Midi d’Ossau, corazón de lava
Una sencilla excursión conduce al refugio de Pombie, en la región del Béarn, donde admirar de cerca el perfil imponente de este antiguo volcán del Pirineo francés
Pombie es una isla. Flota en un opaco mar de nubes que las horas más calurosas del día tardarán en disipar (…). De vuelta en el refugio, aunque las últimas luces ya han abandonado la cara sureste, dedico unos momentos a contemplar la pared con los prismáticos… Sigue pareciendo un escudo de mármol”. Christian Ravier, experimentado escalador y guía de montaña francés —hijo y sobrino de una de las cordadas míticas de los Pirineos (los hermanos Jean y Pierre Ravier)—, describe así la gran mole del Midi d’Ossau. Su magnetismo es innegable. Un formidable gigante pétreo que roza los 3.000 metros de altura en el valle francés de Ossau, en la región del Beárn, justo al otro lado de la frontera del Portalet, dentro del parque nacional de los Pirineos. Ravier lleva contemplando esta montaña desde hace 40 años. “Mi primera vez en el Midi fue con 15 años; subí a escalar con mi primo. Escogimos una vía muy repetida, la sureste clásica, pero nos confundíamos de camino muchas veces en medio de la pared. Cada vez que nos perdíamos, el guarda del refugio de Pombie, que seguía nuestra escalada desde abajo, golpeaba una cacerola. Así retornábamos al itinerario correcto”, cuenta.
Desde la primera ascensión a su cima (2.884 metros), en 1787, el Midi d’Ossau ha cautivado a montañeros y escaladores de ambos lados de los Pirineos. Y no solamente a ellos. Su silueta reclama la atención de cualquiera: las dos cumbres principales, en forma de cuernos, se recortan limpiamente en el horizonte sin otras elevaciones de su porte alrededor. “Es una montaña solitaria, bífida, sobre todo vista desde Pau”, la describe Ravier, quien reside en esta ciudad francesa. “Y es especial porque tiene dos ambientes muy diferentes en sus vertientes norte y sur”.
Un escenario pirenaico, montañero, pero al alcance prácticamente de cualquiera: una excursión muy asequible, de entre hora y media y dos horas por una senda ancha y cómoda incluso para niños, conecta el aparcamiento de Anéou (1.780 metros) hasta el mencionado refugio de Pombie (2.032 metros), bajo la imponente cara sureste del Midi.
El valle de Ossau
La ruta comienza relajadamente, con un primer tramo que cruza el río Gave du Brousset y serpentea, en ligero ascenso, entre las praderas que acogen la trashumancia ovina en el valle de Ossau; a principios del mes julio, los lanudos rebaños de razas manech y bearnesa ascienden hasta el circo de Anéou para disfrutar de los pastos estivales. Hacia la izquierda, la vista se detiene en el Pène de la Glère, pico de 2.308 metros cuyo perfil recuerda vagamente al del asturiano Naranjo de Bulnes. Hacia la derecha, las dos puntas del Midi asoman ya tras un prominente talud hacia el que enfila el camino tras dejar a mano izquierda la cabaña de pastores de Senescau.
Llega la parte más exigente del recorrido; la pendiente se endurece y dibuja un zigzag de desnivel sostenido que corta la ladera hasta alcanzar el collado de Soum de Pombie (2.110 metros), el punto más alto de la excursión. Un buen lugar para darse un respiro o, si se quiere, aproximarse en pocos minutos hasta la cercana cota de Soum de Pombie, donde se abre una gran panorámica al valle de Ossau y el perfil del Midi comienza a agigantarse.
De vuelta al collado, lo que resta hasta el refugio de Pombie es un camino agradable y en ligero descenso que, hacia la derecha, se abre vertiginoso al valle a través de amplias e inclinadas laderas color esmeralda donde pastan caballos y asoma la cabeza una divertida marmota. “El ambiente es el mismo que antaño”, dice Ravier. “No hay más gente escalando en la pared, cuyas vías conservan su carácter original; tampoco hay más senderistas que antes. Solo ha cambiado una cosa…, la gente que corre”. En efecto; en este último tramo hasta el refugio de Pombie nos adelantan varios grupos de ágiles trailrunners o, lo que es lo mismo, corredores por montaña.
La negra piel del Midi atrae al llegar a Pombie; imposible apartar la mirada. Un vasto paredón de roca andesita que delata el origen magmático de la montaña. Lo que contemplamos es el interior de un volcán: formado hace unos 300 millones de años, el cono se desgarró y la posterior erosión dejó a la vista el contenido de la chimenea, una mole de dura piedra —lava solidificada en su origen— repleta de cicatrices por las que ahora progresan cordadas de escaladores. Hacia el lado opuesto, entre el skyline pirenaico, se distingue el valle de Arrious y las puntas del Pic Palas y el fronterizo Balaitús, el primer gran tresmil de la cordillera desde su extremo occidental.
El interior de la montaña
Cuando termina el ensimismamiento, toca valorar las opciones para prolongar el camino que nos ha traído hasta Pombie. La primera, sencilla, consiste en subir hasta el collado de Suzon —unos 30 o 40 minutos de caminata extra desde el refugio— para contemplar al otro lado la continuación del valle de Ossau. También para echarle un vistazo a la cara este del Midi, por la que discurre una segunda elección: subir hasta la cumbre por la ruta normal. Pero eso son palabras mayores. Es vertical, requiere buena forma física, dormir una noche en el refugio (se puede reservar plaza en refugedepombie.ffcam.fr) y contratar un guía, pero según Christian Ravier (christian-ravier.com) “es una vía apta para personas sin experiencia en montaña, divertida, que incluye un poco de escalada muy fácil”. La recompensa al esfuerzo —“unas ocho horas, entre subida y bajada desde el refugio”, concreta— es contemplar tanto la panorámica somital como el interior del Midi d’Ossau. Desde el Grand Pic, una arista serpentea desgajando la montaña al conectar sus cotas secundarias, el Petit Pic y las puntas Aragón y Jean Santé. “Es más que una montaña”, dice Ravier, “es un macizo que propone un viaje interior por sus cumbres”.
Si no hay ganas de despegar los pies del suelo, las alternativas pedestres son magníficas. Por ejemplo, el cercano pico Peyreget (2.487 metros), excelente punto de observación del Midi, queda a unas dos horas de camino desde el refugio. Hechas las fotos de rigor desde su cima, solo quedará retornar al aparcamiento de Anéou a través del Col de l’Iou en otro par de horas de marcha.
Antes de regresar a España por el Portalet, conviene conducir unos kilómetros en dirección contraria hasta Pont de Camps para llevarse un buen sabor de boca: un trozo de fromage de Ossau elaborado artesanalmente en una quesería anclada, como el Midi d’Ossau, en épocas más pretéritas.
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