Sa Canova, una Mallorca natural y naturista
Las dunas de Sa Canova, un nuevo hotel y el ‘sunset bar’ de moda, hermanados en este planazo lúdicoplayero por el noreste mallorquín
El acelerado proceso de urbanización del litoral balear ha respetado tan solo un puñado de tramos vírgenes. Lo que Es Trenc es al sur de Mallorca, es Sa Canova a la costa de septentrión: un claro retrato de ecosistema de alto valor ecológico que mantiene vivo una extensión de arena blanca de 1,7 kilómetros que hace geografía entre las urbanizaciones de S’Estanyol (Artà) y Son Serra de Marina (Santa Margalida). Ello gracias a la campaña conservacionista de los pasados años noventa que contó como valedores a artistas de la talla de Miquel Barceló (a la sazón vecino de Artà) o Antoni Tàpies.
El pasado mes de mayo abrió sus puertas en S’Estanyol el cuatro estrellas Es Blau des Nord, único hotel en primera línea de mar en cerca de 45 kilómetros de costa mallorquina. Aceptan mascotas y siempre es buena idea apuntarse a las excursiones de paddle surf y kayak que guía Joan Bonet, y cuyos itinerarios alcanzan el puertito de Es Caló. El restaurante del hotel cuenta cada día con más devotos (precio medio, entre 18 y 20 euros por comensal). Todo permanece abierto hasta el 30 de octubre.
Desde el hotel, solo hay que caminar medio kilómetro de bahía de Alcúdia para que la naturaleza se haga sentir por todas partes. La densa mancha de pinos y sotobosque asociado apunta a una playa dormitiva en la que sorprende invitadoramente la arena ascendiendo entre pinos y sabinas por el empuje de la tramontana, dejándose sentir su influencia hasta dos kilómetros tierra adentro. No internarse en el bosque los martes y jueves, días en que se organizan cacerías.
Las dunas consolidadas, aunque frágiles, están defendidas por un cordón ensogado y colonizadas por especies características de las playas intocadas –lirios, cardos marinos, gramas-, sin contar la pasarela al mar, como no podía ser menos en un Lugar de Interés Comunitario. Los sentidos se agudizan. A lo que se añade el jugueteo visual que ofrece la silueta de la sierra de Tramontana y el cabo Pinar asolapado en el de Formentor, generando una falsa sensación de unidad.
A Sa Canova acuden naturistas de modo recurrente, así como paseantes. A fuer de natural, la posidonia oceánica alfombra la orilla como bioindicadora que es, además de producir arena y asegurar que este ecosistema resista la erosión invernal. Solo hay que buscar algún canalillo que nos permita entrar en el agua. De no verlo claro, en S’Estanyol podemos chapotear en la cala Tonó, significada por un madero clavado en la arena, que el invierno devuelve a la orilla cada año. Hablando de reciclajes y justo en medio de Sa Canova, un vecino se ha complacido en recomponer un barco con las maderas que arrojan las corrientes.
Cuando el astro rey se zambulle detrás del cabo Formentor, el must es el picoteo frío y los gin-tonics en los sofás de la terraza chill out El Gaudí, situada en Colònia de Sant Pere.
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