Lo mejor de Belgrado en 12 pistas: leotardos, arte de vanguardia y barcos-discoteca
Es una de las ciudades europeas menos conocidas, pero en los últimos años la capital serbia se ha convertido en una atractiva escapada de fin de semana gracias a su marcha nocturna, sus precios (todavía baratos) y sus pocos turistas
Su convulso pasado reciente persigue la fama de Belgrado, y las huellas de la destrucción de la guerra de los Balcanes y de los bombardeos todavía se pueden apreciar en algunos de sus edificios, pero la capital serbia, dos décadas después, se ha recuperado completamente y está en pleno crecimiento.
Los viajeros pueden contemplar la confluencia del río Sava y el Danubio desde lo alto del Kalemegdan, la fortaleza y parque urbano que domina la ciudad, o sumergirse en el caos de las noches de Skadarlija, la zona de marcha. Habrá quien disfrute más respirando simplemente el aire de vacaciones que transmite Ada Ciganlija, la playa fluvial de Belgrado. Sea como sea, todos estos y muchos más atractivos han convertido la ciudad en los últimos años en una escapada a tener muy en cuenta. Aquí van 12 pistas por las que merece la pena descubrirla.
Más información en lonelyplanet.es y en la nueva guía 'Belgrado y Serbia de cerca', de Lonely Planet.
1. La ciudad blanca, entre una fortaleza y dos ríos
De Belgrado se dice que ha sido destruida y reconstruida 44 veces, 65 ha cambiado de amo y 10 de nombre. Quizás sea una exageración, pero su casco antiguo (Stari Grad) conserva huellas de sus múltiples pasados. La Ciudad Vieja se insinúa en un saliente rocoso entre el Sava y el Danubio, en el que siempre hubo una fortaleza controlando los dos ríos. En esta zona, el centro de todo, se descubren rastros otomanos en un ambiente que puede recordar a Oriente Próximo junto con edificios de claro aire centroeuropeo.
El punto clave de la ciudad antigua es Kalemegdan, el parque grande de los belgradenses y todo un símbolo de la historia de la ciudad. Es un lugar complejo que incluye una fortaleza, tumbas, subterráneos, monumentos, iglesias, museos, puertas, torres y fuentes, además de parques de ocio, un zoo e instalaciones deportivas. Pero, sobre todo, este es un lugar para encontrar rincones inesperados y privilegiados miradores de Belgrado y sus ríos. La parte interior del Kalemegdan, encaramada a la cima de la colina, es lo que llaman Gornji Grad (Ciudad Alta), con todo el aspecto de una fortaleza militar. Uno de sus rincones más bonitos y tranquilos es la puerta Defterdar, construida en el siglo XVII, uno de los pasos entre la Ciudad Alta y la Ciudad Baja y que es un vestigio del pasado turco de la fortaleza, además de un lugar ideal para disfrutar del ambiente tranquilo de la zona, casi aletargado, a la sombra de grandes árboles.
El modo más práctico para llegar a la Ciudad Baja (Donji Grad) es precisamente por la puerta Defterdar, donde se inicia el descenso con vistas a la confluencia entre los dos ríos. Esta parte del parque, enorme, acoge competiciones deportivas, conciertos y otros eventos a lo largo de todo el año. Uno de los lugares más interesantes de esta parte del parque es el baño turco, el único que queda en Belgrado de los que se mantenían activos en el siglo XVIII, reconstruido en 1964 para acoger el Planetario. Allí cerca está la puerta de Carlos VI (Kapija Karla VI), uno de los principales monumentos barrocos de la ciudad.
2. La zona bohemia y de marcha nocturna
Para salir de noche por la Ciudad Vieja tendremos que ir a Skadarlija y Cetinjska, los dos barrios más pintorescos de la capital serbia. Están muy cerca entre sí; en un breve paseo se pasa de Skadarlija, un barrio bohemio pero turístico, a Cetinjska. Muchos belgradenses no renunciarían por nada en el mundo a pasarse al menos una vez a la semana por alguno de los numerosos locales de Skadarlija, que consideran el alma del Belgrado más tradicional; otros, en cambio, lo consideran un escaparate falso creado para los turistas. También hay quien adopta un punto de vista intermedio y disfruta visitándolo al atardecer. A pesar de los visitantes es un lugar muy agradable, un barrio bohemio que siempre estuvo habitado por artistas y músicos, atravesado por la adoquinada Skadarska, una calle que va del bulevar Despota Stefana, cerca de Trg Republike, la plaza principal de la ciudad o el mercado de Bajlonova (Bajlonova pijaca).
