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REPORTAJE

Retrato de un presidente desatado

Trump, durante un discurso electoral en Jacksonville (Florida) el 24 de septiembre.
Trump, durante un discurso electoral en Jacksonville (Florida) el 24 de septiembre.Tom Brenner (Reuters)

Verborreico, indiscreto y mentiroso. Sin proyecto para su país. Así se muestra Trump ante el periodista que destapó el Watergate. Este es un avance de ‘Rabia’, el libro sobre un mandatario egocéntrico… y peligroso.

"He traído algo que nunca le he enseñado a nadie. Te lo voy a enseñar a ti”. Eso fue lo que me dijo Trump el 5 de diciembre de 2019. “Vas a ver algo genial”. Cogió el teléfono del escritorio del Despacho Oval. “Traedme alguna foto con Kim Jong-un cruzando la línea. De esas bonitas en color que acabo de ver”.

La entrevista de 74 minutos de aquella tarde se produjo tres meses antes de que la pandemia del coronavirus consumiera a Estados Unidos y al resto del mundo. Sería el primero de mis 17 encuentros con él para este libro.

—Todo esto quedará grabado para el libro —dije yo—. Estoy aquí para escuchar sus argumentos. Y quiero hablar de política. Porque después de abordar a nueve presidentes, la política es lo que importa. Es la columna vertebral y la definición.

—Estoy de acuerdo —dijo Trump—. Pero la política también puede cambiar, ¿sabes? Algunos dicen que yo cambio. Y lo hago. Me gusta la flexibilidad, no alguien que tiene una política y es capaz de atravesar un muro de ladrillo por ella, cuando puedes cambiar fácilmente y no tener que atravesarlo.

Mencioné que la CIA había llegado a la conclusión de que Kim es “astuto y hábil pero, en el fondo, estúpido”.

—Espero que lo escribas —dijo—. Y espero que escribas mi respuesta. Yo no estoy de acuerdo. Es astuto. Es hábil. Es muy listo. Y es muy duro.

—¿Y por qué dice eso la CIA?

—Porque ellos no saben —contestó—. ¿Vale? No tienen ni idea. Yo soy el único que lo sabe. El único con el que trata. No quiere tratar con nadie más

En aquel momento, Trump había tenido tres reuniones con Kim. Posteriormente descubrí que el principal experto de la CIA sobre Corea del Norte coincidía con el presidente en que Kim era inteligente y manipulador, y también bastante listo.

Un ayudante trajo las fotos. Todas habían sido publicadas y habían circulado bastante.

—Estos somos yo y él. Esa es la frontera, ¿no? Pues justo después, la crucé. No está mal, ¿eh? Esa es la línea entre Corea del Norte y Corea del Sur. Esa línea son palabras mayores. Nadie ha cruzado esa línea. Jamás.

Muchas otras personas habían cruzado la frontera hacia Corea del Norte, pero Trump fue el primer presidente de Estados Unidos en ejercicio en hacerlo.

—Yo dije: “¿Le gustaría que pase?”. Él dijo sí, me gustaría que pasara. Nunca lo ha hecho nadie. O sea, que estas fotos molan cuando…, o sea, como fotos icónicas, ¿qué te parece?

—Aun así, es una relación peligrosa —dije yo—. ¿Está de acuerdo?

—Sí , pero menos peligrosa que antes. Porque le caigo bien. Y él a mí también. Nos llevamos bien. Eso no significa que esté siendo ingenuo. No significa que piense ¡ah, esto va a ser maravilloso! Es un tipo difícil. Y es listo, muy listo.

—¿Está convencido de que es listo?

—Más que listo. Mira, con 27 años se puso al mando de un lugar inestable donde la gente es muy lista. Igual que en Corea del Sur. Son iguales. ¿Vale? La misma gente. Muy lista.

Trump no negó que Kim fuera también violento y despiadado. Según decía.

—Kim me lo cuenta todo. Lo sé todo de él. Mató a su tío y puso el cadáver en la misma escalera por la que salían los senadores. Y tenía la cabeza cortada, puesta sobre el pecho. ¿Te parece duro? Pues ellos creen que la política en este país es dura. Nancy Pelosi dijo: “Venga, vamos a procesarle”. ¿Te parece duro? Esto es duro. Son unas fotos geniales —señaló una de las imágenes—. Mira, ¿Le habías visto sonreír antes?

Los medios de comunicación de Corea del Norte publican regularmente imágenes de Kim sonriendo en distintos eventos.

—El comandante del NorthCom en Colorado Springs tiene la autoridad presidencial para derribar un misil que pueda golpear el territorio continental estadounidense desde Corea del Norte —dije—. Esto solo ocurriría si el secretario de Defensa no estuviera disponible. ¿Le parece bien delegar esa autoridad en el NorthCom?

—Claro. A ver, hay que estar preparado. Yo no espero a nada. Si lo hiciera, hace un año que ya no estaría aquí. Llevan tres años intentando destituirme. No, más. Desde el día en que bajé por las escaleras mecánicas, ¿sabes? —Aludía al lanzamiento de su campaña electoral—. Han estado intentando librarse de mí desde entonces.

