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La fructosa no es más sana que el azúcar en el café y otros mitos de la alimentación

La farmacéutica y experta en seguridad alimentaria Gemma del Caño desenreda la maraña de bulos en torno a la comida en su libro ‘Ya no comemos como antes, ¡Y menos mal!’

Una taza de café expreso.
Una taza de café expreso.Getty Images
Patricia R. Blanco

No es más sano sustituir “la cucharada de azúcar del café por una de fructosa” ni desterrar el gluten de la dieta o comer exclusivamente pan de centeno. Sin embargo, estos bulos “están muy instaurados en la sociedad”, asegura Gemma del Caño, farmacéutica y especialista en seguridad alimentaria. Del Caño, miembro de la plataforma #SaludSinBulos, acaba de publicar Ya no comemos como antes, ¡Y menos mal! (Paidós, 2020), un libro en el que desenreda de forma didáctica y con gran sentido del humor la maraña de falsos mitos que existen en torno a la alimentación.

La primera gran mentira consiste en pensar que antes se comía mejor porque “lo natural es mejor”. Pero, “¿qué es lo natural?”, se pregunta Del Caño. La experta afirma de forma rotunda que ahora “se come de una forma mucho más segura que nunca antes en la historia” gracias a las garantías alimentarias existentes, con una producción sometida a rigurosos controles sanitarios. Lo explica de forma clara: “¿Cómo sabían qué comer y qué no hace tres millones de años? Pongamos que iban en grupo, uno de ellos cogía un apetecible fruto de un árbol. Si se moría, el resto no lo comía. Sencillo pero efectivo”. Sin embargo, advierte: “Ojo, seguro no significa más sano, porque tenemos muchos alimentos muy sanos en el mercado, pero no siempre elegimos los adecuados”.

Portada de 'Ya no comemos como antes, ¡y menos mal!, publicado el pasado 6 de octubre.
Portada de 'Ya no comemos como antes, ¡y menos mal!, publicado el pasado 6 de octubre.

El marketing alimentario ha logrado que el consumidor asocie en su mente ciertos productos con una dieta sana. Ocurre con la moda de sustituir la cucharada de azúcar del café por una de fructosa. “No es en absoluto una opción saludable, ya que la fructosa en una bolsa, fuera de la fruta, es exactamente igual que el azúcar o peor, porque se metaboliza de forma distinta y es incluso menos recomendable”, explica Del Caño en una entrevista con EL PAÍS. La mejor opción es, según la experta, “café sin azúcar o con algún tipo de edulcorante”.

El gluten es otro de los grandes afectados. “El mayor mito sobre el gluten es que lo más correcto es dejar de tomarlo, aunque no tengamos ninguna enfermedad celíaca ni intolerancia ni alergias”, lamenta la especialista en seguridad alimentaria. Hasta tal punto el gluten está siendo demonizado que es posible encontrar un queso con la etiqueta “gluten free” (libre de gluten). “Pero, ¿cómo va a tener gluten un queso?”, bromea.

Tampoco se libra de mitos el mercado del pan. “Si lo de la masa madre es todo un hit, la vida y milagros del pan de centeno darían para una trilogía como poco. Parece que como este pan es marrón y no blanco, tiene que ser sano a la fuerza”, señala Del Caño, que subraya que la única clave para elegir un pan saludable es “buscar aquel en el que la harina integral sea el primer ingrediente, o, lo que es lo mismo, huir de las harinas refinadas”. Es decir, un pan de centeno, “si no es de harina integral, no tiene ninguna ventaja frente al de trigo que consumimos habitualmente”, avisa.

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Pero es quizá el universo del vegetarianismo el que más se ha expandido. “No podemos dejar de leer bien las etiquetas que vienen detrás del producto” para no embriagarnos de “eslóganes baratos y dibujitos verdes”, advierte la farmacéutica. Los reclamos “100% vegetal” o “veggie” pueden resultar engañosos porque pueden esconder productos ultraprocesados, como hamburguesas o salchichas veganas llenas de “conservantes, azúcares, almidones o aceites de baja calidad”, apunta la experta. “Si quieres zamparte una hamburguesa, tienes dos opciones: no seas vegetariano o háztela tú mismo con legumbres, soja texturizada, tofu, lentejas…”, aconseja.

Los bulos imborrables

Aunque todos estos bulos sobre alimentos tienen un cierto número de seguidores, hay tres que son casi imposibles de desterrar: que la carne que consumimos tiene antibióticos, que los pollos están atiborrados de hormonas y que las frutas y verduras que comemos vienen recubiertas de pesticidas. “Como buenos bulos, tienen cosas que son relativamente ciertas, puesto que sí se utilizan antibióticos en la ganadería y productos fitosanitarios en la agricultura, pero la carne no llega al consumidor con antibióticos [el animal los elimina antes de llegar al matadero] y los productos fitosanitarios no se aplican en cantidades que puedan suponer un problema para el ser humano”, aclara. Las autoridades sanitarias vigilan de cerca que se cumpla la normativa. Por ejemplo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por su sigla en inglés), recoge todos los años muestras aleatorias en distintas granjas para cerciorarse de que esta supuesta cría de animales con antibióticos no se lleve a cabo. En el último informe, de 2018, el 99,8% de las muestras analizadas eran correctas.

La recomendación de Del Caño para una dieta saludable es “priorizar productos que no necesiten etiqueta, como la fruta, la verdura, las legumbres, los cereales integrales, los huevos, el pescado, los lácteos o la carne”. Y sobre todo: “No se hagan trampas al solitario pensando que un producto es más saludable porque ponga ‘cero o ‘eco’, la realidad es que unas legumbres son estupendas, tengan o no aditivos, y unas patatas fritas no, aunque estén libre de ellos”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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