Cinco parisinos de adopción nos hablan de sus rincones preferidos de París
Una escritora, un galerista, una diseñadora, un chef y un arquitecto nos invitan a descubrir la ciudad de los Juegos Olímpicos con otros ojos, gracias a cinco rutas temáticas que no son las que aparecen en las guías, sino las que harían con sus amigos
No hay nada mejor para descubrir una ciudad que el que te la enseñe un local. En esta ocasión, cinco parisinos de adopción nos guían no por cualquier París, sino por su París: son el arquitecto y diseñador de interiores Luis Laplace, la diseñadora de moda Juana Martín, el galerista Álex Mor, la escritora y cineasta María Larrea y el chef Iñaki Aizpitarte. De su mano descubrimos los museos, plazas, cafés y rincones que les inspiran en su día a día.
Luis Laplace y el París de los cafés y los mercadillos
El arquitecto y diseñador de interiores Luis Laplace (Buenos Aires, 53 años) dejó su Argentina natal por Estados Unidos. En concreto, se mudó a la ciudad de Nueva York, donde aprendió la ética del trabajo y la eficiencia a la americana. Coincidió allí con dos argentinos, que le vinieron a decir que qué hacía alguien como él en un sitio como ese, puesto que él tenía “un espíritu de lo más parisino”. Quiso el destino que conociese allí a su pareja, el abogado francés Christophe Comoy y, tras vivir el fatídico 11 de septiembre en Nueva York y ver cómo la ciudad cambiada radicalmente de la noche a la mañana, decidieron afincarse en la Vieja Europa. Por supuesto, eligieron París. Laplace reside aquí desde hace más de 20 años, y aquí fundó, en 2004, su propio estudio arquitectónico, Laplace, junto a Comoy. Si en Nueva York aprendió a trabajar, en París aprendió a vivir: “Al llegar tenía poco trabajo y mucho tiempo, así que me pasaba la vida en museos, cafés y, sobre todo, en anticuarios. A estos últimos lugares les debo la carrera. Te diría que el francés es generoso porque, mientras vagaba por sus tiendas de antigüedades, me enseñaron y formaron, pasándome la información que ellos conocían sobre todos esos objetos con los que ahora trabajo cada día”. Laplace no ha perdido ese espíritu curioso de recién llegado.
“Hay tres espacios imprescindibles para cualquier amante del arte contemporáneo y, como yo, apasionado de los objetos”, relata el arquitecto. “El Centre Pompidou fue, y sigue siendo, un referente en este aspecto: su colección permanente es indispensable, pero siempre consigue sorprender con sus colecciones temporales”. En los próximos meses, a la actual exposición de Constantin Brancusi, padre de la escultura moderna, le sucederán la de la pionera del arte digital Vera Molnár, o la exhibición L’enfance du design, que analizará la historia y evolución del diseño desde el siglo XX, a través del mobiliario infantil.
La Fundación Cartier y la Fundación Giacometti son otros dos lugares donde Laplace encuentra inspiración: “Están a una manzana la una de la otra”. La de Cartier cuenta con una colección de cerca de 4.000 obras de más de 500 artistas de todo el mundo, donde podemos encontrar las pinturas de David Lynch, las fotografías de Alair Gomes o las esculturas de José Bezerra, todo ello en un espacio acristalado diseñado por Jean Nouvel, rodeado de un espectacular y cuidado jardín que bien merece una pausa. “Y la de Giacometti es una joyita, ya que se trata del estudio que el propio artista tuvo en el barrio de Montparnasse”, explica el arquitecto, “es la manera más humana de aproximarse al artista”.
Caminamos ahora hacia la “poco pretenciosa pero muy parisina” Place Saint-Georges, en el distrito IX, que ya en 1875 fue pintada por Renoir, donde el arquitecto recomienda tomarse un café: “La vida de los cafés parisinos es una experiencia aparte: ellos saben lo que es sentarse y ver la vida pasar, comentarla, disfrutarla. El café parisino favorece algo imprescindible: el placer de la vida contemplativa”. El arquitecto reconoce que ha echado horas y horas en este lugar: “Es fascinante, un amigo y yo jugábamos a adivinar las vidas de la gente que pasaba. Cuando nos dábamos cuenta, había volado la mañana”.
