San Petersburgo para principiantes
Del imprescindible museo Ermitage a los anti-cafés, la última moda en la ciudad rusa
Sus habitantes la conocen como Piter y hasta los que la visitan por primera vez rápidamente toman confianza y abrevian su nombre para manejarse con soltura por la también conocida como Venecia del norte. Es cierto que los canales flanqueados por mansiones de estilo italiano y palacios barrocos y neoclásicos nos recuerdan a la ciudad italiana, pero estamos en el Báltico, muy al norte, donde la luz se esconde durante el invierno y el hielo lo cubre todo.
San Petersburgo es una urbe perfecta para caminar, entre museos impresionantes, palacios extravagantes, avenidas inmensas, teatros de primera, fortalezas y catedrales de colores. Junto a la antigua ciudad de los Romanov, diseñada por Pedro el Grande en 1703, existe también una nueva Piter, que se muestra en modernos grandes almacenes, cafés, barrios de moda y nuevos espacios para el arte que rompen con la tradición imperial.
01 Un poco de orientación
Antes de ponernos a caminar conviene orientarse un poco. Lo primero es tener en cuenta que la ciudad está a orillas del río Neva, seccionada por canales y tiene 342 puentes. Al sur del Neva tenemos el corazón de la ciudad, rodeado, además, por el río Fontanka. Atravesado por la larguísima Nevsky Prospekt, la avenida principal de la ciudad, en el casco histórico de San Petersburgo las calles se extienden como un abanico desde la aguja dorada del Almirantazgo, en dirección a las aguas del Fontanka. En ellas encontramos los principales puntos de interés para el visitante: el aclamado Ermitage, la catedral de Kazán, la iglesia del Salvador, las calles comerciales, palacios, iglesias… El centro histórico ocupa los barrios de Snnara y Kolomna, y algo más allá se extiende también por Semolny (lujosa zona residencial), Vosstaniya (centro del arte underground y zona de copas) y Vladimirskaya, distrito repleto de tiendas, mercados y peculiares museos.
Al otro lado del Neva, hacia el norte, la residencial isla Vasilyevsky cuenta con una nueva joya, el fantástico Museo Erarta de arte contemporáneo, con obras rusas de finales de la era soviética y posteriores. Por último, también al norte del Neva, el gran lago de Petrogrado conserva la fortaleza de Pedro y Pablo y un impresionante puñado de edificios de estilo modernista.
02 El mejor museo del mundo
Posiblemente, el Ermitage sea el lugar más imprescindible para cualquiera que visite San Petersburgo. Su colección es sencillamente impresionante: desde momias egipcias hasta una inigualable fondo de arte de principios del siglo XX, pasando por una colección de pinturas de Rembrandt superior a la del Louvre parisiense. Además, la entrada permite recorrer los aposentos y deslumbrantes salones de la dinastía Romanov. Por si fuera poco, el museo posee otras sedes: el Palacio de Invierno de Pedro I, el edificio del Estado Mayor, el palacio Menshikov, la Fábrica Imperial de Porcelana y el excelente Almacén del Ermitage. Ninguna otra institución encarna tan bien la opulencia y la extravagancia de la Rusia de los zares. El Ermitage es, además, un museo muy dinámico; las renovaciones son continuas y las piezas expuestas van cambiando debido a la cesión de obras e intercambios con centros de arte de todo el mundo, así que nunca es igual del todo.
03 La avenida universal
Nevsky, la arteria principal de la ciudad, domina todos los itinerarios: casi 5 kilómetros de avenida, desde el Almirantazgo hasta el monasterio de Alexander Nevsky. Gogol la describió como “el canal universal de comunicación de San Petersburgo” y unos 300 años después sigue siendo así. Pasear por ella es una experiencia esencial, sobre todo al atardecer, cuando la luz crea sombras y resalta las siluetas de su elegante arquitectura.
La avenida está llena de tiendas, pero también de palacios barrocos, de iglesias de varias confesiones, de cafés y de tiendas, muchas de ellos históricas, como el Edificio Singer, que alberga hoy el agradable Café Singer y una buena librería; el Bolshoy Gostiny Dvor, uno de los primeros centros comerciales cubiertos del mundo, original de 1757, o el Passage, un pasaje comercial con techo de cristal en el que cabe de todo, incluido el anti-café Ziferburg, donde se reúne la bohemia hipster de la ciudad.
04 ‘Piter’ desde arriba
Hay varios lugares en la ciudad para tener una vista panorámica de la misma, aunque ningún mirador del centro histórico supera al de la cúpula dorada de la catedral de San Isaac, que se eleva majestuosamente sobre las mansiones y uniformes palacios de estilo italiano que rodean el Almirantazgo. Merece la pena ascender los 262 escalones para contemplar el panorama, con vistas fantásticas del río, el Palacio de Invierno y El jinete de bronce. El interior de la catedral también es interesante; posee un suntuoso iconostasio enmarcado por columnas de mármol, malaquita y lazurita.
