El largo camino hacia la luz de Carlos Cruz-Diez
El arte cinético del desaparecido Carlos Cruz-Diez iluminará el pabellón francés en la Exposición Universal de Dubái.
El artista Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923- París, 2019), referente del op art o arte cinético, llegó a la capital de Francia en 1960 siguiendo los pasos de su admirado amigo Jesús Soto, que lo había hecho 10 años antes, y (como Soto) ya no se movió de aquí. Obtuvo la nacionalidad francesa y el próximo otoño, tal y como anunció el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, representará al país vecino en la Exposición Universal de Dubái 2020, suspendida el año pasado por la pandemia y que se desarrollará entre el 1 de octubre de 2021 y el 31 de marzo de 2022.
Así, Francia se verá representada por un pintor al que acogió y al que hizo parte de su núcleo de artistas más determinantes del siglo pasado, proyectado desde la mítica galería de Denise René, en cuyas sedes de la Rue La Boétie y posteriormente en el Boulevard Sain-Germain se defendió, se expuso y se impulsó la abstracción —no en vano René organizó la primera exposición de Piet Mondrian— y la corriente cinética encabezada por Vasarely, Soto o Cruz-Diez.
Con el nombre de Lumière, Lumières, el ecosostenible pabellón francés estará dedicado a la relación entre el arte y la tecnología, recuperando el empeño de la Ilustración de colocar la innovación científica al servicio del progreso. Para representar la unión de la luces del presente y las del pasado, los 2.500 metros cuadrados de baldosas fotovoltaicas ampararán una edición original de los 35 volúmenes de la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert. También se prestará atención a la arquitectura, con una exposición sobre el Gran París; a la moda, a partir de la exhibición de 30 modelos icónicos de Jean-Paul Gaultier, y al arte cinético, representado por la producción de Carlos Cruz-Diez Chambre de Chromosaturation, una cámara creada en París en los años sesenta, de gran modernidad, un ambiente artificial compuesto por tres habitaciones (una roja, una verde, una azul) que sumergen al espectador en una experiencia multisensorial que pone de manifiesto lo que tanto le gustaba recordar a este penseur de la luz: que el color no es una certeza, sino una circunstancia. Una propuesta que aglutina dos de las inquietudes esenciales del artista: el estudio del color y la integración de las personas en la obra de arte, una obra que revela el color como un hecho autónomo que no precisa de formas para existir y en la que el visitante, bañado por la luz, constata cómo las tonalidades se van modificando a medida que se desplaza por el espacio.
Como señala el crítico de arte Pierre Arnauld, “Cruz-Diez siempre ha afirmado una concepción altamente energética del color: componente de nuestro medio vital, dotado de propiedades que reflejan su capacidad de influir en el organismo del espectador, el color es para él una realidad que actúa en el ser humano con una violencia igual a la del frío, el calor, el sueño o la libido”.
Resulta significativo que una de las obras más celebradas de Cruz-Diez sea Cromointerferencia de color aditivo (1974-1978), más conocida como “el piso Cruz-Diez” o “el piso de Maiquetía”, instalada en el aeropuerto de Caracas, un muro y un pasillo de mosaico de 2.112 metros cuadrados en el que se mueven los colores con los pasos, contrapunto de variaciones cromáticas que celebra el trasiego del viajero y también una obra que, con los procesos migratorios, ha devenido un símbolo del exilio al ser lo último que se pisa de Venezuela. Por algo sostenía Cruz-Diez que “el color es la perfección de un instante”.
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