Mbappé, de héroe a apestado
Poco después de demostrar en una entrevista por qué es todo un icono social además de deportivo, el penalti fallado en la Eurocopa abre un crudo debate sobre el astro francés
“Conozco el peso que tengo, el peso de mis palabras, el peso de mis actos”. “Quiero ayudar porque a mí me ayudaron… Es la historia de la vida, te dan y tú lo devuelves”. “Un gran deportista está obligado a ser alguien comprometido en los temas sociales”. “Creo que lo importante es unir en torno tuyo. Transmitir cosas”. “Mis elecciones están siempre guiadas por la pasión. Claro que el dinero es importante, pero mi carrera como futbolista es la gran experiencia de una vida, y no puedes pasarte una vida pensando en el dinero”. Todo esto lo dice un crío de 22 años que, además de una estrella planetaria, ahora es también un apestado. Todas estas palabras equilibradas, sabias, aparentemente banales aunque para nada y sobre todo poco lógicas/casi imposibles en un futbolista (lo han adivinado: no llamó Dios a este gremio por los caminos de la oratoria) salieron de la boca de Kylian Mbappé, aún jugador del Paris Saint-Germain cuando se escriben estas líneas, aunque con un rosario de pretendientes en este planeta y en los demás (y, si no, que se lo digan a Florentino Pérez, que, según sostienen algunos de los sabios de nuestra prensa deportiva, lo tiene amarrado para el Real Madrid desde hace meses aunque ahora, ¡ay!, parece que no tanto).
Esas frases salieron en una entrevista exclusiva e impagable publicada por el semanario francés L’Obs. Salieron antes del infierno, o sea, antes de que Mbappé —en adelante, el apestado de los ignorantes— fallara el penalti decisivo contra Suiza en octavos de final de la Eurocopa que hoy se cierra. Era el héroe de un país: Francia. No solo: también el de todo aquel a quien le gusta el fútbol más allá del resultadismo, el nacionalismo deportivo y los mercachifles habituales. Ahora es un apestado. Al parecer, estaba sobrevalorado, bah, no es lo que parecía, yo ya lo dije, corre mucho pero luego no define y blablablá. Lo han vuelto a adivinar: todo el mundo cree saber de fútbol, uno de los temas de los que menos sabe la gente.
Es duro, y hasta puede que contradictorio, escribir ahora una defensa numantina de este futbolista fabuloso, justo cuando su fallo decisivo provocó el adiós de Francia a la Eurocopa. Pero de ahí a creer que un equipo con vitola de absoluto favorito se va a casa de una Eurocopa con el rabo entre las piernas sólo por un penalti, dista un mundo. Un mundo de bobos. De ahí a pensar que Mbappé era fastuoso y ahora es prescindible sólo por no meter un balón entre los tres palos en un momento concreto... dista lo mismo que entre el juicio razonable y el ventajismo asqueroso. Es bueno ensalzar a quien lo merece cuando peor le vienen dadas. Lo demás es demasiado facilón.
Doble revuelo
La entrevista de L’Obs, que provocó un gran revuelo en Francia —aunque no tanto como el fallo del penalti—, es para enmarcar y leérsela a los críos cuando firman su primer contrato profesional. Que la estética de la belleza, la explosión y la eficacia de este futbolista superdotado encajen con la ética de sus palabras y con lo que parece un compromiso moral de verdad con la sociedad en la que vive este francés orgulloso de serlo resulta conmovedor. No, resulta casi milagroso.
Mbappé viene de Bondy, uno de esos suburbios calientes de la periferia de París. Él asegura que, por lo general, de un lugar así los medios solo cuentan las cosas malas. Su padre es camerunés y ha trabajado siempre como educador deportivo. Su madre es de origen argelino y jugó en el balonmano profesional francés. Metieron al chico en un colegio católico y estricto porque se les estaba desmadrando. Siguen viviendo todos juntos, con el hermano pequeño del futbolista, Ethan. Mbappé no tiene representante. Sí una abogada, Delphine Verheyden, que ejerce como un pitbull capaz de gestionar la carrera de un icono social (salvo que acabe ganando el apestado, aunque será difícil que desistan los 50 millones de seguidores que tiene en Instagram) y una máquina de fabricar dinero: 25 millones de ganancias al año y un valor en el mercado de 200. Mbappé ganó el Mundial hace tres años. Ha metido 175 goles desde que debutó como profesional (Mónaco) y 42 solo en la última temporada. Pelé dijo que era su sucesor. El exjugador y compatriota suyo Nicolas Anelka dijo que sería el sucesor de Ronaldo y de Messi. Habrá que esperar. Y seguir disfrutando de su zancada de guepardo. Pero falló un penalti. Y el mundo se vino abajo.
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