En tiempos del covid, el arte sale de paseo
La pintora francesa Faby se convierte en caballete andante para exponer de manera itinerante su obra en varias ciudades francesas
¿Qué vida les espera a las pinturas cuando la pandemia ha cerrado las salas de exposición sine die? ¿Qué futuro para los artistas cuando los protocolos impiden organizar vernissages, donde los autores podrían encontrarse con potenciales clientes o marchantes de arte y cerrar acuerdos? Faby es una pintora francesa con 25 años de trayectoria que, ante estas circunstancias adversas, ha decidido hacer de la necesidad virtud.
Ella solía exponer hasta la irrupción del covid en salas de arte, en ayuntamientos o en exposiciones culturales. Puesto que en Francia se cerraron todas ellas a cal y canto hace ya más de cuatro meses, Faby decidió reinventarse una nueva vida. Decidió sacar su arte a la calle para “permitir a cada uno reencontrarse con sus emociones” y por ello está recorriendo varias ciudades de la Bretaña francesa, de donde ella es originaria, cargando con su obra a cuestas.
Instaló una muestra de su creación en el municipio de Roche-Bernard, donde una treintena de sus obras están ya expuestas hasta el 21 de febrero en los escaparates de comercios tan dispares como panaderías, peluquerías o incluso la oficina de turismo, de tal manera que en esa ciudad el paseo por el centro o la salida para hacer compras se convierte en una inesperada “salida al museo”, según cuenta Faby. Y todo ello respetando las medidas sanitarias, puesto que la exposición puede observarse tranquilamente desde la acera.
En Bretaña salir a ver escaparates se ha convertido, de repente, en salir a visitar un museo
De Roche-Pinard la artista y su obra están yendo de “gira artística” por otros municipios bretones como Arzal, Sarzeau, Vannes, Pornic y Nantes e incluso se ha paseado recientemente por París. Esta gira la ha bautizado con el nombre de “Una ciudad–una pintura” puesto que para cada ciudad la artista ha reservado una obra que ella misma pasea cuál caballete andante por las calles, lo que permite la relación con comerciantes y paseantes por igual. Para Faby estaba claro que había que salir a la calle, después de varios meses de encerrona, y defender su obra, puesto que, como se lee en la espalda de su mono, “uno nace artista, pero uno decide seguir siendo artista”.
La pandemia se revela a veces como la oportunidad para inventarse “otra manera de vivir”, en este caso, otra manera de vivir el arte y la experiencia artística. ¿Quién ha decidido que las pinturas se alojan en museos o salas de arte exclusivamente? Las artotecas, de las que hablamos la semana pasada, hacen ya viajar la obra de la sala de exposición al domicilio de una persona privada. ¿Por qué no imaginar que otros tantos artistas, como Faby, cargan también con su obra a cuestas y salen a la calle para permitir el diálogo entre el arte y las personas y más aún, el diálogo entre el artista y las personas?
Espero que este tipo de iniciativas sienten precedente porque creo que al mundo del arte le sentaría bien airearse un rato, ahora con pandemia y después también, cuando la pandemia sea ya historia. Lo escribí la semana pasada y lo reitero esta de nuevo: los museos a menudo se asemejan más a cementerios que a otra cosa y ¿a quién le apetece darse un garbeo por un camposanto? En vez de esperar que las multitudes acudan a ellos y se peguen un atracón de obras de arte simplemente para poder decir de vuelta a casa “estuve en…”, ¿por qué no salir afuera e ir al encuentro de las personas para que puedan degustar una pieza, una sola a la vez, y paladearla y degustarla como quien saborea una buena copa de vino?
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