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‘Tanajo’ en Nueva York

El músico cubano Chucho Valdés descubrió la ciudad de EE UU en 1978 y tocó ante todos los grandes del jazz americano

El pianista cubano Chucho Valdés.
El pianista cubano Chucho Valdés.

Este año se cumplen cuatro décadas de Irakere, el grupo que revolucionó la música cubana en los pasados años setenta mezclando elementos del jazz, el rock, la clásica y la música tradicional afrocubana. Su fundador, Chucho Valdés, lo celebrará con un concierto especial en el Circo Price, acompañado de músicos jóvenes que veneran la historia de aquel combo. El pianista habanero ha tocado por todo el mundo, pero hay un viaje, y una gira, que sigue teniendo un lugar especial en su biografía.

Hablamos de 1978…

Ese año fue emocionante para todos los que fuimos fundadores de Irakere. En junio nos invitaron por primera vez a tocar en Estados Unidos, en el Carnegie Hall y en el festival de Newport. Era la primera vez que se oía jazz cubano desde la revolución, en 1959. En el Carnegie Hall tuvimos como público a todos los grandes del jazz americano. Estaba Dizzy Gillespie, Stan Getz, Maynard Ferguson, Roy Haynes…, y encima, justo antes que nosotros, tocaban los dos pianistas de mis sueños, a los que yo nunca había visto, Bill Evans y McCoy Tyner. Además, estaban todos los grandes de la salsa y todos fueron pasando a saludarnos. Era un acontecimiento único.

¿Y cómo sale uno a tocar sabiendo que están todos esos monstruos mirándole?

Bueno, es que no era solo eso. Yo sabía también que estaba mi papá, Bebo, entre el público. Y no nos pudimos encontrar antes del concierto. Él vivía en Suecia y llevábamos 18 años sin vernos.

Casi nada. ¿Pudieron recuperar el tiempo aquel verano?

Sí, nos quedamos un mes entero en casa de una tía mía que vivía en Brooklyn. No me pregunte por la ciudad de Nueva York porque casi no salimos de la casa. Mi tía nos hacía la comida preferida de mi papá y mía, el tanajo, una carne desmenuzada que se parece a la ropa vieja. Y bacalao, arroz, frijoles, chancho frito… Bebíamos cerveza y vodka helado con zumo de naranja, como hacen en Suecia.

¿Qué descubrió en Brooklyn de su padre?

Éramos muy distintos los dos. Yo había pasado de un joven de 19 años a un hombre de 36, y él, de los 42 a los 60. Hablábamos del tiempo, de la distancia y de las cosas que habían pasado en la familia. Fue uno de los momentos más importantes de mi vida.

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