Los fines de semana por la tarde, Skadarlija se llena de grandes grupos de turistas, mientras que de lunes a jueves, sobre todo cuando cae la noche, recupera el ambiente de las viejas kafane, las típicas tabernas tradicionales serbias. En Skadarska, además, se encuentra la fuente de Skadarlija, cuyos tres surtidores se ponen en marcha en primavera en señal de buen augurio. Por toda la calle hay numerosas kafane y restaurantes llenos de música, comida y alcohol, y a partir de medianoche aparecen los cantantes espontáneos.
3. Un trío de restaurantes históricos
La música de las orquestas y la cocina tradicional son el común denominador de los tres restaurantes históricos que se encuentran en la calle de Skadarska. Una profusión de flores fuera y de cuadros en el interior caracteriza al Šešir moj —mi sombrero, en castellano— (en el número 21), que ofrece una relación calidad-precio de lo mejorcito de la vía. En el número 29 espera el Tri Šešira (tres sombreros), que se distingue por su escudo con los tres gorros de paja. De sus paredes cuelgan partituras e instrumentos musicales, y tiene una discreta oferta de vinos y aguardientes caseros. El tercero está en el número 32 y se llama Dva jelena (dos ciervos); este conserva su espíritu original. Cuando abrió, en 1832, era lugar de encuentro de los cazadores y todavía hoy es famoso por su salmón a la brasa o el estofado de Šumadija.
4. Compras y arquitectura en la calle Kneza Mihaila
Esta calle peatonal, con fuentes, tiendas y muchos cafés, es un hormiguero de paseantes, corrillos y artistas callejeros y el lugar de paseo de la gente elegante de Belgrado. También es una de las principales arterias del centro. En la reforma urbanística de la segunda mitad del siglo XIX, Kneza Mihaila fue la primera calle trazada sobre el mapa, además de la elegida por muchas familias adineradas para construir sus casas. Fue también la primera calle de Belgrado que tuvo un nombre, ya que antes, durante la dominación turca, las vías no lo tenían.
Entre tiendas de lujo y viejas babe (abuelas) que venden leotardos hechos a mano se encuentran algunos de los edificios más importantes de la ciudad, un verdadero muestrario de estilos arquitectónicos entre los que destaca el art déco. Como por ejemplo un imponente edificio de 1926 con águilas imperiales esculpidas en la fachada que alberga el histórico restaurante Ruskyt Tsar (Zar de Rusia); o el que se alza en el cruce con la calle Zmaj Jovina, frente a la elegante fachada de la Fundación Nikola Spasić.
5. Un paseo por Kosančićev Venac
La imagen más animada del Belgrado de principios del siglo XIX la ofrecen las calles de Kosančićev Venac, un barrio de casas bajas tradicionales y calles empedradas que forma una isla (casi) peatonal. Es una de las zonas más agradables para pasear, salpicada de pequeños locales modernos y concept stores como Makadam.
Parada obligada es la Residencia de la Princesa Ljubica, una casa museo que en realidad es una majestuosa residencia cerca de la fortaleza turca de Kalemegdan con la que el príncipe Milos Obrenovic, en 1929, quiso presumir del control que tenía sobre la ciudad. En realidad, nunca llegó a ocuparla porque estaba demasiado expuesta a los ataques turcos, pero la que sí que vivía aquí era su mujer, la princesa, en el centro de la vida social de Belgrado. Hoy es una casa preciosa que imita la estructura de una vivienda turca, con dos pisos idénticos con dos salones, uno público, en la planta baja, y otro privado en la planta superior, solo para mujeres.
6. Dorćol: corazón histórico y alma hípster
El barrio de Dorćol, en el casco antiguo, procede de los tiempos de la ocupación turca. Su calle principal es Cara Dušana, bastante congestionada y deteriorada, pero básica para apreciar el ambiente de esta zona de pasado multiétnico (Dorćol deriva del turco dört yol —cuatro calles—, por ser una encrucijada de culturas en el período otomano). Las otras dos vías que hay recorrer para apreciar todo el ambiente de esta zona son Gospodar Jevremova y Gospodar Jovanova, dos tranquilas callejuelas arboladas que cruzan todo el barrio entre importantes monumentos y museos urbanos interesantes donde detenerse para ver algo interesante y comer y beber algo, rincones auténticos y locales hípster.
