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Le Nouveau Printemps: una espiral de futuro en la rosada Toulouse

El festival de arte contemporáneo reinventa un barrio histórico de la ciudad francesa: el burgués Les Carmes - Saint Étienne, cuyo corazón late entre una catedral del siglo XIII y un mercado coronado por un sesentero aparcamiento helicoidal

Le Nouveau Printemps Toulouse
La artista Mimosa Echard ha intervenido la antena 5G que corona el 'parking' de Les Carmes de Toulouse para el festival Le Nouveau Printemps 2024.Lydie Lecarpentier Thomas
Patricia Gosálvez

En la cripta del Palacio de Justicia de Toulouse, una artista relaciona las acusaciones públicas medievales con el escarnio en redes sociales; en la mansión renacentista de los Assézat, un vídeo ensayo expone las heridas del cambio climático. En el convento de los Agustinos hay un filme rodado con una cámara termal y en el de los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén, una instalación que evoca, con motillos fosforescentes y música tecno, una discoteca de finales de los ochenta. Algo pasa en el centro de la ciudad francesa esta primavera: una treintena de obras contemporáneas han tomado el barrio medieval de Les Carmes - Saint Étienne, ocupando instituciones, museos, parques, plazas y coquetas tiendas.

El festival Le Nouveau Printemps, que lleva tres décadas celebrándose bajo distintos nombres en torno a Toulouse, cambió de formato el año pasado. Siguiendo un recorte presupuestario, su nueva presidenta, Eugénie Lefebvre, imaginó una fórmula más manejable, “un barrio, un artista”, según la cual un creador ejerce de comisario de una colección de obras producidas para ocupar un solo distrito durante el mes de junio. “El evento se integra en la vida del barrio, participan los escolares, los comerciantes, las asociaciones de vecinos... y sirve para descubrir lugares más allá de los hitos turísticos”, dice Lefebvre en el estupendo castellano que aprendió de Erasmus en Madrid. El comisario es el cineasta y autor Alain Guiraudie, revelación en el Festival de Cannes de 2013 donde su thriller homoerótico El desconocido del lago se llevó el premio Una Cierta Mirada. Él también se defiende en castellano, como muchos de los vecinos de esta ciudad que si te escuchan hablarlo se animan a charlar. Aquí recalaron muchos exiliados de la Guerra Civil y la recesión posterior, y aún se nota. “¡Toulouse es una ciudad muy española!”, dice Guiraudie. “La gente vive en la calle, es nocturna, le gusta la fiesta... aunque ahora se haya gentrificado un poco y sea más burguesa que la Toulouse de mi juventud”.

Entonces se podía pasar la noche en blanco de bar en bar, asegura el cineasta, que vivió aquí de veinteañero, y solía tomarse la última contemplando el amanecer desde la azotea del parking de Les Carmes, “el corazón retrofuturista del barrio”.

Eugénie Lefebvre y Alain Guiraudie, presidenta y comisario de Le Nouveau Printemps, frente al parking de Les Carmes de Toulouse (Francia).
Eugénie Lefebvre y Alain Guiraudie, presidenta y comisario de Le Nouveau Printemps, frente al parking de Les Carmes de Toulouse (Francia).Franck Alix (FranckAlix)

Un día entresemana, casi a medianoche, aun hay bullicio en las terrazas, donde la gente toma algo después de cenar en los numerosos bistrós. El aparcamiento es una sesentera espiral proyectada por Georges Candilis que corona el mercado gastronómico del barrio. Una caracola de hormigón blanco en medio de un mar de ladrillo rosado. Su azotea ofrece la mejor panorámica de la ciudad, en el centro una antena 5G que la artista Mimosa Echard ha intervenido para mostrar en una pantalla led el feed de imágenes de su móvil, jugando con la dualidad entre lo público y lo privado.

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Todo el festival se basa en poner a dialogar “lo utópico y lo distópico, lo mítico y lo prosaico”, dice el comisario, y en “encontrar la belleza en los sitios más inesperados”. Un ejemplo: en el recoleto jardín que hay en la trasera de la catedral, una instalación titulada ¿Dónde repartiremos las cenizas del viejo mundo? hace arqueología del presente convirtiendo los restos de una obra en las oficinas de Airbus (ubicada a las afueras de la ciudad) en una escultura. Anodinos trozos de tornos, barandillas, rampas y verjas se verticalizan en una construcción que refleja la ascensión de la catedral. No es la más bonita de las basílicas. “¡Pero el edificio resume perfectamente las tensiones del siglo XIII!”, dice entusiasmada la guía municipal Céline Gazel (el Ayuntamiento ofrece multitud de tours, del gótico al grafiti). Sus explicaciones consiguen que Saint-Étienne crezca en atractivo: perece hecha a trozos porque lo fue. La “catedral inacabada” tiene dos mitades muy marcadas, una ejemplifica el gótico meridional, del sur de Francia, más simple y humilde, sin ojos ni transepto, con una solo nave. La otra mitad, posterior, mira al norte de Francia, y se carga de gárgolas, arcos, decoraciones y un enorme rosetón gótico. Aspiraba a parecer Notre Dame, pero los roces entre el obispo de Toulouse y el Papa hicieron que este cortase el grifo y no se pudo derruir la primera mitad, ni terminar del todo la segunda. Y así quedaron, desalineadas, con una nave dislocada y la altura rota.

