Un respiro en Santiago
La ciudad gallega ofrece un peregrinaje alternativo, una ruta por el territorio de las huertas que cimentan su segunda catedral: el Mercado de Abastos
Santiago de Compostela es la reconocida explosión arquitectónica rezumando en la piedra milenaria, pero también es el inusitado poderío del grelo asomando a los pies de la imponente fachada del Obradoiro. A escasos metros de la tumba del Apóstol, la capital gallega ofrece al visitante una ruta peregrina insospechada: un jubileo que empieza y acaba en los sentidos. Monumentalidad y aldea, perpiaño y huerta conviven en Compostela en una fusión singular de cultura y economía local productiva.
Junto a los clásicos paseos por los parques de San Domingos de Bonaval y de la Alameda, y por las rúas do Vilar, Nova y do Franco, la rehabilitación del Mercado de Abastos, la recuperación de la vaguada agrícola de Belvís y de los vestigios etnográficos que pueblan las orillas del Sar y del Sarela emprendidas por el Consorcio municipal son hoy ya un reclamo turístico muy recomendable. Organizaciones políticas con opciones de formar gobierno han incluido en sus programas electorales la promoción del turismo de calidad —la ciudad recibe anualmente en torno a 250.000 visitantes— mediante la declaración del casco histórico como “zona saturada de tiendas de souvenirs”. Hay otro Camino. Y está lleno de sorpresas.
Producto de cercanía
En el corazón del casco histórico, a un suspiro de la catedral y sobre las ruinas del pazo del Conde de Altamira, Santiago abre cada mañana su despensa. Cinco mil metros cuadrados de aromas, colores y texturas de productos frescos guardan un orden riguroso alineados sobre los expositores del segundo monumento más visitado de la ciudad: el Mercado de Abastos, la catedral de los sentidos. Los puestos de las pimenteiras (paisanas de la comarca que acuden con sus pequeñas producciones agrícolas de temporada) conviven con establecimientos de delicatessen de otros productos del país y con pescados y mariscos —el bogavante es la estrella— de muy alta calidad, “sin duda lo que más tira”, explica la gerente, Marta Rey, orgullosa del éxito de una gestión privada iniciada en el año 2000 mediante la agrupación en cooperativa de un grupo de comerciantes locales.
Sin salir del recinto del mercado, ocupando las casetas de un extremo, Iago Pazos y Marcos Cerqueiro disponen diariamente desde 2009 su única mesa (para 12) en los 26 metros cuadrados de su local, Abastos 2.0, un restaurante hipster que comenzó siendo lugar de tapas de éxito y que se ha desdoblado ahora, enfrente, con un local de innovadores menús elaborados sobre la materia prima local. Los cocineros estiran cada mañana apenas un brazo hacia el mercado y echan a sus cazuelas los productos frescos del día. Navaja gel de mar, huevo de corral a baja temperatura (cocinado durante más de una hora) o merluza oliva son algunas de las opciones que ofrecen estos días junto a la carta de vinos gallegos.
Aunque hay más que vinos y productos frescos en el entorno del mercado. Cafeterías y pubs crecen a su calor. Entre los más acogedores está el Bar Embora, que ofrece cafés e infusiones variadas, además de licor, café casero y combinados con una selección de rock clásico. Por la noche se torna en pub, y su terraza es de las más solicitadas durante la primavera y el verano por su discreta ubicación.
La plaza de Abastos no es solo cultura arquitectónica (el testimonio del trabajo de cantería “a pico” de sus sillares impresiona) y economía local productiva, sino también el mostrador de la constante evolución de la ciudad histórica. Porque el moderno mercado actual sustituye al construido en los años cuarenta del siglo pasado, proyectado por el arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, que a su vez suplía ya al decimonónico levantado sobre los terrenos del pazo y las huertas muradas del conde de Altamira que se extendían por la vaguada de Belvís —zona agrícola reconvertida hoy en parque urbano— hasta las orillas del Sar. El otro Camino.
Las brañas del Sar
La vaguada de Belvís —el espacio verde entre el Mercado de Abastos y el río Sar— ha sido históricamente el riñón que ha drenado la huerta compostelana y también la conexión del mercado y del casco histórico con el humedal de las Brañas del Sar, uno de los dos ríos que circundan la ciudad: la marca verde de Compostela sobre el territorio urbano.
El Consorcio de Santiago ha recuperado el histórico terreno agrícola de Belvís que antaño abastecía al mercado hasta llenarlo de huertos urbanos muy apreciados por los compostelanos. Y ha hecho del paseo desde la plaza de Abastos por Belvís y por las brañas del Sar un recorrido por el territorio y por la etnografía: molinos, fuentes, emparrados, lavaderos, pontellas y caminos tradicionales salen al encuentro del caminante. Un viaje que permite adentrarse en el cinturón verde de la ciudad en una placentera alternativa a la tradicional ruta de la monumentalidad de la piedra.