7. Una taberna imprescindible: Kafana?
Así, con interrogación. Kafana? (6 Kralja Petra) es la taberna más antigua de Belgrado y, quizás, una de las más bonitas de toda Serbia. Hay que visitarla sí o sí, aunque solo sea para tomar un café, pero es que, además, aquí se come bien. Las mesitas bajas de estilo oriental, las estufas económicas y la decoración en madera dan ambiente a la casa turca mejor conservada de la ciudad. En Kafana? sirven cocina serbia (reconfortantes čórbe, es decir sopas, pimientos rellenos, carne en grandes cantidades) desde 1823, aunque el lugar ha cambiado varias veces de propietarios. Uno de ellos le puso de nombre Kafana (taberna) de la Catedral, lo que el clero consideró una falta de respeto, por lo que el propietario lo cambió por un interrogante, a la espera de encontrar un nombre más adecuado, algo que, al parecer, aún no ha sucedido.
8. Por el centro de la ciudad y Savamala
La zona entre la plaza Terazije, el parque Pionirski y la plaza Slavija es el verdadero centro de Belgrado, el ensanche por el que creció desde la ciudad antigua, cuando se convirtió en la capital de Serbia, en 1841.
Su corazón es la plaza Terazije, que más que una plaza en sentido estricto es una explanada creada en el punto donde, hasta hace unos 150 años, se acumulaba y se gestionaba el agua pública: terazi en turco significa cisternas. En el lugar que ocupaba la antigua cisterna principal hoy hay una fuente. Enfrente se encuentra el Hotel Moskva, uno de los mejores alojamientos (y cafés) de la ciudad. Es una joya modernista de 1906, cubierto de oro reluciente y verde esmeralda, todo un símbolo de Belgrado.
Otro edificio simbólico de la zona es el edificio Albania, de estilo racionalista, que durante décadas fue el más alto de los Balcanes. En el flanco opuesto, donde Terazije se estrecha hasta convertirse en una calle, está la casa baja de color amarillo donde se proclamó la independencia del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos en 1918. Y hay más: el palacio Atenas, con sus dos puntiagudos chapiteles; el curioso edificio blanco y rojo de la Fundación Vuk, y la casa Krsmanović, un edificio modernista de 1912 reconocible por su cúpula verde cobre.
Tal vez la plaza más bonita de Belgrado es la del parque Pionirski, dedicada a los “pioneros” (que es como se llamaba a los alumnos de escuela elemental en tiempos de Tito). De hecho, antes era el jardín del Palacio Real, también llamado Palacio Viejo, construido como residencia para los soberanos de Serbia. Hoy el palacio es la sede del Ayuntamiento, pero el lugar ha sido escenario de numerosos acontecimientos históricos: entre 1919 y 1920 aquí se reunía el Parlamento del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y después, tras la II Guerra Mundial, acogió el Gobierno Yugoslavo y el Consejo Federal, entre otras instituciones. El edificio ha sufrido daños en diversas guerras, pero siempre ha sido reconstruido tal cual lo proyectó Aleksandar Bugarski, arquitecto del Teatro Nacional.
9. ‘Splavovi’, un plan para noctámbulos
Los splavovi (splav, en singular) son un clásico de la vida nocturna de la ciudad. Son unas barcazas o balsas (a veces simples embarcaderos sobre el agua) a orillas del río Sava ―y, en menor medida, también en el Danubio― transformadas en locales abiertos hasta tarde, discotecas, restaurantes y kafane donde se baila: los hay para todos los gustos. Aquí la fiesta dura hasta el amanecer, cuando los altavoces se desconectan y la luz diurna conquista el río.
Quien quiera vivir hasta el final la experiencia del desvelo en Belgrado, tras un primer repaso a los locales de Sajamski Kej, puede dirigirse a Novi Beograd, la zona que antes concentraba todos los splavovi. Allí están el Money Club, el Lasta o el Kucíca, el más informal de este tramo del Sava, que es en realidad una plataforma sobre el río,
Algunos splavovi dejan en las mesas botellas a disposición de los clientes: pueden ser muy caras, así que conviene pedir la consumición directamente al camarero.