La obra '¿Dónde repartiremos las cenizas del viejo mundo?' frente a la catedral de Saint-Étienne.
La obra '¿Dónde repartiremos las cenizas del viejo mundo?' frente a la catedral de Saint-Étienne.Damien Aspe

Identidad de ladrillo

Como casi todo Toulouse la catedral es de ladrillo. La arcilla le dio el apelativo de “la ville rose” (la ciudad rosa), aunque el eslogan es reciente: solo a partir de los años cincuenta se reivindicó el carácter identitario del humilde material (utilizado por carecer de canteras cercanas). En el siglo XVIII se intentaba ocultar revocando las fachadas, y en el XIX, se mezclaba la arcilla con tiza para que el color dorado resultante pudiese pasar por piedra. En la triangular Place de la Trinité se pueden ver, una junto a otra, tres fachadas de las distintas épocas coloreadas por el tenue salmón del enfoscado, el rojo del ladrillo desnudo y el amarillo que trata de imitar materiales más nobles.

Tres ejemplos de fachadas en la Place de la Trinité, de izquierda a derecha, revoco del siglo XVIII, ladrillo rojo de los años cincuenta y ladrillo amarillo del XIX.
Tres ejemplos de fachadas en la Place de la Trinité, de izquierda a derecha, revoco del siglo XVIII, ladrillo rojo de los años cincuenta y ladrillo amarillo del XIX. Patricia Gosálvez Reyes

El rosa no es el único color de Toulouse, marcada por dos flores: la violeta y el glasto. El morado de la primera se encuentra sobre todo en las tiendas de recuerdos donde hay jabones, el famoso licor, caramelos y popurrís de flores secas para aburrir... El azul del glasto, también llamada la hierba Pastel (Isatis Tinctoria), enriqueció a la región durante el Renacimiento (hasta que fue sustituido por el añil, más fácil de elaborar). La producción y comercialización de este tinte, “oro azul”, puso los pilares de las grandes fortunas de la ciudad y de sus palacetes. La riqueza se mostraba hacia afuera en el azul de las contraventanas de madera y en las torres de los hôtels particuliers (a más y más altas, más poderosa la familia), pero estas mansiones del XVI tienden a cerrarse al paseante tras verjas y patios privados. El festival abre algunos, como el Hôtel de Bruée, una mansión hoy dividida en varios despachos de abogados, que presta sus elegantes arcadas para exponer las fotos de Alain Guiraudie.

Fotografías del cineasta Alain Guiraudie expuestas en el Hôtel de Bruée, en Toulouse.
Fotografías del cineasta Alain Guiraudie expuestas en el Hôtel de Bruée, en Toulouse.Damien Aspe

También el Museo de Artes Decorativas Paul-Dupuy fue un palacete renacentista adquirido a principios del siglo XX por el heredero de una gran fortuna de comerciantes de especias para alojar su colección de objetos. Relojes, vajillas, lámparas, zootropos, textiles, peinetas o armas antiguas conviven estos días con las rompedoras obras contemporáneas de artistas como Tom de Pekin.

El festival se cuela incluso en las tiendas del barrio, como la colorista boutique Antoine et Lili de la comercial Rue Croix du Baragnon, o la deliciosa Criollo Chocolatier, junto a la catedral, donde han preparado tres bombones para celebrar el evento. Hasta en los parques hay obras: las irónicas figuras de cartón de Mazaccio & Drowilal se escoden de imaginarios paparazis entre los arbustos del Jardin Royal, que junto a los otros dos parques anexos del XVIII —Grand Ronde y Des Plantes— encadenan más de 13 hectáreas de verde, el último color que adorna el centro de la ciudad.

Exposición de Tom de Pekin en el Museo de artes decorativas de Paul-Dupuy.
Exposición de Tom de Pekin en el Museo de artes decorativas de Paul-Dupuy.Damien Aspe

El paseo por el barrio acaba junto a este triángulo verde, en el Monumento a la Gloria de la Resistencia, un brutalista pasillo subterráneo de hormigón que el español afincado en Toulouse Pablo Valbuena ha transformado en una emotiva e incómoda instalación de luz y oscuridad que se recorre junto a las voces poéticas de distintas resistencias: la francesa a los nazis, pero también la de Miguel Hernández, Neruda o la de los poetas palestinos. Valbuena no conocía el monumento, a pesar de llevar 15 años en esta ciudad que describe como “accesible, con ambiente y acogedora”. “Esa es la idea de este festival”, dice su director artístico, Clément Postec, “descubrir, en un paseo, otro Toulouse”: “Le Nouveau Printemps no es una bienal, tiene escala humana, se puede recorrer a pie tranquilamente en un par de días”. “No da fomo, dice, refiriéndose a ese miedo tan contemporáneo a perderte algo, “solo placer”.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.
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