aguilar ha sido contratada por este centro para asesorar en sus planes de divulgación. Su experiencia no es menor, fue la primera guía del turismo de estrellas de Teruel. Tras estudiar Periodismo en Madrid, y tras crear su propio gabinete de comunicación, Aguilar descubrió el astroturismo en 2012. Cursó en Canarias el título de guía de la Fundación Starlight, el principal reconocimiento en España para conductores de grupos de observación de estrellas. Aguilar también estudió un máster en Estudios de Medio Ambiente y abrió camino en un sector en Teruel en el que hoy trabajan unas 30 personas. Aguilar viaja certificando territorios en España con el sello Starlight e imparte cursos de formación en otras comunidades autónomas.
Teruel se ha convertido en uno de los destinos más destacados en España para la observación de estrellas
La madre de Aguilar era ordenanza en edificios públicos, y su padre, cosechador. Sus dos hermanos residen en Teruel porque creen que su calidad de vida es muy alta; solo hay que adaptarse. “Mi marido es de Cuenca, es ingeniero de Telecomunicaciones. Se tuvo que reinventar y ahora trabaja en oficinas de pueblo de Caja Rural. Estudia francés; tenemos un huerto; los críos, después de comer, me los llevo al campo. Hay que ser positivos”.
Las máquinas de Rubielos de Mora
Miguel Tomás explica que en su comarca, Gúdar-Javalambre, viven menos de cuatro personas por kilómetro cuadrado. Tomás, hombre recio y con las manos sucias de faenar, habla con una sonrisa entre irónica y cordial: es el presidente de Turomas, uno de los pocos fabricantes en el mundo de maquinaria para cortar vidrio. Su empresa se ubica en Rubielos de Mora, su pueblo (751 habitantes). La sede de Turomas ocupa 7.500 metros cuadrados donde producen de forma casi artesanal máquinas de hasta 18 metros de longitud que venden en 100 países. Tomás vuelve a sonreír cuando el visitante le muestra la sorpresa por el aislamiento de su municipio, al que solo se puede acceder por una estrecha carretera que serpentea por la sierra de Gúdar. “Hay poca mano de obra cualificada en la región y hay que formarlos. La ventaja es que la plantilla es más estable”.
Entre los 100 empleados de Turomas se encuentra José Solsona, uno de los que empezaron la empresa con Tomás en un pequeño taller en Rubielos, hace 34 años. Solsona recuerda cuando Tomás venía a casa de sus padres a reparar algún escape. Antes de fundar Turomas fue fontanero y creó una cooperativa de forja artística. “Yo solo estudié hasta los 14 años, pero era muy inquieto. Incluso diseñé una chimenea para calefacción con agua”, dice. Tomás también inventó una de las primeras máquinas para cortar vidrio de España. Hoy su compañía factura 12 millones de euros. Explica que ha recibido ofertas para trasladar las instalaciones a Madrid, Barcelona y Valencia, incluso se planteó mover la producción a México, pero le puede más la patria chica. El arraigo del empresario es fundamental para consolidar la economía local, y para demostrarlo, según Tomás, hay que retroceder a la construcción de la primera nave de su planta: “En los ochenta, a partir del llamado canon de la luz, las empresas de la región recibimos una gran ayuda pública. Yo financié con esto un 40% de la inversión para la nave. Con aquellas ayudas se instalaron en la comarca 50 empresas; de estas, solo quedan 9, las de los que éramos de la zona”.
La vivienda de Tomás se encuentra dentro de las instalaciones de la compañía. El día de nuestra visita, la fábrica funcionaba mediante generadores auxiliares porque se había interrumpido el suministro de electricidad en la zona. Tomás es consciente de los inconvenientes del mundo rural y dice aceptarlos, excepto por la ausencia de conexión de banda ancha a Internet. Turomas provee de maquinaria con un servicio de asistencia a distancia de 24 horas los 365 días al año en el que trabajan 12 ingenieros: “Sin una buena conexión estamos perdiendo competitividad. Ahora lo subsanamos en parte con conexión por satélite, pero es una situación que no voy a aguantar un año más”.
El resurgir del azafrán
El presidente de Turomas celebra el éxito electoral de Teruel Existe porque “ha puesto a Teruel y sus problemas en el mapa”. Lo mismo piensan José María y José Ramón Plumed, padre e hijo y responsables de la empresa Azafranes Jiloca, en Monreal del Campo. “Mucha gente no ponía cara a los candidatos de Teruel Existe, pero si les decías que son los del vídeo del tractor y el tren, entonces sabían quiénes son”, dice José María. El fundador de la compañía se refiere a un spot realizado con pocos recursos que el colectivo difundió por Internet en 2018 y que mostraba una imagen real: un tractor que adelantaba por una carretera secundaria al ferrocarril que conecta Zaragoza con Teruel. Un golpe de ingenio, un mensaje denuncia con éxito, y casero, en el que José María Plumed se ve reflejado: en la década de los noventa, como concejal del PP en la oposición, cortó en varias ocasiones, acompañado por los alumnos, la carretera del municipio para protestar contra el traslado de la escuela municipal.
Plumed también luchó para resucitar el cultivo del azafrán en la cuenca del río Jiloca. Los estigmas secos de la flor de Crocus sativus fueron históricamente un complemento para la economía doméstica en los pueblos del Jiloca. Generaciones de la familia Plumed, pequeños agricultores de remolacha y cereal, también habían cultivado el azafrán. José María aprovechó esta experiencia para reiniciar en 1995 un negocio que había desaparecido con la despoblación de la comarca del Jiloca y con la competencia de las importaciones. Plumed se vende hoy en España y en Europa. Tras él llegaron 25 productores más.
Carlos Esteban y su padre, José Antonio, llevan la empresa de azafranes La Carrasca, en el pueblo de Blancas. Esteban confirma que Plumed fue un precursor. Hoy vuelven a explotarse 17 hectáreas en el Jiloca y Esteban asegura que su factor añadido es la producción ecológica.
La clave para los Plumed es crear marca, por eso han reconvertido una tienda de ropa de la familia en un establecimiento de productos de alimentación de la región. En la fachada han colgado un rótulo rosa que ilumina la carretera nacional a su paso por Monreal del Campo. “En una semana solo he vendido 10 productos”, dice José Ramón Plumed. “Pero no tenemos la tienda abierta por las ventas”, prosigue el hijo del fundador, “la mantenemos para que no baje otra persiana en el pueblo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.