‘Foie’ con grutas en La Dordoña
De Lascaux al jardín de Marqueyssac, una ruta que mezcla pinturas rupestres de hace más de 18.000 años y castillos construidos sobre riscos en el suroeste de Francia
Por aquí solo tenemos foie y grutas”, dice una joven de la Dordoña, departamento del suroeste francés. Lo comenta en su restaurante, después de que hayamos comido un primer plato de foie. Junto a la mesa de los cubiertos se abre una gruta cruzada por un regato en la que guardan las sillas de la terraza por las noches. Grutas y foie. Pero también castillos inexpugnables o los inicios cinematográficos de Ridley Scott; los típicos mercadillos de pueblo en versión gourmet y carreteras punteadas de árboles desde las que admirar los torreones de los châteaus lejanos. Todo regado con vino. Esta región, a 350 kilómetros de San Sebastián, guarda además en la cueva de Lascaux algunas de las pinturas rupestres más complejas del mundo.
9.00 Toros, ciervos y caballos
El pasado diciembre abrió Lascaux 4 (1), una recreación exacta salvo por un par de tramos de la cercana cueva donde hace 20.000 años nuestros antecesores pintaron decenas de toros, ciervos y caballos. La original no admite visitas por las consecuencias del dióxido de carbono desprendido por los humanos. Asombra el detalle conseguido en las paredes recreadas tanto como lo encorsetado de la visita, en la que la magia que intentan crear los guías desaparece por el poco espacio que se deja entre uno y otro grupo. Al salir de la cueva se llega a un experimento de realidad aumentada tableta en mano que explica lo que se sabe de las pinturas, como el uso de troncos para llegar a los lugares más inaccesibles. El recorrido dura más de dos horas. Si no se han reservado las entradas, conviene estar antes de la hora de apertura para conseguir un hueco.
12.00 Con Ricardo Corazón de León
Momento de carretera para buscar algunos de los pueblos más bonitos de Francia. Bajo esta denominación se agrupan 155 pueblos con menos de 2.000 habitantes y al menos dos monumentos protegidos. Dos de ellos, Saint-Léon-sur-Vézère (2) y Saint-Amand-de-Coly (3), se encuentran a menos de un cuarto de hora de Montignac. Un poco más al sur se concentran otros pueblos con encanto a orillas del río Dordoña. El primero es Beynac-et-Cazenac (4). Sus calles de piedra se patean cuesta arriba para alcanzar el castillo del siglo XII que sitió Ricardo Corazón de León y que durante la guerra de los Cien Años fue la frontera anglofrancesa; dependiendo de las intrigas del momento caía de un lado o de otro. A ver quién se resiste a sentirse un caballero o dama medieval mirando el río desde las almenas a más de 150 metros.
13.00 Una docena de ostras
Si hace buen tiempo, los tentempiés se disfrutan en la calle. Se puede uno acercar a cualquiera de los mercadillos de los pueblos que atraviesan la ruta propuesta, como el de Castelnaud-la-Chapelle, donde se alzan los conocidos châteaus de Castelnaud (5) o el de Milandes (6). En cada esquina hay una panadería. La docena de ostras de la mejor categoría de la costa atlántica se vende a 11 euros, y los camiones de quesero rebosan de toda la selección local y nacional. Cuidado con las variedades y cantidades que se compran, no se pase por alto que esta es una ruta en coche y que este es el país de los quesos azules baratos. Conviene organizarse un poco, pues a mediodía toda actividad comercial se toma un respiro.
14.00 Poda artística
Para contemplar la bucólica hilera de casas encajadas entre el río y un acantilado que supone la aldea de La Roque-Gageac (7) se puede alquilar una canoa o montarse en una de las gabarras que recorren los meandros del Dordoña. Muy cerca crecen las esculturas arbusto del jardín de Marqueyssac (8), que en lo alto de un risco mantiene ese toque francés aplicado al diseño de edenes. En la escarpada pared los atrevidos pueden atravesar la vía ferrata: uno de esos recorridos en los que te atas a un cable y caminas agarrado a la pared de roca disfrutando de las vistas.
En Sarlat-la-Canéda se encuentra la casa natal del escritor Étienne de La Boétie, el amigo más querido de Montaigne
17.00 El escenario de ‘Los duelistas’
Hasta aquí todo lo que no era foie o grutas, los secretos peor guardados de la región. Para descender al subsuelo se debe subir hasta la plaza de otra de esas selectas villas, Domme (9). Resulta que por una entrada junto a la iglesia se llega a la cavidad sobre la que se asienta este pueblo. En ella se agrupan tantas estalactitas que se asemeja a una gigantesca doncella de hierro. No se queda ahí la cosa, pues la asombrosa variedad de cavidades que ofrece la zona se resume en 25 cuevas y 147 yacimientos arqueológicos. En Rouffignac (10) hay esquemáticos mamuts pintados y en La Roque Saint-Christophe (11) se camina por un cortado horizontal de un kilómetro de largo a 80 metros sobre una pared que sirvió de resguardo troglodita. Los horarios varían según la estación, por lo que habrá que elegir entre pinturas parietales o depósitos minerales. De camino a la cena se pasa por el Château de Commarque (12), escenario del último duelo de Ridley Scott en su primera película, Los duelistas, cerca de la ciudad donde terminará el día: Sarlat-la-Canéda. Más lejana queda la otra gran referencia fílmica de la región. La actriz que puso la cara (que no el ojo) en Un perro andaluz, de Buñuel, nació en la ciudad más poblada de Dordoña, Périgueux.
18.00 El mercado de los sábados
Tanto trajín tiene su merecido reposo en Sarlat-la-Canéda, un monumento a los centros históricos peatonales. Su mercado de los sábados aglutina todas las delicatessen de la región. Si no coincide el día, siempre queda caminar por las calles y callejuelas de reminiscencia medieval enmarcadas en tiendas de venta de foie artesanal (y pagar un sobreprecio comparado con cualquiera de las tiendas de comestibles de cruces de carretera). En una de las principales se encuentra la casa más conocida de la ciudad, la Maison de La Boétie (13), un edificio renacentista que lleva 500 años mirando de frente a la catedral (14). En la mansión nació en 1530 Étienne de La Boétie, el mejor amigo de Montaigne, una relación a la que Jean-Luc Hennig dedicó su libro De la amistad extrema.
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