Cerca de la plaza se encuentra la Rue de Martyrs, una de las tantas callecitas parisinas que casi casi parecen un decorado, que une la iglesia Notre-Dame de Lorette y la basílica del Sagrado Corazón pero que, a pesar del interés turístico, no ha perdido el encanto de las tiendas y comercios tradicionales. Si nos apetece un dulce, podremos visitar la panadería y pastelería Arnaud Delmontel, famosa por sus macarons, o la deliciosa pastelería y chocolatería de Sébastien Gaudard. ¿Un merengue? Sin duda, La Meringaie. También podremos surtirnos de productos gourmet, como las confituras de La Chambre, el salmón ahumado, blinis o el caviar de Kaviari Delikatessen, los quesos de La Souris Gourmande o los embutidos y vinos locales de La Maison Thielen.
La vida de los cafés también se traslada a la de los restaurantes: “Hay uno que me hace sentir como en casa, se llama Anahi (49 Rue Volta)”, explica Laplace, íntimo amigo de una de sus fundadoras, la madrileña Carmina Lebrero. Anahi era una antigua carnicería y mantiene la esencia carnívora con platos de inspiración tanto española como argentina (su carta está firmada por Mauro Colagreco), que incluyen desde pulpo a la gallega hasta empanadillas o entraña con chimichurri: “Es una carta sencilla pero honesta”. El restaurante es el lugar donde la gente va a ver y ser vista. Es habitual ver por allí a actores internacionales, modelos, músicos y demás artisteo: “Pero no es elitista, sino que tiene un ambiente de cantina, muy internacional, donde a partir de cierta hora suena la música y la gente se lanza a bailar”.
Por último, el diseñador vuelve a sus orígenes de buscador de tesoros: “El Mercado de las Pulgas es el sitio más increíble de todo París. Y ya sé lo que dice la gente: ‘¡El Mercado de las Pulgas ya no es lo que era!’. Y yo les respondo: ‘¡Nada es lo que era! Ni siquiera yo soy lo que era... ¿y qué importa?”. Laplace podría tirarse horas contando sus aventuras en este mercadillo que fue creado en 1885 y que, en la actualidad, con sus más de 1.700 puestos (muchos de ellos anticuarios) es uno de los mercados de antigüedades más grandes de Europa, además de ser de los más antiguos. “Me parece necesario reivindicar estos lugares, si la gente deja de ir porque considera que ya no son como antes, al final, desaparecerán”. El arquitecto, que ahora está coleccionando herramientas antiguas que suele encontrar en este mismo mercado (”El otro día compré allí un cuchillo de carnicero del siglo XVII”, apunta), reconoce que muchos de sus proyectos se nutren de los muebles de sus anticuarios: “Entre tú y yo, creo que quien no encuentra algo es porque no sabe buscar”.
Juana Martín y el París de la moda
La diseñadora Juana Martín (Córdoba, 50 años) se convirtió en 2022 en la primera mujer española en desfilar en el muy exclusivo calendario oficial de la semana de la alta costura de París. En 2018, y tras su salida de la pasarela madrileña, Martín se instaló en la capital francesa y empezó a presentar sus colecciones en la ciudad. En ellas, ponía el foco en el folclore andaluz y la artesanía local, y no tardó en llamar la atención la Federación Francesa de la Alta Costura, el organismo que regula quién puede y quién no desfilar dentro de sus semanas de la moda. Juana Martín lo hizo, y ya van dos años. De su mano, conocemos los mejores lugares para descubrir la verdadera moda parisina, que se dice pronto: “París es la cuna de la moda, vayas donde vayas, respiras moda... simplemente pasear por la ciudad es como estar en una pasarela: desde sus mercadillos a tiendas vintage, los escaparates de tiendas de lujo de las avenues George-V y Montaigne o a través de las exposiciones”, cuenta la diseñadora.
