Skaters, la calle es de ellas
La escena femenina del skate en España surgió apoyada en un puñado de pioneras y se ha afianzado gracias a las redes sociales y a una nueva generación de patinadoras con actitud y discurso.
El skate es mi vida”, afirma Àngels Borrell en el documental Monopatín, de Alfredo Prados y Pedro Temboury, sobre los inicios del skate en España. Ella fue una de las pioneras a finales de los setenta, cuando las chicas que lo practicaban se contaban con los dedos de una mano. Cuarenta años después y gracias al camino que mujeres como Àngels han abierto, las skaters españolas cuentan con referentes cercanos: desde hace dos años existe Dolores, una revista dirigida a patinadoras, producida y protagonizada solo por mujeres; el pasado mes de mayo la skater Tania Cruz fue la primera en aparecer en la portada de Dogway Skateboarding Magazine, publicación española especializada en skateboarding desde hace más de dos décadas, y este verano, la patinadora gallega Julia Benedetti, con solo 16 años, se ha convertido en la más joven de la delegación española en Tokio 2020 en el estreno del skate como deporte olímpico.
“Antes de Instagram era infinitamente más complejo saber de chicas que patinasen”, cuenta Verónica Trillo, una de las caras más visibles de este deporte en España y miembro del Comité Nacional de skate. Comenzó a patinar en los noventa y creó la plataforma digital Asiplanchaba en 2009 para poner luz sobre la escena femenina. “Se ha convertido en una comunidad donde todas las chicas tienen un espacio para expresarse e inspirarse”, explica. En internet ya hay cientos de canales donde se pueden ver chicas de todos los países, edades, niveles y estilos disfrutando de subirse encima de un monopatín. “Eso es la esencia del skate”, afirma Trillo. “No solo va de hacer trucos, sino de la forma de expresarse, de la creatividad y estilo personales”, remarca.
En los últimos años ha crecido la afición entre las chicas. Lo afirma cualquiera que dé una vuelta por algunos de los spots, lugares en las ciudades donde se juntan a patinar, y lo certifica la patinadora y estudiante de primero de Sociología Fátima Mounsif: “Puede haber un 30% más de chicas que antes, sobre todo después del confinamiento del año pasado”. Javier Menéndez, jefe de redacción de Dogway Skateboarding Magazine, ha seguido el fenómeno de cerca: “Ha dejado de ser algo asociado al género masculino en la literatura, cine y televisión (series como Betty, donde muestra la vida de un grupo de amigas skaters en Nueva York, acaba de estrenar su segunda temporada en HBO) y eso ha calado. Lo del ‘monopatín para el niño y patines de bota para la niña’ era la versión con ruedas del ‘balón para el niño y muñeca para la niña’. En 2019, la skater andaluza Andrea Benítez fue la imagen del Dogway Masterweek, el evento anual que organizamos dedicado a la búsqueda de nuevos talentos”, afirma.
Esta práctica que nació en las calles de California y entró en España por el País Vasco, Cataluña y Madrid, aunque ha llegado a los Juegos Olímpicos, preserva su espíritu callejero. “Me gusta compartir vídeos de mis caídas en Instagram para que la gente vea que no todo sale a la primera”, reconoce Sindy Lima Pachecho, de 20 años y una de las fundadoras del colectivo Shojo, que fomenta la escena femenina en España. “También es una importante herramienta de integración”, explica la patinadora y orfebre Natalia Rohrer. A sus 28 años confiesa que empezó a hacer las joyas de su marca Estudio Calor por replicar un anillo que perdió con forma de monopatín. La artesana añade: “En la adolescencia no se me daba muy bien socializar. El skate me ayudó a tener un tema de interés para compartir con gente de mi edad”. Y Fátima Mounsif, que empezó a patinar a escondidas de sus padres, apunta: “De no haber sido por nuestra afición por el patín, muchas de las personas que nos juntamos no nos hubiéramos conocido”. Así encontró a Alejandra, su amiga del alma con la que inició el grupo Girl’s Gang, que ya cuenta con más de medio centenar de integrantes.
Rebecca Novick tiene 19 años. También conoció sobre ruedas a su mejor amigo, ahora socio de su escuela para niños, RR Escuela de Riding. “Tenemos casi 40 alumnos de entre 4 y 12 años. Aunque la mayoría son chicos, estamos sorprendidos por la cantidad de niñas que hay. Parece que los peques no tienen tanta conciencia de los roles de género y las niñas al verme patinar se animan”, cuenta. “Espero que muchas sigan mis pasos y empiecen a demostrarle al mundo que algunas hacemos deportes duros, llevamos el pelo corto y chándal y no por ello somos menos mujeres. El feminismo que persigo, sobre todo en el skate, es el que engloba a todas, no solo a las que la sociedad identifica como más femeninas”.
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