El río Sarela
Hay realmente una Compostela insólita. El paseo entre el monte Pedroso y la fachada urbana de poniente, el cinturón industrial de la ciudad desde el siglo XVIII, es una sucesión de antiguas curtidurías y vaquerías de recomendable visita. El turista que inevitablemente llega a la plaza del Obradoiro alcanza, a escasos ocho minutos caminando por el rueiro das Hortas, el puente medieval del Carmen de Abaixo junto a la iglesia del mismo nombre. Merece la pena adentrarse por el pequeño callejón —en realidad, un desagüe— y contemplar la imagen inusitada de las huertas extendidas a los pies de la fachada del Obradoiro. Es el territorio del grelo compostelano (curiosamente, sin denominación de origen).
Si desde el puente del Carmen de Abaixo el caminante emprende ruta aguas arriba, tiene 15 minutos de un apacible recorrido entre más huertas y bosque de ribera. Puede hacer un alto en el molino del Hermo, reconvertido en tasca tradicional en la que se cultivan el canto y el juego de la chave, y continuar después hasta la Curtiduría de Pontepedriña de Arriba, una de las mejor conservadas de un sector productivo que hizo de Santiago potencia del curtido en el siglo XVIII. Una vez más está ahí la mano del Consorcio —en este caso, en colaboración con la Fundación Laboral de la Construcción—, que lo está convirtiendo en primer centro de formación para trabajadores y empresas de construcción a las que se especializa en restauración. Tiene especial interés su rehabilitación, con proyecto y dirección de obra de los arquitectos Víctor López Cotelo y Ángel Panero Pardo.
El recorrido por esta margen del río Sarela permite visitar más obras de López Cotelo, como la vaquería del barrio del Carmen de Abaixo, premio de la VII Bienal de Arquitectura Española, o la curtiduría de Ponte Sarela, en la confluencia con el camino de Finisterre que da continuidad al Camino de Santiago. En apenas 20 minutos de paseo, el caminante accede a la ciudad histórica a través del mágico bosque de San Lorenzo: 40.000 metros cuadrados amurallados que albergan el pazo del mismo nombre fundado en el siglo XIII —cedido en usufructo por los condes de Altamira a los franciscanos— e incluido dentro del patrimonio artístico nacional.
Monte do Gaiás
Pero hay otra ciudad en Compostela. Y, de nuevo, otra catedral que la preside. Sobre el monte do Gaiás aparece una mole de piedra, la Ciudad de la Cultura, que corona Santiago y en la que, hasta el 13 de septiembre (de 11.00 a 20.00), se puede visitar la exposición Camino, el origen, con 150 obras de arte y 11 instalaciones que tratan de explicar el Camino de Santiago. El complejo busca aún un programa de gestión cultural a la altura del grandioso escenario arquitectónico concebido por Peter Eisenman. Fue la obra con la que Manuel Fraga quiso dejar su huella en la historia y que acabó siendo puesta como ejemplo del despilfarro. Hoy es un desolado paisaje de multimillonaria derrota que, desde luego, impacta al visitante.
Santiago, patrimonio mundial, arrastra la cruz de su esplendor arquitectónico. En 2008, el Icomos, órgano asesor de la Unesco, impidió la conexión de la ciudad y la catedral con las huertas mediante la construcción de un teleférico que habría circulado desde la estación del tren hasta la Ciudad de la Cultura. Un transporte público que en apenas cinco minutos hubiera permitido tener un pie en el territorio del grelo y el otro en las afueras, As Fontiñas, dando de paso accesibilidad, y quizá vida, a la monumental obra de Peter Eisenman. De haberse construido, las cabinas sobrevolarían las brañas, mermando, en opinión del órgano asesor de la Unesco, su “autenticidad y carácter”.
Pese a la intentona de competir en el Gaiás en metros cúbicos de piedra con la imponente catedral, la ciudad del Apóstol sigue latiendo en las leiras, en la aldea agrícola que aún sigue siendo y sobre la que se levantó la catedral.
Los pequeños huertos, que conjuntamente ocupan mayor extensión que la zona urbana, aunque, desafortunadamente, no todos estén productivos, mantienen esa fuerza que solo da la vida. Patatas, lechugas, maíz y el insistente grelo insisten en marcar su territorio entre el casco histórico y el monte do Gaiás. Es cierto que las parcelas del Sar ya no se trabajan como a principios del siglo XIX, pero el humedal de las brañas, que ocupa más de 330.000 metros cuadrados y que fue el granero histórico de la ciudad, sigue ejerciendo de conciencia rural de la urbana y pétrea Compostela.
