Latinoamérica construye Estados Unidos
En la periferia de Denver, los arquitectos del estudio mexicano Productora tratan de mejorar la vivienda del sueño americano
Doscientos dólares por metro cuadrado (166 euros). La costumbre de trabajar con poco genera el ingenio y la audacia que el estudio mexicano Productora ha demostrado construyendo un conjunto de viviendas experimentales en Denver (Colorado).
Los arquitectos hablan de repensar las áreas de baja densidad —como el primer cinturón que rodea el centro de Denver donde se ubica este proyecto— y señalan ejemplos que replantean cuestiones domésticas —desde los materiales económicos y los elementos estándar para construir las casas, hasta la posibilidad de compartir entre varias lo que antes era un solar para una vivienda unifamiliar—. Eso es lo que propone este proyecto: compartir. “Muchas ciudades y ayuntamientos norteamericanos ya están considerando cambiar la legislación en ciertas zonas suburbanas, pero céntricas, para permitir hasta cuatro, seis u ocho residencias en solares donde antes solamente se permitía una sola casa” explican los arquitectos de Productora Wonne Ickx y Abel Perles.
Fue el consistorio de la propia ciudad de Denver el que, a propósito de la Bienal de las Américas —que ambiciona conectar las tres partes del continente— y a través del Festival Internacional de Ideas, Arte y Cultura de la ciudad, fomentó la aparición de nuevas propuestas para viviendas que respondan a los cambios vitales.
El proyecto del estudio mexicano Productora partió de esa certeza: la necesidad de cambiar. Los arquitectos constataron que las grandes viviendas unifamiliares de los barrios céntricos son ya más compartidas que utilizadas por una única familia. Por movilidad, precariedad y cambios en la forma de arraigar en los lugares hoy son los compañeros de piso, o varios amigos, los que comparten las antiguas residencias. Partiendo de ese conocimiento, los arquitectos pensaron en diseñar fragmentando para dar respuesta a esa necesidad. El resultado son solares compartidos y también espacios compartidos —una cocina, una amplia sala, zonas de lavandería, un baño y zonas exteriores pavimentadas— y zonas privadas —el dormitorio que es también espacio de trabajo—. Para Productora, este proyecto “escenifica un sutil equilibrio entre la necesidad de privacidad y la posibilidad de interacción social que se da en la convivencia”.
Pero no es esa la única propuesta que lanza el estudio mexicano. La economía es clave para la viabilidad de una idea. Y esta se ha construido con un presupuesto muy limitado (200 dólares por metro cuadrado, 166 euros) gracias a la utilización de materiales económicos y de soluciones estándar existentes en el mercado de la construcción. Los volúmenes de cubierta inclinada están revestidos con techo metálico. Esa cubierta es de un color azul estándar que, simplemente por ser vistoso y estar poco utilizado, se convierte en especial al quedar descontextualizado. El tono azul se extiende por la fachada de listones conviviendo con diferentes gradaciones de color e intervalos verticales. Así, la mancha de color, y sus sombras, construyen elementos reconocibles que refuerzan la identidad del conjunto y subrayan también la del barrio.
Este es un proyecto innovador, astuto y optimista. A pesar de partir de un presupuesto muy limitado y de un volumen edificable restringido, logra que sea el diseño —y no las carencias y limitaciones— el que construya la naturaleza del lugar. En el interior de las viviendas, la falta de particiones consigue amplitud. Los espacios son generosos. En las viviendas delanteras las entradas tienen doble altura y la cocina y las zonas comunes miran a través de grandes vidrios que, al comunicarlos visualmente, también despejan los espacios.
A pesar de que tanto el azul como la morfología de las viviendas construye una identidad común, las casas son distintas. Algunas, bajo la cubierta, y aprovechando esa inclinación, contienen estudios, o dormitorios —a los que se accede por una escalera— que dejan libre la planta baja para otros usos. Otras, las traseras, cuentan con una amplia puerta —de garaje enrollable— que crea sensación de taller y convierte la planta baja en un porche durante los meses de verano.
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