A Juana Martín le encanta pasear y perderse por la ciudad: “Es la mejor manera de pensar en escenarios para los desfiles”. Así que lo primero que propone es un paseo digno de alta costura: “Los próximos desfiles de la semana de la moda de París se realizarán en la Place Vendôme, así que por qué no caminar por el distrito I, rodear el Louvre y terminar allí”. “Allí”, Martín se dará cita con las grandes casas de moda, como Dior o Schiaparelli.
Y, precisamente, Dior es nuestra siguiente parada. En concreto, La Galerie Dior (11, rue François 1er), que abrió sus puertas en marzo de 2022 como testimonio de la vida y la obra del diseñador Christian Dior, pero también de sus seis sucesores: Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano, Raf Simons y Maria Grazia Chiuri. “La historia de la casa francesa está recogida aquí, por lo que es una parada obligatoria no solo para los amantes de la moda, sino también de la historia o del diseño”. El espacio en el que se ubica fue testigo de la creación de las colecciones de Dior durante más de 70 años, y hoy acoge un recorrido histórico que da comienzo con el emblemático New Look, protagonista del desfile de Dior el 12 de febrero de 1947, hasta algunas de las piezas icónicas de la actualidad.
“Otra parada imprescindible es la Fundación Azzedine Alaïa (18 Rue de la Verrerie)”, explica la diseñadora. Un espacio que creó el modisto tunecino en el barrio en el que vivió durante años, Le Marais, junto con el pintor Christoph von Weyhe, y la editora y galerista Carla Sozzani, para albergar sus propias colecciones de historia de la moda, arte y diseño. En su colección permanente pueden encontrarse diseños de Cristóbal Balenciaga, Lanvin, Chanel, Christian Dior o Yves Saint Laurent, además de un imponente archivo fotográfico con firmas como Helmut Newton, Peter Lindbergh o Bruce Weber. Además, Juana Martín destaca las exposiciones temporales “en las que siempre encuentras algo nuevo”: recientemente, una retrospectiva dedicada a la modelo Naomi Campbell o una exhibición de la moda en el París de la modernidad.
“Aunque si lo que buscas es conocer la historia de la moda, el lugar al que debes ir es, sin duda, el Palais Galliera (10 Av. Pierre 1er de Serbie)”. También denominado Musée de la Mode de la Ville de Paris, es el museo por excelencia sobre la historia de la moda ubicado en distrito XVI de París. Inaugurado en 1895, en sus inicios como museo de arte industrial, viró su esencia en los años veinte cuando la ciudad de París decidió crear un museo dedicado al traje y a los accesorios después de recibir una generosa donación: las más de 2.000 obras de la colección de Maurice Leloir, presidente de la Société d’histoire du costume. Hoy en día, recoge más de 70.000 artículos, desde el siglo XVIII hasta el presente, entre los que se incluyen desde objetos dignos de admiración como ropa que perteneció a María Antonieta, Luis XVII o la emperatriz Josefina, hasta el icónico vestido de Givenchy que lució Audrey Hepburn.
Como apuntaba la diseñadora al inicio de la conversación, en París, casi todo resulta inspirador: “Y piensa que, cuando hablamos de moda, la inspiración puede venir de cualquier parte, no solo de los grandes diseñadores, ya que ellos a su vez se inspiraron en otros artistas”. Por eso destaca también la labor de la Fundación Louis Vuitton (8 Av. du Mahatma Gandhi), museo construido por el grupo LVMH en un sofisticado escenario diseñado por Frank Gehry, y con una colección de obras en constante evolución que contempla categorías tan dispares como el pop, el expresionismo o la música y el sonido. En este espacio podemos encontrar obras de artistas como Jean-Michel Basquiat, Gilbert & George o Jeff Koons.
