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Monos despertador en la playa brasileña de Pipa

La periodista Brenda Chávez relata uno de sus viajes favoritos

La periodista Brenda Chávez.
La periodista Brenda Chávez.

La autora del ensayo titulado Tu consumo puede cambiar el mundo (Península, 2017) está a punto de viajar a Uganda y Tanzania. Mientras hace su equipaje, conversamos con ella para que nos cuente uno de sus viajes favoritos: su estancia en la playa brasileña de Pipa.

¿Es muy turístico Pipa?

Es un pueblo pesquero del noreste del país. Cada vez hay más turismo, pero todavía no está muy masificado. Sería un equivalente a Tarifa, pero en Brasil. Además, como fuimos en septiembre, ya no había tanta gente.

Qué hacía un día cualquiera allí.

Fui con mi pareja de entonces y los dos queríamos explorar por nuestra cuenta los alrededores, así que alquilamos una moto para movernos por distintos sitios. Comíamos siempre en restaurantes locales o en la playa, y regresábamos a Pipa por la noche.

¿Dónde se alojaban?

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En la Pousada Ecovíla Spa da Alma, donde cada huésped tiene su ecocabaña. El restaurante estaba en una cabaña central. Allí te encontrabas con los otros residentes para desayunar o cenar. Y había una piscina también.

Pensé que estarían junto a la playa.

Estábamos a 500 metros del mar, pero nos separaba una duna gigante. Bajarla no era un problema, pero la subida era desesperante: como era muy inclinada, te ibas cayendo hacia atrás. Por eso usábamos la moto para ir a todas partes, incluso a la playa.

¿Cuál era su dieta vacacional?

Vivíamos a base de pescado y zumos. Comprábamos fruta por allí, aunque en la propia playa había vendedores de agua de coco o zumo de fruta servido en una piña. Los vendedores pescaban allí mismo y te cocinaban el pescado a la brasa al momento. Es su forma de vida, aprovechando los recursos naturales de la zona.

Además de peces, ¿vio algún otro animal?

Muchos. De hecho, cada mañana nos despertaban los monos, que entraban en nuestra cabaña a ver si habíamos dejado comida por ahí. También había unos pavos reales que nos servían como despertador con sus graznidos. Y a metro y medio, en el mar, nadaban los delfines.

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