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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

La ‘velorución’ llega sobre dos ruedas

Los ciclistas se organizan en Francia para reclamar que este vehículo comparta realmente espacio con el coche en la vía pública

Marianne, símbolo de la República Francesa, hace un llamamiento para liberar a los humanos, que están prisioneros en sus coches
Marianne, símbolo de la República Francesa, hace un llamamiento para liberar a los humanos, que están prisioneros en sus coches(c) Vélorution

El sábado por la tarde me disponía a ir al parque en mi pequeña ciudad francesa tan tranquilamente con mis dos hijos pequeños cuando la revolución nos salió al paso. Se trata de una revolución especial: pacífica, amable, familiar, festiva y militante que está llegando sobre dos ruedas. Se la conoce como velorution, un juego de palabras en francés con la palabra “revolución” y “bicicleta” (vélo, en francés).

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Mis hijos y yo íbamos a cruzar la calle cuando de repente un río de bicicletas inundó toda la vía delante de nosotros. Hombres, mujeres y niños por igual circulaban de manera pacífica, haciendo sonar sus timbres. Una mujer se me acercó para darme un papelito donde se informaba de que una masa crítica de ciclistas había decidido “circular conjuntamente” con el objetivo de “reapropiarse el espacio urbano en bicicleta y reclamar que se comparta realmente la vía pública”. Si circulan todos a la vez es para conseguir modificar el equilibro de poder que se da normalmente en la calle.

Optar por la bicicleta es un acto revolucionario que va más allá de escoger un medio de transporte más ecológico

Es cierto que las ciudades de tamaño mediano en Francia han sido pensadas en general para favorecer sobre todo la circulación en coche. Las personas con medios económicos suelen mudarse al extrarradio, donde compran una casa con jardín, lo que les obliga a recurrir al coche para todo tipo de desplazamiento. Y en la ciudad también el coche es rey. Recuerdo cuando paseaba a mis hijos en cochecito la cantidad de obstáculos que me encontraba cada día: coches aparcados sobre la acera, sobre los pasos de cebra, circulando a gran velocidad…

El movimiento velorucionario es de origen francés y tiene ya algo de historia a sus espaldas. La primera “aglomeración de ciclistas militantes” bajo este nombre se organizó en París el 22 de abril de 1972. Fue convocada por los Amigos de la Tierra y tenía un objetivo claro: denunciar un proyecto de construcción de autopista que debía circular a lo largo del Sena y que iba a atravesar la capital. Con el paso de los años (y el cambio de siglo) los velorucionarios han ido organizándose en diferentes asociaciones por toda Francia. Y hoy en día son ya 38 ciudades francesas que cuentan con un grupo activo y militante.

Los velorucionarios no se contentan solo con circular en bici y hacerlo de manera ostentosa con la manifiesta voluntad de ejercer presión sobre los poderes públicos. También hacen propaganda de la velosofía, es decir, cuentan con manifiestos y textos velosóficos para explicar y argumentar su posicionamiento. Optar por la bicicleta es un acto revolucionario que va más allá de escoger un medio de transporte más ecológico y económico, ya que es símbolo y metáfora de otro modelo de sociedad.

La pancarta reza: los autos, al desguace; las bicicletas, a la plaza
La pancarta reza: los autos, al desguace; las bicicletas, a la plaza(c) Vélorution

La bicicleta es, por así decirlo, la puerta de entrada para abordar asuntos sociales y políticos de más calado. De entrada, es sinónimo de mayor autonomía para los ciudadanos, puesto que no se hacen dependientes de un motor. Estar al aire libre permite interactuar más con las otras personas que no un coche, donde el conductor está encerrado, y por lo tanto es un medio de transporte más sociable.

Entre sus pensadores de cabecera destaca por encima de todos Ivan Illich, un autor austriaco que vivió en el siglo pasado y que fue sacerdote, filósofo, pensador de la ecología política y acabó convirtiéndose en figura crítica de la sociedad industrial.

La pancarta dice en francés: coches individuales = problemas colectivos
La pancarta dice en francés: coches individuales = problemas colectivos

Illich llega a demostrar en sus escritos, por ejemplo, que el coche va más lentamente que la bicicleta si se integra en el cálculo de la velocidad el tiempo que tenemos que invertir en trabajar para ganar el dinero suficiente que permita comprar el coche. Para este autor toda institución creada por la sociedad industrial llega a un crecimiento tal que acaba siendo disfuncional y por lo tanto perjudica a quien debería servir.

La pancarta dice "apagad vuestros motores, respirad la felicidad"
La pancarta dice "apagad vuestros motores, respirad la felicidad"(c) Vélorution

Desde su punto de vista, el coche perjudica el transporte; la escuela perjudica la educación e incluso la medicina perjudica a la salud. La institución se convierte en algo contraproductivo que aliena al ser humano y a la sociedad en su conjunto. Una de sus citas célebres es bastante reveladora: “Entre los hombres libres, las relaciones sociales productivas van a la velocidad de una bicicleta y no más rápido”.

Los poderes políticos están dando respuesta, de alguna manera, a este clamor social. París ha construido centenares de kilómetros de carril bici estos últimos años y el número de ciclistas en la capital no ha dejado de aumentar de manera exponencial. Es cierto que la pandemia y el confinamiento han actuado como acicates para que los políticos se manifestaran, en parte, del lado de los ciclistas. Aún falta por saber si la administración pública francesa potenciará, más allá de la promoción del uso de la bicicleta, la velosofía y la revolución social que viene anunciándose a timbrazo limpio.

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