Por último, la diseñadora recomienda la visita al Museo Picasso (5 Rue de Thorigny): “No solo es posible contemplar obras que jamás hemos podido ver en España, sino que el espacio es digno de contemplación, ya que alberga unos jardines preciosos”. La colección conserva 297 pinturas, 2.370 grabados, 368 esculturas y alrededor de 1.719 dibujos y cuadernos, que fueron donados por los herederos de Pablo Picasso en 1979 y, más tarde, por los herederos de Jacqueline Picasso, segunda esposa del artista, en 1990.
María Larrea y el París de los libros y los jardines
La escritora y cineasta María Larrea (Bilbao, 44 años) no escogió la ciudad de París para vivir, sino que la escogieron por ella sus padres, inmigrantes españoles, cuando se trasladaron a la capital francesa a la búsqueda de mejores oportunidades laborales. “Tengo el pasaporte español, y siempre digo lo mismo: no me siento francesa, pero sí parisina”. Nunca se marchó. Larrea pasó su infancia en el Quartier de l’Opera, en el distrito IX, entre museos, jardines, cines y teatros: “De adolescente, hacía pellas para irme al Louvre. Tenía a mi alcance la más alta cultura, y la aproveché, y creo que todas las personas deberían poder hacerlo. Al mismo tiempo, en mi casa, que yo llamaba El Consulado, escuchábamos a Los Chichos y cenábamos tortilla de patata, éramos clase obrera”. De la mano de la autora de la novela autobiográfica Los de Bilbao nacen donde quieren (Alianza, 2023), hacemos una ruta donde la cultura es la protagonista, pero no cualquier cultura, sino una accesible para todos.
“Actualmente vivo en l’Arrondissement de la Bourse, distrito II, en el que ha habido mucha inmigración japonesa y coreana, así que invitaría a cualquier viajero a vivir una experiencia de contrastes: primero, cogerse algo de comer en la panadería franco-japonesa Aki Boulangerie”, comienza la escritora. Y después, poner rumbo a la Biblioteca Nacional de Francia (5 Rue Vivienne), originariamente construida en el siglo XVII, y que en 2022 reabrió sus puertas después de 12 años de obras de renovación y modernización, convertido en un lugar abierto a todos en el corazón de París: “Para toda la gente, como debería ser la cultura”, apunta Larrea, “precisamente la biblioteca cuenta con un precioso jardín al que puedes acceder de manera gratuita”. El jardín Vivienne es un “jardín-obra de arte” ideado por el arquitecto del patrimonio Mirabelle Croizier, el paisajista Antoine Quenardel, y el artista, jardinero y escritor Gilles Clément. La escritora también destaca una visita imprescindible a la Sala Oval de la biblioteca: “Una impresionante sala de lectura, que ofrece más de 20.000 volúmenes de consulta gratuita y 160 puestos para leer”. También incluye cómics y libros infantiles.
Como no podía ser otra manera, María Larrea también nos lleva a una librería: “Me gusta muchísimo la Librairie Delamain (155 Rue Saint-Honoré)”. Se trata de la librería más antigua de todo París, fundada en el siglo XVIII, aunque en 1906 se tuvo que trasladar al lugar en el que hoy se mantiene debido a un incendio. Por sus pasillos han vagabundeado figuras de la talla de Alexandre Dumas o Guy de Maupassant. Más que una librería, el lugar es un espacio patrimonial y cultural, en el que destaca, además de las novedades editoriales, su espectacular fondo de libros antiguos. Si está usted pensando en hacerse con una guía este es el lugar perfecto para ello, ya que también cuentan con una sección especialmente extensa dedicada a la ciudad de París. “Y una vez hayas escogido tu lectura, nada mejor que abrir las primeras páginas en los Jardins du Palais-Royal (8 Rue Montpensier), justo enfrente de la librería”, apunta Larrea. Estos jardines también fueron lugar de encuentro de numerosos escritores, atraídos por ese oasis de tranquilidad: “Parece que no estés en París, aquí encuentras calma en medio de todo”, reconoce Larrea. Stefan Zweig, Colette o Jean Cocteau fueron algunos de sus ilustres paseantes. En la actualidad, el visitante también podrá disfrutar de las obras de arte contemporáneas que se instalaron a finales del siglo XX: en especial, las columnas de Daniel Buren en la Cour d’Honneur, rayadas en blanco y negro, que ya se han convertido en otro de los (muchísimos) símbolos de la ciudad.