Comida y copas
Pero el gran objetivo del turista, empaparse del monumental Santiago histórico, nunca va a defraudar. Primero, la catedral y la misa de los peregrinos, todos los festivos a las doce de la mañana, con los 53 kilos del botafumeiro balanceando el olor del incienso por el templo. Después, la visita a las cubiertas y las excavaciones previa reserva (en el e-mail cubiertas@catedraldesantiago.es y excavaciones@catedraldesantiago.es). Una vez fuera, las empedradas calles adyacentes, que son una exposición inacabable de los productos estrella de la gastronomía gallega. Mariscos, pescados, carnes, empanadas y quesos compiten con el producto de la huerta en restaurantes de varios cubiertos o en más asequibles tascas.
Y para reposar la comida, el ya citado parque de la Alameda o las terrazas de la Facultad de Geografía e Historia (la Universidad de Compostela, con más de 500 años de antigüedad, organiza visitas guiadas en esta Facultad) ofrecen estampas imborrables del Santiago histórico. Y si el visitante quiere saber más sobre la cultura gallega, pasada y presente, resulta obligado acudir al Museo do Pobo Galego y al de Arte Contemporáneo (en el edificio de Álvaro Siza). También interesantes son el Museo das Peregrinacións (Rúa de San Miguel, 4); la Fundación Granell, en la plaza do Toural, y el Auditorio de Galicia (avenida de Burgo das Nacións). En el parque de Vista Alegre, de la Universidad de Santiago, se ubica el Museo de Historia Natural, en un edificio de César Portela, y asimismo merece la pena la visita a la Casa del Cabildo, en la plaza de las Platerías, un edificio barroco rehabilitado con exposiciones temporales.
Para las copas, una buena opción es A Reixa, que en una reconvertida tasca (de las últimas que quedaban en el casco histórico), en la Rúa Tras Salomé, ofrece desde conciertos y exposiciones hasta clases de guitarra o ferias del disco. Manda la música de los sesenta y los setenta. Y en el Pub Atlántico, en la Rúa da Fonte de San Miguel, variedad de ginebras y también buena música.
Guía
Información
Comer
Hoteles
Turismo de Santiago de Compostela (www.santiagoturismo.com).
Casa Marcelo (www.casamarcelo.net; 981 55 85 80). Rúa das Hortas, 1. Cocina de fusión japo-gallega de la mano de Marcelo Tejedor.
Acio (981 57 70 03). Rúa das Galeras, 28. Cocina joven e imaginativa que alcanza su mejor expresión en sus tapas, la especialidad de Yago Castrillón.
La Industrial (laindustrialbar.com; 881 97 39 17). Avenida de Rosalía de Castro, 24. Suele estar siempre lleno. El menú está dividido en tres apartados: Montaje en Equipo (los entrantes), Ensamblaje Tradicional (tostas de pan gallego) y Nuestras Patentes (carnes y pescados).
Pedro Roca (www.pedroroca.es; 981 58 57 76). Rúa Domingo García Sabell, 1. Uno de los recomendables restaurantes de Santiago.
Abastos 2.0 (981 57 61 45). Rúa das Ameas. El famoso espacio gastronómico de Iago Pazos y Marcos Cerqueiro en el mercado de abastos. Para comer, raciones que cambian a diario, desde arroz y cogumelos a carpaccio de pulpo.
El Puñal. Rua Galeras, 9. Deliciosa cocina casera por unos 10 euros. Donde puede uno encontrarse a Marcelo Tejedor cuando no cocina él.
El Pasaje (www.restaurantepasaje.com; 981 55 70 81). Rúa do Franco, 54. » Taberna O Gato Negro (981 58 31 05). Un bar de toda la vida en la travesía do Franco S/N.
María Castaña (981 56 01 37). Rúa da Raíña, 19.
Kunsthalle (kunsthalle.es; 981 57 51 70). Rúa da Conga, 8.
Hostal de los Reyes Católicos (www.parador.es; 981 58 22 00). Plaza do Obradoiro, 1. El antiguo hospital de peregrinos, de deslumbrante fachada plateresca, y uno de los establecimientos que simbolizan la red de Paradores.
AC Palacio del Carmen (www.marriott.com/AC-Palacio-del-Carmen; 981 55 24 44. Rúa das Oblatas S/N.
NH Obradoiro (www.nh-hoteles.es; 913 98 46 39). Avenida Burgo das Nacións.
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