Otra opción es subir al bar del hotel Azimut, de época soviética. Por fuera es uno de los mayores adefesios de la ciudad pero en su planta 18 tiene un bar donde ponerse cómodo y disfrutar de las increíbles vistas del casco histórico a través de sus grandes ventanales.
05 Inmersión en el arte ruso
Con permiso del Ermitage, no hay que dejar de lado el menos conocido Museo Ruso, un tesoro dedicado al arte nacional que ocupa cuatro palacios asombrosos en el centro de San Petersburgo. El edificio principal, el palacio Mikhailovsky, contiene una colección fascinante de arte ruso: desde iconos medievales hasta obras maestras de las vanguardias del siglo XX. Por su parte, el palacio de Mármol alberga un ala del Museo Ludwig y el palacio Stroganov deslumbra con un interior espectacular.
06 Una iglesia sangrienta
Llama siempre la atención por su curioso nombre, pero la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada sorprende más todavía cuando se contempla este edificio que parece dibujado y coloreado para un cuento infantil. El templo, de estilo neoruso, es único en la ciudad: fue construido para conmemorar la muerte del zar Alejandro II, quien fue atacado en este lugar por un grupo terrorista en 1881 y falleció más tarde a causa de las heridas sufridas en el atentado. Pese a esta truculenta historia, sus relucientes cúpulas multicolores en forma de bulbo y sus intrincados mosaicos del interior son impresionantes. Hay que verlo para creerlo.
07 Baño helado junto a tumbas zaristas
La Fortaleza de San Pedro y San Pablo, primer edificio importante de la ciudad, se encuentra en la pequeña isla de Zayachy, donde Pedro el Grande comenzó la construcción de San Petersburgo. Se reconoce enseguida por su extraordinaria aguja dorada, visible desde el centro histórico gracias a sus 122 metros de altura, cifra asombrosa para el siglo XVIII, cuando fue levantada.
De visita obligada para los aficionados a la historia, el complejo alberga tumbas de los zares de la dinastía Romanov (en la Catedral de Pedro y Pablo), un excelente museo de historia, una playa con vistas estupendas al Ermitage y una curiosidad: el Club Morsa, donde un grupo de chiflados abre en invierno un agujero en el hielo que cubre el río Neva para darse un chapuzón. Los bañistas, llamados morsas, aseguran que el baño elimina dolores musculares y es un poderoso estimulante; incluso mejora la libido. No es un club exclusivo y anima a bañarse a todo el mundo.
08 Ballet en el Mariinsky
¿Hay algo más ruso que ver un ballet en el famoso teatro Mariinsky? Conocido anteriormente como el Kirov, donde bailaron estrellas soviéticas como Nureyev y Baryshnikov, la del Mariinsky es, actualmente, una de las compañías de danza más importantes del mundo. Las entradas para las funciones están muy demandadas, por lo que conviene comprarlas (por Internet) antes del viaje. Incluso para quien no guste del ballet, el edificio es un monumento por derecho propio, al igual que el contiguo Mariinsky II, el primer ballet y ópera abierto en Rusia desde la Revolución Rusa. Aunque tras más de una década de obras este vanguardista anexo no ha gustado a los conservacionistas de la ciudad, sigue resultando una cita obligada para los amantes de la música. Muchos dicen que parece un centro comercial pero su interior es bastante interesante, y tanto la acústica como las líneas de visión son magníficas. Para formarse una opinión al respecto, nada mejor que asistir a un espectáculo.
09 Tomar un ‘banya’
Una inmersión cultural en San Petersburgo no es completa sin un banya (baño de vapor) para desintoxicarse completamente. Aparte de someterse al infernal calor húmedo de la parilka (sauna), hay que eliminar toxinas mediante azotes con ramitas de abedul y, después, sumergirse en agua helada; un lugar fantástico para relajarse y charlar con los lugareños, para quienes el banya semanal es casi un rito sagrado.
El más antiguo de la ciudad es el Mytninskiye Bani, un baño único que se calienta por medio de un horno de leña, igual que las saunas en cabañas de madera de la Rusia rural. Se trata del baño de vapor comunal más antiguo de la San Petersburgo y además de una parilka y una piscina pequeña, el banya privado “de lujo” tiene un salón con muebles de cuero y mesa de billar.
10 Patinar en los canales
San Petersburgo es una ciudad que se aprecia mejor desde el agua. Pese a los esfuerzos de Pedro el Grande para que la población utilizara los canales para desplazarse, el transporte por barco nunca cuajó del todo en esta Venecia a orillas del Báltico. Aún así, no hay que dejar de hacer una excursión recorriendo los canales o el poderoso río Neva para disfrutar íntegramente de su encanto y contemplar joyas arquitectónicas singulares desde otro punto de vista. En invierno no es posible navegar por los canales, pero cuando están congelados es maravilloso poder pasear por sus orillas y contemplarlos totalmente estáticos (y helados). La mayoría de los barcos zarpan del Moyka, el canal Griboyedov y el río Fontanka, cerca de donde los cruza la avenida Nevsky.