Me mostró una fotografía.

—Mira qué bonita foto. La relación es buena.

—Ahora una pregunta difícil, presidente Trump — dije—. Tengo entendido que estuvimos cerca de entrar en guerra con Corea del Norte.

—Sí, más cerca de lo que nadie sabe. Mucho más. O sea, él lo sabe mejor que nadie —respondió refiriéndose a Kim—.

—¿Se lo dijo usted?

—No voy a decírtelo. Pero él lo sabe. Tengo una relación genial con él, pongámoslo así. Pero ya veremos lo que pasa.

Durante una reunión sobre temas educativos en la Casa Blanca, diciembre de 2019.
Durante una reunión sobre temas educativos en la Casa Blanca, diciembre de 2019.

Entonces comentó que, en dos años, Corea del Norte no había realizado pruebas nucleares o con misiles balísticos intercontinentales. La última prueba con ICMB había sido en noviembre de 2017.

—Todavía no puedo decirte cuál será el final, cómo acabará la cosa. Ha probado misiles de corto alcance. Y por cierto, todos los países tienen misiles de corto alcance. ¿Vale? No es para tanto. Eso no significa que a partir de enero no vaya a hacer cosas. Veremos qué. Pero tengo una relación genial con él.

Figuras destacadas de asuntos exteriores han dicho que Trump hizo demasiadas concesiones a Kim al acceder a un encuentro sin condiciones oficiales por escrito.

—¿Cree que ha dado demasiado poder a Kim? —le pregunté. El norcoreano había dicho que no lanzaría más misiles balísticos intercontinentales—. Si se vuelve desafiante y dispara uno de esos ICBM, ¿qué hará, señor?

—Si dispara, dispara —contestó—. Y entonces tendrá serios problemas, pongámoslo así. Problemas muy serios. Más serios de los que nadie ha tenido nunca.

Entonces, se desvió del tema para revelar algo extraordinario: un nuevo sistema armamentístico secreto.

—He construido un sistema nuclear, un sistema de armas que nadie ha tenido antes en este país. Tenemos cosas que no has visto jamás, ni siquiera te suenan. Cosas que ni les suenan a Putin o a Xi. Nadie… Lo que tenemos es increíble.

Más tarde, varias fuentes me confirmaron que el Ejército estadounidense tenía un nuevo sistema armamentístico, pero nadie quiso ofrecer detalles y les sorprendió que Trump lo hubiera revelado. Había solicitado y conseguido enormes aumentos para la financiación de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, que mantiene las reservas de armamento nuclear.

Trump me dijo que lo único que había concedido a Kim era una reunión.

—Mira, mira qué buena foto. Se lo está pasando bien. ¿Lo ves? Nadie le ha visto sonreír. Se siente feliz.

—¿Cree que fue como lo de Nixon con China? —pregunté, en referencia a la apertura hacia China en 1972.

—No, no quiero ni hablar de Nixon y China. Creo que China ha sido algo horrible para este país. Porque les hemos dejado convertirse en una potencia económica.

Entonces comenté que el Ejército siempre afirma que las alianzas con la OTAN y Corea del Sur son el mejor acuerdo de Estados Unidos, una gran inversión en la defensa conjunta.

—El Ejército se equivoca —contestó—. No diría que son estúpidos, porque nunca diría eso de nuestros militares. Pero si alguien dijo eso, quienquiera que lo dijera se comportaba como un estúpido. Es un trato horrible. Nosotros estamos protegiendo a Corea del Sur de Corea del Norte, y ellos están haciendo una fortuna con televisores, barcos y todo lo demás. ¿No? Nos cuesta 10.000 millones de dólares. Somos tontos.

A EE UU le supone un gasto anual aproximado de 4.500 millones de dólares (más de 3.800 millones de euros) apostar tropas en Corea del Sur, 920 de los cuales los paga el Gobierno surcoreano.

—Ahí fuera hay indignación —dije, refiriéndome al país—. Y usted está aquí, sentado en el Despacho Oval. ¿Por qué? ¿Por qué tanta indignación?

—Vale —contestó—, creo que es por varias razones. Pero antes de acceder a contestar esa pregunta, ¿eh?, tengo que decir esto: también habrá muchos demócratas que me votarán en secreto. Igual que la última vez. Los demócratas de Obama que salieron…, iba a decir, de Barack Husein, pero mejor no, porque quiero que esto sea superagradable. Los demócratas de Obama que salieron y me votaron a mí fueron un porcentaje enorme. Y los de Bernie Sanders también me votaron.

Bob Woodward. Sus crónicas en 'The Washington Post' junto a Carl Bernstein hicieron caer a Nixon por el caso Watergate. Ha publicado libros sobre los últimos nueve presidentes de Estados Unidos. 'Rabia' es su segunda obra sobre Trump.
Bob Woodward. Sus crónicas en 'The Washington Post' junto a Carl Bernstein hicieron caer a Nixon por el caso Watergate. Ha publicado libros sobre los últimos nueve presidentes de Estados Unidos. 'Rabia' es su segunda obra sobre Trump.