“No olvidemos que en verano, en París, el calor es sofocante”, advierte María Larrea, “los parisinos tenemos dos maneras de evitarlo: el aire acondicionado y las piscinas”. Los cines UGC Ciné Cité Les Halles (7 Place de la Rotonde) ofrecen películas en versión original, desde títulos independientes hasta blockbusters. Situados en el interior de un centro comercial, nos evitarán las horas del día más duras. “Y lo mejor al terminar tu película es acudir a la piscina Suzanne Berlioux”. O después de visitar el Louvre, el Museo de Artes Decorativas o el Museo de la Orangerie (y refrescarse después de ver los Nenúfares de Claude Monet), ya que esta fantástica piscina, secreto de los parisinos, se encuentra en el distrito I.
Nada mejor que terminar el día que un buen cóctel. “Harry’s Bar es todo un clásico de la ciudad, el lugar gracias al cual los parisinos descubrieron el concepto de cóctel”, cuenta María Larrea. Se inauguró en 1911, en el número cinco 5 de la Rue Daunou, donde permanece. Fue fundada por el famoso jockey estadounidense Tod Sloan, que originariamente lo bautizó como New York Bar y llevó a París esta nueva forma de beber un trago, trayendo también su imaginaría: una barra de caoba y unas sillas repujadas en cuero de aquellas coctelerías cercanas a la Penn Station. “Una decoración muy Ivy League, con sus camareros con camisa y corbata”, la describe Larrea. Más adelante, asediado por sus enormes deudas, lo puso en manos de su barman Harry MacElhone. La historia del bar, ya de Harry, no concluye ahí: son los orgullosos creadores del Bloody Mary, el SideCar o el Blue Lagoon. No hay mejor lugar para el fin de una jornada de turismo pero, si todavía nos quedan fuerzas, la escritora propone una última experiencia, siempre que no se nos haya hecho demasiado tarde: “El Jardín de Aclimatación es una visita fantástica: se trata del parque de ocio más antiguo de París, inaugurado en 1860″. Su creación se enmarca en el plan global de reestructuración y modernización de la capital impulsado por Napoleón III: “Pero ha sido recientemente renovado”. Desde los años ochenta, con el grupo LVMH gestionando la concesión de servicio público, ha experimentado una revitalización que lo ha convertido en uno de los destinos populares para los residentes y los turistas, recuperando su identididad original como parque, espacio de relajación, cultura y placer.
Álex Mor y el París de los artistas contemporáneos
Lo del galerista Álex Mor (Bogotá, 46 años) fue una profecía autocumplida. De niño, cursó sus estudios en el Liceo Francés y, enamorado tanto del idioma como de la cultura francesa, decidió poner el Atlántico de por medio y establecerse, en 1999, en la que sigue llamando la ciudad de sus sueños. Aunque en un principio el colombiano iniciase su carrera en marketing para la industria de la moda y la belleza, tras conocer a su pareja (y futuro socio), Philippe Charpentier, decidieron poner en marcha la galería Mor Charpentier, que abrió sus puertas hace 14 años en el barrio más apropiado para ello, en Le Marais, y donde, desde sus inicios, prestaron atención a artistas cuyas prácticas conceptuales están ligadas a realidades sociales, a la historia y la política de regiones geográficas del sur global: “Nos arriesgamos mucho, porque fuimos unos pioneros”. Funcionó.
Precisamente, Le Marais es la primera parada que propone este galerista: “Es el museo al aire libre más grande de París”, apunta; “es un barrio que alberga alrededor de 80 galerías. Para conocerlo, lo mejor es hacerse con el mapa gratuito del barrio y recorrer algunas de ellas. En este mapa se encuentran galerías muy establecidas e internacionales, como la de David Zwirner, que conviven con espacios artísticos autogestionados”. Un recorrido que permitirá al viajero hacerse una idea del vibrante ambiente artístico de la capital, lo viejo y lo nuevo, lo consolidado y lo emergente: “No olvidemos que, muy cerca, se encuentran también el Pompidou, el Museo Picasso o el Musée de la Chasse”. El centro de todo.