11 Noches blancas
La experiencia más maravillosa de San Petersburgo se da a mediados de junio, cuando el sol no llega a ponerse del todo y las noches son de un asombroso gris blanquecino. Los petersburgueses salen de juerga toda la noche, se celebran festivales y la ciudad disfruta de un ambiente muy relajado, poco habitual. Es el momento en el que hay más turistas y los hoteles tienen casi todo reservado desde varias semanas antes, pero resulta espectacular y el viajero no debe perdérselo. También en mayo o julio, antes y después de estas Noches Blancas, resultan impresionantes las puestas de sol, especialmente por la singular luz que envuelve a la ciudad.
12 Como zares en Tsarskoe Selo
Hay que escapar de San Petersburgo para empaparse totalmente de lo que fue el esplendor de los grandes zares. Y probablemente el más bello de todos complejos zaristas que rodean la ciudad sea Tsarkoe Selo (Villa del zar), en Puskin. Un plan perfecto para una excursión de un día, aunque hay que acudir con tiempo suficiente para ver los lujosísimos interiores del palacio de Catalina (como la famosa Cámara de Ámbar), disfrutar de los jardines y hacer un picnic en el parque predilecto de Catalina la Grande. Cerca se encuentran la bella finca y el palacio Pavlovks, que también merecen ser visitados.
Otra escapada, tal vez la más popular, es a Peterhof, el espectacular palacio de verano, y los jardines de Pedro el Grande, a orillas del golfo de Finlandia. Es fácil llegar desde el centro de San Petersburgo en el hidroplano que zarpa desde el Almirantazgo.
13 Anti-cafés, la nueva moda
Afortunadamente, la vieja San Petersburgo no es una ciudad estática en su clasicismo. El Ermitage se acaba de ampliar con nuevas sedes como el Edificio del Estado Mayor; el Ballet Mariinsky cuenta ahora con una nueva sede hipervanguardista; el Museo Naval Central tiene también un nuevo espacio donde se expone una impresionante colección de modelos a escala, amén de muestras interactivas y magníficamente iluminadas, y el nuevo Museo Fabergé nos permite visitar el bello palacio restaurado a orillas del Fontanka donde rinde homenaje al cénit de la artesanía rusa artística. Pero aún hay más…
- Museo del Arte Callejero. Las ruinas abandonadas de una fábrica de laminados plásticos son el increíble lienzo donde se plasma una colorida explosión de creatividad a cargo de artistas callejeros rusos e internacionales. Todo surgió en una fiesta de grafiteros celebrada aquí en 2011, en la que nació el proyecto de crear un Museo de Arte Urbano.
- Museo de las Máquinas Recreativas Soviéticas. Una de las novedades más curiosas de la ciudad, ubicada en el casco histórico (Konyushennaya pl 2). Es perfecto para experimentar un regreso a la URSS. En este museo interactivo, los rusos nostálgicos se divierten entre máquinas de videojuegos fabricados en la Unión Soviética durante las décadas de los 70 y los 80. ¡Todavía funcionan!
- Oranienbaum. El palacio de la finca campestre del príncipe Menshikiov (gran amigo de Pedro el Grande y primer gobernador de la ciudad) ha reabierto tras años de obras. Está junto al golfo de Finlandia y tanto el edificio como los jardines son impresionantes, con toda su antigua gloria imperial.
- Taiga. Bienvenidos al nuevo paraíso de las clases creativas de Piter, cerca del Ermitage. Curioseando entre el laberinto de pequeñas habitaciones de un edificio antiguo es posible desde recortarse el bigote en una barbería a la última hasta ver la mejor moda local.
- Kupetz Eliseevs. Tras una completa renovación vuelve a ser la tienda de alimentación más elegante de la ciudad. Este famoso edificio modernista de la avenida Nevsky resulta un placer para la vista y el estómago, pues dentro se venden productos gourmet, delicias comestibles y bebidas.
- Anti-cafés. Son la última moda en Piter: “espacios recreativos” con forma de cafeterías en los que se paga por minutos de estancia, ya sea para disfrutar de un café, tomarse un tentempié, conectarse a la red wifi, matar el tiempo con juegos de ordenador o instrumentos musicales. Algunos son verdaderos palacios del ocio y merecen una visita solo para conocerlos por dentro. Por ejemplo, Ziferburg, el pionero que inició esta tendencia en San Petersburgo.
Más información en www.lonelyplanet.es y en la guía Lonely Planet de San Petersburgo.
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