Según los sondeos a pie de urna, alrededor de un 9% de los votantes que se identificaban como demócratas votaron a Trump en 2016, y cerca de un 7% de los que se identificaban como republicanos votaron a Clinton.

Mencioné al expresidente Obama y dije que muchos le consideraban un hombre listo.

—No sé. No creo que Obama sea listo —respondió—. Mira, yo creo que está muy sobrevalorado. No creo que sea un gran orador. Es muy de… “Eh, mira, he ido a las mejores universidades, lo he hecho superbién”. Yo tuve un tío que fue profesor en el MIT durante 40 años, uno de los más respetados. Hermano de mi padre. Y mi padre era más listo que él. Es buena ascendencia. Y hablan de la élite. En serio, ¡de la élite! Oh, tienen casas bonitas. No. Las mías son mucho mejores. Yo lo tengo todo mejor que ellos, incluida la educación.

—Estamos en un momento importante de la historia —dije—, en que se va a iniciar un proceso para destituirle, la Cámara le va a destituir.

—Sí.

—Y ahora mismo estamos en el Despacho Oval. Y le veo satisfecho, feliz, orgulloso.

—Sí.

El subsecretario de prensa interrumpió diciendo:

—Caballeros, nos quedan cinco minutos. El secretario del Tesoro espera.

—No pasa nada —dijo Trump—. Adelante. Me encanta este tío. Aunque escriba mierda sobre mí.

—¿Cuál es la estrategia Trump-Pence para ganarse al votante indeciso en los próximos 11 meses?

—No lo sé —contestó—. ¿Sabes? Te diré cuál. Hacer un buen trabajo. Eso es todo. Es muy sencillo. No es… No tengo una estrategia. Simplemente lo hago bien.

—¿Por qué no me muestra sus impuestos? En serio.

Repitió su argumento de siempre de que la IRS estaba revisando sus declaraciones de impuestos, pero yo sabía que, si quería, eso no le detendría para enseñarlas.

—¿Sabes lo que gané el año pasado? —preguntó Trump—. 488 millones, o algo así. 488 millones. Y es porque no estoy ahí. Quiero decir, que habría ganado mucho más. Cuatro ocho ocho.

Según la declaración financiera presentada ante la Oficina de Ética Gubernamental en mayo de 2019, en 2018 Trump declaró ingresos por valor de al menos 434 millones de dólares.

Mencioné el efecto de pantalla partida del debate sobre el impeachment en la Cámara de Representantes y nuestra entrevista en el Despacho Oval. Sabía que aquello era un número preparado. Tenía todo su atrezo sobre el escritorio: los pergaminos con las órdenes de nombramiento de jueces en el centro de la mesa, sus fotos con Kim y un archivador con las cartas de Kim. Ya había entrevistado a Carter, Clinton, George W. Bush y a Obama en el Despacho Oval. Todos se sentaron en el sillón presidencial junto a la chimenea, y ninguno tenía atrezo.

—Es como si hubiera ganado el mayor premio de la lotería de la historia —dije.

—Sí. La ganaba cada día. Nancy Pelosi ha disparado mis números en las encuestas. Y sale diciendo: “Yo rezo por nuestro presidente”. No ha rezado por mí en su vida.

—De acuerdo. En una sola frase, ¿en qué consiste el trabajo del presidente? ¿Cuál es su trabajo?

—Tengo muchos trabajos.

Le ofrecí mi definición estándar.

—Yo creo que es averiguar cuál es la siguiente etapa de provecho para una mayoría de personas en el país.

—Es buena —dijo Trump.

—Y luego decir: vamos hacia allí, y este es el plan para llegar.

—Correcto. Pero, a veces, el camino cambia. O sea, mucha gente es inflexible. A veces el camino tiene que cambiar, ¿sabes? Tienes un muro delante y has de rodearlo en vez de atravesarlo: es mucho más fácil. Pero en realidad, el trabajo de un presidente es mantener a salvo nuestro país, que siga siendo próspero. ¿Vale? La prosperidad es importante. Aunque, a veces, hay tanta prosperidad que la gente quiere usarla mal, y tienes que tener cuidado con ella.

Mientras le escuchaba, me sorprendió la vaguedad y la falta de rumbo de los comentarios de Trump. Llevaba casi tres años siendo presidente, y no parecía capaz de articu­lar una estrategia ni un plan para el país. Me sorprendía que afrontase 2020, año en que esperaba ser reelegido, sin un mensaje más claro.

—Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo inquisitivamente Trump. Quería saber quién creía que sería designado candidato demócrata a la presidencia.

Mi historial con ese tipo de predicciones era lamentable y preferí pasar.

—¿Quién cree que va a ser su adversario? —le pregunté.

—Voy a serte sincero, creo que los candidatos son malísimos. Me avergüenzan los candidatos demócratas. Puede que tenga que presentarme contra uno de ellos y, quién sabe… Son unas elecciones. Pero, por ahora, pinta muy bien para mí. —

Rabia, de Bob Woodward, sale a la venta el 2 de noviembre en versión digital y el día 5 en papel, en Roca Editorial.

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