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De Barayo a Frejulfe: recorriendo a pie el paraíso asturiano más natural

En marcha por una senda costera de unos 12 kilómetros que se adentra por la salvaje costa occidental del Principado de Asturias entre bosques, playas, acantilados y pueblos marineros como Puerto de Vega

Asturias
El puerto de la villa marinera de Puerto de Vega, en Asturias.Alamy / Cordon Press

Condicionado por la orografía y unas deficientes comunicaciones, el occidente de Asturias fue históricamente un territorio aislado; un lugar en el que la tierra lucha acentuadamente con el mar en este recto y escarpado litoral. Pasada la blanca villa de Luarca, la desembocadura del río Barayo en la playa del mismo nombre ofrece uno de los paisajes más naturales del paraíso asturiano. Desde este enclave único avanzamos hacia el oeste para realizar una ruta de unos 12 kilómetros aprovechando una parte de la senda que discurre por la zona. Un recorrido por una franja caracterizada por acantilados partidos que, en algunos casos, acaban en islotes, hendiduras que albergan pequeñas calas y, al final, la playa de Frejulfe, en el concejo de Navia, que suaviza, con su arenal, la tosquedad de este litoral.

La playa de Barayo forma parte de una reserva parcial de 3,4 kilómetros cuadrados. A ella solamente se permite el acceso a pie. Carece de servicios. La senda costera de Navia, creada en 1988, la más antigua de todas las que forman la red del Principado de Asturias, permite introducirse en este paraje que reúne río, mar, dunas y bosque. Es un sendero balizado y señalizado. Veterano camino, pero desconocido. El descenso comienza por una pista desde las cercanías de la localidad de Sabugo que posibilita el acercamiento a la ribera del río. Solo los cantos de los pájaros rompen el silencio. Más adelante, será preciso abandonar la vereda para adentrarse entre la singular vegetación por la que atraviesa el arroyo que se cruza por un pequeño puente de madera para llegar al arenal. Aguas cristalinas en la que habitan algunas especies amenazadas como la nutria —difícil de avistar— y el ostrero. El río se acerca a la playa de Barayo por la parte más oriental, pero las compactas dunas le obligan a realizar un giro hacia el lado opuesto y a extender su curso por detrás de la arena hasta verter sus aguas en el Cantábrico por el lugar más occidental.

En el extremo este, por el que se accede a la playa, hacemos la primera parada para conocer una cueva llamada Las Sántinas, que cuenta con tres entradas y una galería (sin salida) formada por el oleaje. Eso sí, solo se pueden visitar con la marea baja. En sus cercanías se admite la práctica nudista. Paseamos a continuación por la playa en dirección al oeste, donde desagua el río, que permite apreciar la ensenada de arena fina y oscura, entremezclada con otra de color tostado. Pureza y quietud. En la punta occidental, antes de empezar a subir hasta el aparcamiento de Vigo para abandonar definitivamente el lugar, será necesario cruzar el río Barayo siempre que el nivel del agua lo permita. Después, una escalera incrustada en la pendiente, compuesta por 226 escalones de madera, lleva hasta la cima. Buen momento para volver a contemplar el paraíso asturiano más natural. Ese rincón guardado entre acantilados en el que el río traza en su desembocadura, como brillante final, un estuario con varios meandros ocupados por juncales y cañaverales.

La playa de Barayo forma parte de la reserva natural parcial del mimso nombre.
La playa de Barayo forma parte de la reserva natural parcial del mimso nombre. Alamy / Cordon Press

Desde el aparcamiento, la ruta continúa en dirección a Punta los Anaos —también denominada Cuerno de Vigo—, que cierra por el oeste la ensenada de Barayo. Entre pequeños matorrales y algunos helechos —también se pueden encontrar pinos en algunos puntos—, la senda prosigue entre campos de cultivo y pendientes. En este tramo, el saliente de Romanellas y sus islotes añadidos constituyen una prominencia relevante hacia el norte. En sus piedras viven percebes —los de esta zona son extraordinarios— y otros mariscos, además de aves como los cormoranes y los ostreros. Superada otra punta, la de El Castro, y la ensenada de Asteiro, la senda llega a Puerto de Vega después de recorrer casi siete kilómetros.

A esta localidad de larga tradición marinera, Pueblo Ejemplar de Asturias en el año 1995, se entra por el Paseo de Baluarte, que alberga unos cañones del siglo XVIII. Puerto de Vega, enclave estratégico que fue la primera aduana de Asturias, antaño puerto ballenero, todavía mantiene actividad pesquera centrada en especies como el percebe, el bonito del norte y el pulpo. Aquí pasó sus últimos días, antes de fallecer en 1811, el escritor, jurista y político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos. En el plano cultural, merece una visita relevante la iglesia de Santa Marina, declarada monumento histórico artístico, y su retablo barroco.

Vista aérea de la villa marinera de Puerto de Vega, en Asturias.
Vista aérea de la villa marinera de Puerto de Vega, en Asturias.Alamy / Cordon Press

Aquí existe una amplia oferta gastronómica, por lo que puede resultar una buena opción para reponer fuerzas. De todos ellos, el restaurante Sidrería Jorge supone una buena elección para degustar pescados salvajes de la zona y arroces.

Una vez recorrido el puerto pesquero será el momento de subir hasta las inmediaciones de la capilla de La Atalaya para volver a la senda costera. Dirección oeste, la ruta sigue. Muy cerca está la playa de La Losera, una pequeña cala de 50 metros con cantos rodados y piedra a la que se accede a pie. Antes de llegar al pinar de El Castiel, en el kilómetro nueve de la senda, aparece el islote de Isla de Vega o de Soirana, llamada así porque pertenece a este núcleo rural. Accesible solo en bajamar, es otro emplazamiento privilegiado para el percebe.

La playa de Frejulfe (Frexulfe, en asturiano).
La playa de Frejulfe (Frexulfe, en asturiano).Alamy / Cordon Press

El kilómetro 12 de la senda costera naviega se sitúa en las inmediaciones de la playa de Frejulfe (Frexulfe, en asturiano). Largo arenal de 820 metros de longitud, rectilíneo, arena oscura y más bien gruesa, es un espacio declarado monumento natural y cuenta con bandera azul. Dispone, por tanto, de todos los servicios, y supone un buen remate para finalizar la ruta. En esta playa, abierta y orientada al norte, el baño suele restringirse, puesto que presenta en ocasiones un fuerte oleaje y peligrosas corrientes. Muy apreciada por los surfistas, la zona más aconsejable para darse un remojón se sitúa en el oriente de la playa en la que desemboca el corto río de su mismo nombre. Aquí también esperan marismas de estimadas especies —al parecer, algunas de ellas solamente existen en esta playa— y aves marinas protegidas, además de una relevante vegetación del cordón dunar. En la parte más apartada del agua se despliega un poblado bosque de pinos y eucaliptos. En sus proximidades, el chiringuito La Mar de Fondo puede servir para degustar su interesante oferta gastronómica mientras se contemplan las bellas puestas de sol de la zona. Un delicioso broche final.

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