10. Ada Ciganlija, la ‘playa’ de Belgrado a un paso del centro
Ada Ciganlija es un isla artificial en el centro del Sava que fue creada en 1908, pero no descubrió su verdadera vocación hasta 50 años después: fue en tiempos de Tito, con el Gobierno socialista, cuando se convirtió en un gran parque para entretener a la población, un lugar donde practicar numerosas actividades, incluso el esquí. Ahora, tras la recuperación de un pedazo de terreno cenagoso, es en realidad una península. Es allí donde está el Savsko Jezero, un lago artificial convertido en uno de los destinos preferidos de los belgradenses cuando hace buen tiempo.
En la práctica es la playa fluvial de Belgrado, y en los meses de verano puede recibir más de 300.000 visitas. La playa, de guijarros, tiene bares incluidos y no faltan vestuarios de uso público o tumbonas. Además, la isla está surcada por senderos que se pueden recorrer en bicicleta. El agua del lago es limpia, y se puede nadar libremente.
11. Zemun, casi un pueblo de pescadores en la ciudad
Zemun, en la orilla norte del Sava, hoy es un barrio atípico ya absorbido por la gran ciudad. Ubicado a unos ocho kilómetros del centro, históricamente siempre fue diferente de Belgrado, no solo una ciudad independiente, sino un bastión de otro Estado, el reino de Hungría. Hoy forma parte de la capital serbia, aunque sus habitantes se sienten diferentes y mantiene su encanto particular. Historia aparte, es evidente que Zemun es muy diferente al resto de la capital serbia: con su aspecto de barrio de pescadores, compuesto de casitas bajas y tortuosos callejones empedrados, no extraña que sus vecinos antepongan lo de zemunenses a belgradenses.
Además de las dos iglesias y la torre de Janko, al pasear por el río y los callejones de la zona nos encontraremos otros edificios históricos, entre ellos la casa de Ičko (Bežanijska 18), un rico comerciante de Belgrado que para huir de las persecuciones turcas se refugió en este inmueble con un alto tímpano blanco y gris; y la casa Karamata, uno de los mejores ejemplos de barroco en Zemun, donde en 1788 se instaló el cuartel general austríaco. La plaza Grande, la principal, acoge cada día un antiguo mercado de flores, alimentos y otros productos y las calles de los alrededores son una isla peatonal agradable para pasear, tomar un café y hacer compras.
12. Novi Beograd, socialismo y arte de vanguardia
Entre Zemun y el centro de Belgrado hubo siempre una especie de zona franca en la que no se construyó nada hasta la década de los cincuenta del pasado siglo. Una vez borradas las huellas del campo de concentración nazi, a esa zona se le llamó Novi Beograd y se convirtió en el símbolo más evidente de la gestión socialista de la ciudad. En 1947 Tito decidió transformarlo en el testimonio urbano y monumental del socialismo en Belgrado. Surgieron así edificios gubernamentales, anchos paseos rectilíneos y bloques de viviendas. Hoy acoge sedes de grandes empresas y bancos, centros comerciales y multinacionales.
Uno de los edificios más simbólicos de la zona es el Museo de Arte Contemporáneo (MoCAB), donde asomarse al constructivismo esloveno, al simbolismo serbio, a performances de vanguardia del Gruppo Gorgona, a los últimos trabajos de la célebre Marina Abramovic, todo ello en un edificio futurista construido entre 1963 y 1965 para que se convirtiera en el archivo del arte yugoslavo. Aunque los orígenes del museo se remontan a 1958, cuando se fundó la Galería de Arte Moderno que evolucionaría hasta convertirse en este gran proyecto, cuyo objetivo principal era ―y es― la puesta en valor y salvaguardia de una gran tradición de artistas modernos balcánicos.
De hecho, en las diversas repúblicas yugoslavas aparecieron numerosos artistas innovadores cuya obra se acumuló en este receptáculo, inmerso y aislado en el gran parque de Novi Beograd. Pero quien espere encontrar la enésima colección de realismo socialista se llevará un chasco, pues, desde los tiempos de Tito, Yugoslavia defendió, aunque dentro de ciertos límites, la libertad de expresión y la vanguardia del arte.
Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, Twitter e Instagram.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.