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Sed nocturna de faros

En Tossa de Mar y en A Illa de Arousa, cenas y copas en las terrazas de dos faros peninsulares que hechizan con su haz luminoso

Terraza junto al faro de Tossa de Mar (Girona).
Terraza junto al faro de Tossa de Mar (Girona).

Tomarse una copa bajo un faro encendido es una experiencia multisensorial, sea por la luna y las estrellas, bien por los destellos, símbolos de civilización, que guían y acompañan. La terraza del faro de Tossa de Mar (Girona) nos eleva al cabo d’Or, promontorio arbolado al que pocos llegan por ignorancia, absortos en la belleza del recinto amurallado.

La terraza junto al faro de Tossa de Mar, de noche.
La terraza junto al faro de Tossa de Mar, de noche.

De día, la antigua vivienda del torrero invita a un recorrido multimedia por los faros del Mediterráneo; al anochecer, la terraza del bar es el lugar ideal para alternar el paso de transbordadores con música en directo (jueves y domingo), la cadencia medida de la óptica giratoria con típicas albóndigas de calamar o el cóctel Ava Gardner, preparado con fresas, vodka, Cointreau y hielo picado. La estatua tamaño natural de la actriz, en homenaje al rodaje de Pandora y el holandés errante (1951), la veremos en plena subida. ¡Cuántos la manosean!

Hasta las 23.30 suben al faro trenes turísticos que salvan los 700 metros de distancia desde la playa a esta cima. Nada hay que objetar al enlosado e iluminado regreso nocturno.

Tras la cena, a eso de las once, se baja la intensidad lumínica colocando quinqués en las mesas, forma de acentuar la impresión del sonido del Mediterráneo a 60 metros de altura y la fragancia a mar y pino, distintivo de la Costa Brava. Cómo relaja e hipnotiza el destello de forma constante. Entre finales de agosto y mediados de octubre, la mirada se diluye entre velas flotantes, que no son sino luces de barcas de pescadores faenando el calamar.

A Illa de Arousa

En el otro extremo de la Península, al norte de A Illa de Arousa (Pontevedra), el faro de Punta Cabalo aporta, esta vez a la altura del nivel del Atlántico, todo el mundo de bateas de que es capaz la ría de Arosa. El atardecer nos sorprenderá en la terraza que gestiona Juan Ramón Lojo, de una sensibilidad muy acorde con el escenario farístico. Mientras cae el sol por la punta de Aguiño, extremo de la sierra de Barbanza, preparan ortiguillas rebozadas cuanto mejillones al vapor o almejas fritas. En agosto es habitual ver a tiro de piedra marineros lanzando o recogiendo nasas a la busca de pulpos y nécoras, siendo el faro su orientación, lo mismo que a los barcos mejilloneros. Todos los alrededores, más allá de los pintones roquedos, está siendo repoblado con caballitos de mar, puesto que esta y no otra es la razón de la toponimia farera.

La retina se adapta allí donde ya no existe contaminación de vatios que compita con la secuencia farera, y al ser Destino Turístico Starlight, a muchos se les ve apuntando con el portátil a la cúpula estrellada gracias a la aplicación SkyView.

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