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Por el Fuciño do Porco con cita previa

El paisajístico camino en la ría lucense de Viveiro pone límites a los visitantes este verano: 25 personas cada 45 minutos

El zigzagueante camino del Fuciño do Porco, en O Vicedo (Lugo).
El zigzagueante camino del Fuciño do Porco, en O Vicedo (Lugo).Enrique Díaz (getty images)

La bajada a la punta del Fuciño do Porco, en O Vicedo (Lugo), se concibe como una ruta escalonada hasta el extremo de un promontorio de la ría de Viveiro. Tal excursión, de unos cinco kilómetros, ha alcanzado este verano el rango turístico que diferencia los destinos naturales masificados, esos que disfrutan del magnetismo mediático y a los que hay que regular para evitar su degradación. Una limitación de aforo que busca también cumplir los protocolos sanitarios y la distancia social por la pandemia del covid-19.

Desde el pasado julio y también durante este mes de agosto, cualquier persona (mascotas incluidas) que quiera experimentar esta serpenteante fiesta para los sentidos en la costa norte gallega debe reservar plaza a través de la web puntafucinodoporco.gal. Así se dispone de un rango de 12 horas —entre las 9.00 y las 21.00— lo suficientemente amplio como para organizarse a lo largo del día, a diferencia de la playa de Las Catedrales, en Ribadeo (a unos 60 kilómetros), el bombazo turístico de la Mariña Lucense, sujeta al capricho de las mareas y que también requiere reserva (ascatedrais.xunta.gal).

Del aparcamiento se invierten unos 20 minutos en caminar, bajo sombra de eucaliptos, hasta la zona del control de acceso, enclavada en la cima del acantilado, junto a paneles informativos y bancos circulares. Es el momento de presentar el comprobante de la reserva (sin problemas de cobertura), a partir de cuyo instante empiezan a correr los 45 minutos de plazo estipulado para que 25 personas vayan y regresen por el tan zigzagueante (tal es el desnivel) como pintoresco camino de poco más de un metro de anchura. Al cabo del día, un máximo de 425 personas recorren la punta Socastro, muchas de las cuales abrazarán encantadas el ecologismo militante.

Pasarelas del Fuciño do Porco, en O Vicedo (Lugo).
Pasarelas del Fuciño do Porco, en O Vicedo (Lugo).Joaquin Ossorio-Castillo (getty images)

Conviene aclarar que el Fuciño do Porco —Morro de Cerdo en castellano, llamado así por tener desde el mar cierta similitud con una boca porcina— es el camino del personal de mantenimiento de la baliza luminosa, razón de que los escalones de cemento, los 400 metros de barandilla y las pasarelas instaladas en los puntos más críticos sean por cuenta de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao. Se pide extremar las precauciones los días de temporal y un uso responsable del vallado: tocarlo lo menos posible (como medida frente a la covid-19) y jamás encaramarse a ellas en busca del selfi del verano. Los niños, siempre de la mano. Si las rocas aplitas, de origen volcánico, alternando con el negro ferruginoso, logran una gran belleza cromática, casi lo es más la playa salvaje de Pereira, inaccesible a pie, vista en picado.

Para quienes se animen a recorrerlo, una pista: es vox populi que el chiringuito-restaurante de la cercana playa de Abrela lo regenta un pescadero de O Vicedo, lo que garantiza materias primas con las que chuparse los dedos, en especial sardinas cantábricas. Otra sorpresa morrocotuda junto a Abrela es el alojamiento Porto do Val (thecliffsofloiba.com), una recóndita fabrica de salazón reconvertida en una casita bien equipada y decorada con obras del artista lucense Otero Regal. Su puerta se encuentra a no más de tres metros del mar.

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