Electrizante Nueva York
La ruta de Nikola Tesla, el inventor de la corriente alterna, por hoteles y edificios de Manhattan y Long Island
La figura del inventor Nikola Tesla (1856-1943) está en alza, todo un icono de moda que despierta cada vez más interés. Inventor del sistema que permite generar la electricidad y distribuirla para su uso doméstico, del motor de inducción aún hoy presente en muchos de nuestros aparatos y de las patentes fundamentales de la radio que luego aprovecharía Marconi, su olvido de décadas está llegando al final con una reivindicación que tiene, paradójicamente, en el mundo de la cultura su foco principal. Hoy, Tesla es un auténtico icono pop, como demostró la reciente exposición en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid.
Aunque nacido en Smiljan (una aldea serbia del norte de la actual Croacia), Tesla es inseparable de Nueva York, ciudad a la que llegó como emigrante en 1884 por la aduana de Castle Garden y que ya prácticamente no abandonaría hasta su muerte. El inventor no solo la habitó en el momento en el que comenzó su vertiginoso desarrollo, que la convertiría en capital del mundo, sino que también fue uno de los agentes que contribuyeron a ese auge. A pesar de los cambios inevitables en el más de siglo y medio transcurrido, el admirador de Tesla todavía puede visitar algunos de los lugares frecuentados por él y donde concibió sus proyectos más relevantes.
Así, el punto de reunión por excelencia es el hotel New Yorker (481 8th Avenue), en el que Tesla vivió sus últimos años y en cuya habitación 3327 (múltiplo de 3, una de las muchas obsesiones del personaje) falleció el 7 de enero de 1943. En los últimos años, el New Yorker se ha convertido en punto de reunión de destacadas personalidades del mundo tesliano, que se reúnen todos los años para conmemorar su muerte. De hecho, es posible reservar la suite que ocupó, aunque el interior ha sido reformado y ya no coincide exactamente con la original.
El New Yorker fue el último de una lista de hoteles de lujo que acogieron a Tesla, y de los que aún permanecen abiertos, el Governor Clinton (actual Affinia Manhattan, en el número 371 de la Séptima Avenida); el Pennsylvania (401, Séptima Avenida); el St. Regis (en el número 2 de la calle 55, Este), y el Gerlach (actual Radio Wave Building, en el número 49 de la calle 27, Oeste, donde el inventor experimentó con ondas electromagnéticas y una placa recuerda su paso). Ya no existen el Marguery, el Astor House, ni tampoco el emblemático primer Waldorf-Astoria, súmmum del lujo, símbolo de los excesos de su época y donde Tesla vivió dos décadas. En el lugar que ocupaba se alza ahora el Empire State, después de que en 1931 el hotel se mudara a su emplazamiento actual.
Guía
Información
Oficina de turismo de Nueva York (www.nycgo.com/es).
Tesla Memorial Society of New York (www.teslasociety.com).
Tesla Science Center (www.teslasciencecenter.org).
Otros establecimientos que presenciaron momentos irrepetibles de quien fuera pieza cotizada por la jet set también han visto modificada su localización desde los tiempos de Tesla: ni Delmonico’s, el primer restaurante con menú de la ciudad, que abrió sus puertas como tal en 1830, está ya en Madison Square, ni el Madison Square Garden actual es el que presenció en 1898 la primera demostración de un vehículo dirigido por radiocontrol, un pequeño barco diseñado por Tesla. El que sí sigue activo es The Players (en el número 16 de Gramercy Park), el club donde Tesla conoció en persona a su admirado Mark Twain, y que se mantiene en el edificio original que nació para permitir que los actores pudieran juntarse, a salvo de ojos indiscretos, con los más destacados nombres de la literatura, la política, la economía y la ciencia.
Una esquina especial
Claro que Tesla presenció la construcción de muchos de los lugares que hoy identificamos inmediatamente con Nueva York, y en los que es fácil dejarse llevar por la imaginación y situar allí al inventor: en Bryant Park (donde se conserva, incluso, una placa con la Esquina Nikola Tesla) o las inmediaciones de la biblioteca pública (en la Quinta Avenida con la calle 42), zonas a las que el inventor acudía puntualmente para dar de comer a las palomas en sus años de decadencia. O Grand Central Station (en el 89 Este de la calle 42), adonde sus largos paseos solían llevarle.
Tesla también dispuso de varios laboratorios en Manhattan, en un momento en el que las consideraciones de seguridad eran mucho más laxas que en la actualidad. De hecho, el más importante de ellos, situado en el 33-35 de la South Avenue (actual West Broadway), donde hizo la mayor parte de sus descubrimientos y por donde pasaron muchos de los nombres más importantes del Nueva York de la época, terminó arrasado por un incendio en 1895.
Pero la localización más importante de todos los lugares donde llevó a cabo sus experimentos es Wardenclyffe (Shoreham, Long Island), donde comenzó a construir la primera de las torres de lo que habría sido su sistema mundial de transmisión de electricidad. Derribada en 1917, solo se mantiene en pie el edificio del arquitecto Stanford White, salvado de la ruina por una espectacular operación de crowdfunding (recaudación de fondos) en 2012, y que espera ahora más dinero para convertirse en el Museo Nikola Tesla de Estados Unidos.
Para terminar este rosario de lugares teslianos, mencionar que el inventor mantuvo oficinas en edificios como la Metropolitan Life Tower (en el número 1 de la avenida Madison), en el Woolworth (233 Broadway) o en el del número 8 Oeste de la calle 40, última dirección comercial antes de declararse en bancarrota. A eso cabe unir el tiempo que pasó trabajando para Edison en la desaparecida estación del 255-257 de Pearl Street o en la Edison Machine Works de Goerck Street. También la Universidad de Columbia, donde Tesla presentó por primera vez en 1888 su sistema de corriente alterna.
Miguel A. Delgado es autor de la novela Tesla y la conspiración de la luz (Destino).
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