Pero Alex Mor advierte: “París es mucho más que el centro. Y, de hecho, esto es fundamental cuando hablamos de arte y artistas”. Precisamente, muchos artistas emergentes tuvieron que marcharse a espacios periféricos de París por el alto coste de la vida. Por eso POUSH debería ser “una parada obligada para cualquier amante del arte”, como apunta el galerista. Se trata de una colmena para jóvenes artistas que se sitúa una antigua fábrica de perfumes en Aubervilliers (Sena-Saint-Denis) que alberga distintos espacios de exposición multidisciplinar, pero también de creación: “A veces, puedes incluso echar un vistazo a los estudios y talleres de algunos de los artistas”. En este campus de aires industriales de 20.000 metros cuadrados se dan cita hasta 260 artistas consagrados y emergentes, guiados bajo la dirección de Yvannoé Kruger.
Todavía mucho más lejos del centro está nuestra siguiente parada: Romainville, una población de apenas 28.000 habitantes situada unos 15 kilómetros al norte de la ciudad. Allí se inauguró, en 2019, la Fundación Fiminco, que rehabilitó los antiguos laboratorios Roussel Uclaf y ofrece una residencia para artistas. En 2020, abrió sus puertas la escuela de diseño Parsons. Y la localidad está plagada de galerías (Air de Paris, Galerie Jocelyn Wolff, Galerie Sator, In Situ Fabienne Leclerc, Maëlle Galerie, Quai 36 o Galerie D): “Que, además, abren los domingos, cuando las galerías de París cerramos. Romainville es una muestra más de cómo el arte se encuentra no solo en el centro, sino también en la periferia”.
Su cuarta recomendación, más que un lugar concreto, es una pista para todo viajero que busque experimentar las nuevas tendencias artísticas de la capital francesa: “Thanks for nothing es un colectivo fundado y llevado por mujeres”, comienza explicando Álex Mort, “nacieron en 2017 con el deseo de vincular el mundo del arte contemporáneo y el del compromiso, pero también el de acercar este arte y este compromiso al público”. A través de su página web se pueden encontrar las actividades que realizan y apoyan alrededor de la ciudad: instalaciones artísticas, talleres o exposiciones con un profundo interés en los temas sociales.
“Por último, vayamos a Hangar Y (9 Avenue de Trivaux, en Meudon)”. El nombre ya nos pone sobre la pista: este espacio albergó, en 1884, el primer vuelo del mundo de un dirigible de circuito cerrado. Se había construído hacía tan solo unos años, en 1879, a partir de elementos de la galería de máquinas de la Exposición Universal. A día de hoy, se distribuye en tres espacios: el hangar Y (diseñado por el arquitecto Henri De Dion, profesor de Gustave Eiffel), el parque y la maleza. “Y es un espacio multicultural en el que hay eventos extremadamente diversos, con un programa de residencias y exposiciones, de nuevo, descentrizados del centro, que llevan la cultura a otros lados”, nos cuenta el galerista. En los próximos meses, con motivo de los Juegos Olímpicos de París 2024, el espacio también se transformará para la ocasión presentando eventos como Discofoot (una mezcla de fútbol y danza contemporánea) o la instalación in situ de una cancha de baloncesto gigante a cargo del artista Benedetto Bufalino y espectáculos de la Kivuko Compagnie.
