Golubac, la fortaleza serbia a orillas del Danubio que anima a adentrarse después en Rumania
Un viaje en coche con inicio en esta fortificación medieval que continúa en el yacimiento de Lepenski Vir y, ya en el país vecino, hasta las cascadas de Bigar y el parque natural de Domogled-Valea
El ahora tranquilo avispero territorial de los Balcanes ofrece escapadas turísticas que hace no tanto no eran tan viables. Serbia no aparece entre los principales destinos para el viajero de a pie, pero sí gana enteros para los intrépidos con ganas de descubrir un territorio tan complejo en lo geopolítico como interesante al recorrerlo. Belgrado bien merece una visita para hacer valer su carácter de capital y, después, lanzarse a la aventura. ¿Qué tal una escapada de dos horas de coche para subir, o casi escalar, por los muros de un castillo medieval desde donde avistar territorio rumano con el río Danubio de por medio? De paso, adentrarse en Rumania para investigar esas zonas no tan inhóspitas. Para comer, contundente pescado del mismísimo Danubio: fresco, a la parrilla, con complementos y sazones sorprendentes. Un primer consejo, elegir calzado cómodo. Enseguida lo comprenderá. Bienvenido a Golubac (y alrededores).
El progresivo desarrollo de Serbia, con proyectos europeos de incorporarlos al club comunitario ante la siempre acechante influencia de Rusia, acarrea notables diferencias al tirarse a la carretera. La vía principal, una estupenda autovía, pierde anchura según se aleja de la capital. Ventajas: en temporada de fresas, vendedores ambulantes ofrecen su mercancía a precios pírricos en comparación con los habituales españoles. Atención: calcule bien la traslación de dinares a euros para no pagar demasiado. Desventajas: toca fajarse en carreteras secundarias, agrietadas, estrechas. El paisaje merece la pena con la curiosa orografía rumbo al Danubio, con llanuras prominentes y poco relieve, pues las montañas se hallan al sur del país y no al este, donde se erige Golubac en las orillas de ese cauce tan ancho que parece un lago.
La estampa, desde la lejanía, recuerda a esas míticas fortalezas de El señor de los anillos, castillos inexpugnables a menos que se tenga a mano el poder del anillo o se pague la entrada de rigor tras aceptar religiosamente la cola de acceso al complejo. Las taquillas ofrecen varias opciones en función de la amplitud del recorrido. Es recomendable coger el completo siempre que (como hemos dicho ya) los zapatos acompañen. Las escaleras esculpidas en roca viva, desgastadas por la erosión y el tiempo, invitan a resbalarse o a que quienes padezcan de las rodillas se aferren a las cuerdas para no esnucarse. Abajo, espectáculos de cetrería o dianas con arco y carcaj trasladan al medievo, tiempo en el que se erigió este monumental conjunto. Otra amenaza, según aseguran los carteles, es la presencia de serpientes venenosas. Mejor creérselo por si acaso. Arriba, desde las almenas, sin riesgo de saetas enemigas atravesando los cielos, se vislumbra un amplísimo paisaje con Rumania al fondo. ¿Cómo se sabe que es Rumania si los conocimientos en geografía balcánica, para la inmensa mayoría, se quedaron en la escuela? Por el roaming. La presencia rumana en la Unión Europea significa la llegada de un SMS con la cantinela de siempre, recuperar los datos perdidos en Serbia salvo adquisición de una tarjeta específica y permite, literalmente, llamar gratuitamente a través de WhatsApp a la abuela que vive en un pueblo de Burgos.
Los paneles del castillo ilustran los múltiples enfrentamientos históricos por la región. Bailes de reyes, dinastías, imperios, condes, traidores y traicionados hasta llegar a la actualidad en relativa calma. En una sala, restos de útiles de esos siglos, cotas de malla y espadas por doquier. Calma en el lugar, como la superficie del Danubio, solo agitada por pescadores y marineros de agua dulce cuyo producto recala en los restaurantes de los alrededores.
La visita a la fortaleza de Golubac despierta el apetito y remite a los asadores. La población habla estupendamente inglés —incluso castellano gracias a la no traducción de las series al serbio—, y explica la carta: pez gato, carpas, truchas y otros bichos de la zona. Riquísimos a la parrilla. Las exóticas salazones y los contundentes rebozados vacían las bandejas, precedidas por los típicos condimentos de por allí. El ajvar, una sabrosa especie de paté de pimientos, o el irresistible kaymak, una crema irresistible con el pan local (una especie de mollete). La cuenta mejora todavía lo anterior, pues se come barato, bien y deja buen sabor de boca para proseguir la ruta río, e historia, abajo. Concretamente, unos 40 kilómetros al sureste y 8.000 años.
El yacimiento de Lepenski Vir sirve para explicar —o al menos arrojar luz sobre ello— algunas claves de la prehistoria del este europeo. También ellos apreciaron el potencial económico, social e incluso cultural del Danubio como eje de su asentamiento, con la manutención asegurada. El desfiladero conocido como las Puertas de Hierro acredita la complejidad geográfica del lugar, con altísimas y escarpadas paredes cerca de las cuales se ubica este valioso legado. Las excavaciones de Lepenski Vir se ejecutaron a mediados del siglo pasado y permitieron hallar los antiquísimos hogares de estos ancestros balcánicos, esculturas bien conservadas y objetos usados en rituales presumiblemente religiosos, así como herramientas realizadas en piedra o hueso. Los historiadores consideran que estos vestigios neolíticos plasman el salto entre las agrupaciones nómadas hacia un sedentarismo basado en la agricultura.
Excursión rumana
Toca cruzar la frontera y volver al acceso sencillo a internet, buen aliado ante el riesgo de perderse. El oeste de Rumania cuenta con una característica indisociable de tantos bellísimos entornos de naturaleza desbordante: el jaleo de acceder a ellos. Unos 100 kilómetros separan Golubac de las cascadas de Bigar, unas enormes y caudalosas cataratas donde sentir impresión ante la fuerza del agua al precipitarse. Eso sí, no se tarda una hora en cubrirlos, sino en torno a dos. Despacito por si acaso.
Cerca queda el parque natural de Domogled-Valea, relativamente próximo en distancia geográfica pero de nuevo perjudicado por las carreteras sinuosas para desplazarse por estas regiones tan aisladas. Agua, cascadas, mucho verdor, bosques insondables, precipicios y paz, ingredientes con los que culminar esta escapada no tan popular en las guías de viaje. El Danubio se presenta como comodín para quienes recalan, sea como sea, en estos lares. Seguir curso arriba o curso abajo este río, troncal para la historia y el desarrollo de los países crecidos a su vera, regala experiencias, estampas y características sociales y culturales muy dispares.
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