Iñaki Aizpitarte y el París gastronómico
El chef Iñaki Aizpitarte (Hendaya, 52 años), hijo de inmigrantes vascos, se crio en el sur de Francia. La vida le llevó a instalarse definitivamente en París, después de aprender el oficio en Tel Aviv, a principios de los 2000. En 2006, abrió su restaurante. Sobre este, bautizado Le Chateaubriand (129 Avenue Parmentier), The Wall Street Journal dijo para celebrar su décimo aniversario, en 2016, que era “imposible no notar el efecto que Le Chateaubriand y su creador han tenido en la gastronomía parisina, donde restaurantes queridos como Septime y Saturne (ambos han obtenido el reconocimiento de Michelin), así como Au Passage, Spring, Le Servan y Frenchie, crecieron en el camino que abrió Le Chateaubriand”. Le Dauphine, su segundo restaurante, abrió en 2012, con el mismo nivel de excelencia. Ahora le llega el turno al tercero, Le Petite Grill Bar, este en San Juan de Luz, en el País Vasco francés, donde tiene una pequeña sala con su menú tradicional, de repertorio clásico vasco y francés, y también comida para llevar. Volver a sus orígenes “le da mucho placer”, confiesa el cocinero que, pese a todo, suele regresar a París una vez por semana.
Su primera parada en la capital es “una pastelería clásica” para abrir boca: La Vieille France (5 Avenue de Laumière), es decir, La vieja Francia en español. La también chocolatería y confitería tradicional parisina se fundó en 1834 y aquí no vale la experimentación, sino que su mostrador es un deleite para los amantes de las recetas de época. Entre las tartaletas destacan las de manzana, melocotón Mirliton, higos o fresas, y a nadie le resultará indiferente el bizcocho de chocolate con flor de sal.
“Si estamos en París, querremos comprar queso, ¿verdad?”, pregunta de manera retórica el chef. Él recomienda una quesería que se encuentra en las proximidades de Le Chateaubriand, La Fromagerie Goncourt (1 Rue Abel Rabaud). Aizpitarte siente debilidad por sus quesos de cabra, en los que se especializan. Esta pequeña quesería abrió sus puertas en 2013 de la mano de Clément Brossault, que descubrió el sabor de su país tras un viaje de 3.500 kilómetros en bicicleta por las regiones queseras francesas. Al volver a la ciudad, lo hace con un profundo respeto por la elaboración tradicional y la leche cruda, así como con el apoyo de 25 productores de su tierra. A día de hoy, su quesería, pintada de azul, es el lugar al que aventurarse para descubrir el amplio mundo de los quesos made in France.
A la hora de recomendar un restaurante, el chef tira para casa: justo detrás de Montmartre, se encuentra Le Maquis (53 Rue des Cloys), un pequeño bistró fundado por Paul Boudier y Albert Touton —quienes aprendieron en los fogones de su restaurante— en el que la gastronomía francesa se expande en un viaje alrededor del mundo, donde lo mismo puedes encontrar referencias italianas que coreanas. Es parte del encanto de este lugar que, además, tiene precios asequibles a mediodía y un menú razonable, por calidad y precio, por las noches. “Y si lo que buscamos es un bocado rápido, podemos ir a Anatolia Village (74 Rue du Château d’Eau): un coqueto restaurante kurdo que, entre otras muchas cosas, sirve unos deliciosos bocadillos”, recomienda Aizpitarte.
“No hay mejor lugar para terminar el día que CRAVAN (165, Boulevard Saint-Germain)”. Esta coctelería, ideada por el maestro francés de la mixología Franck Audoux, quien después de estudiar Historia y trabajar durante 10 años en una galería de arte contemporáneo, viró hacia el mundo gastro. Junto con Aizpitarte, fundó Le Chateaubriand y Le Dauphine. Unos años más tarde abrió CRAVAN en el número 17 de la Rue Jean de la Fontaine, en un establecimiento que data de 1911 y diseñado por Hector Guimard. Tal y como relata Audoux en su propio libro, French Modern Cocktails, esta invención americana aterrizó en Francia tras la Exposición Universal de París de 1889 y no fue hasta la década de 1930 cuando los franceses se reparopiarion del buen beber, tal y como ahora se conoce. En CRAVAN se puede disfrutar de tragos largos de coñac y copas de champagne, cócteles tradicionales como el Negroni o el Bloody Mary o las creaciones de Audoux. También hay platos para picar, como su famoso lobster roll.
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