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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

Viaje por los naufragios más célebres de la historia

La navegación tiene de todo: marinos de todas las épocas atraídos por el magnetismo de los océanos y de expediciones épicas que abrieron camino al conocimiento y también miles de tragedias. Un libro recoge una treintena de los más célebres infortunios en el mar

Recreación pictórica de un naufragio.
Recreación pictórica de un naufragio.pixabay
Paco Nadal

Existen pocos elementos tan literarios como el mar. El mar, la mar, masculino, femenino, dualidad en eterno movimiento que separa continentes y que sin embargo, fue la primera vía que encontró el hombre para unir a los que en ellos habitaban. El mar, la mar, apacible y feroz a la vez, tumba de náufragos, fuente de vida y de sustento, tan amado y loado como temido. Decía Mario Benedetti que “el mar no se avergüenza de sus náufragos / carece totalmente de conciencia / y sin embargo atrae, tienta, llama / lame los territorios del suicida / y cuenta historias de final oscuro”.

La historia del mar es la historia de marinos de todas las épocas que se sintieron atraídos por el magnetismo de los océanos y de expediciones épicas que abrieron camino al conocimiento y ensancharon imperios. Pero también, la de miles de naufragios —esas “historias de final oscuro”, que decía Benedetti— que además de con vidas humanas acabaron con sueños de conquista o frustraron magnas empresas.

Los mares están llenos de épicos naufragios —solo en el cabo de Hornos se cree que hay más de 800 navíos hundidos— que han contribuido a engrandecer la leyenda de los mares, narraciones de marinos y de buques que aún hoy, siglos después, siguen contándose en voz baja, como en un susurro, de puerto en puerto a lo largo de los siete mares. Mitos como el del holandés Errante, aquel capitán de mercante que, ante un temporal frente al cabo de Buena Esperanza, desafía al resto de la tripulación y al mismo Dios porfiando en su empeño mientras brama “¡Voy a pasar ese cabo… aunque tenga que navegar hasta el fin de los tiempos!”, siendo condenado a hacerlo.

Una treintena de estos naufragios épicos ha sido recogida por la editorial Geoplaneta en un libro de reciente publicación, Atlas de infortunios en el mar, firmado por Cyril Hofstein, historiador francés que ha hecho de la pasión por las historias de navegantes y el universo del mar el eje de su trabajo y de sus publicaciones. Por cierto, entre ellos no está el Titanic.

El 'Vasa', en su museo de Estocolmo.
El 'Vasa', en su museo de Estocolmo.PIXABAY

Naufragios que a veces tienen tintes grotescos, como el del Vasa, el galeón de tres mástiles y 64 cañones en dos puentes construido para ser la joya de la armada y símbolo del poderío del Imperio sueco. El 10 de agosto de 1628 el Vasa fue botado en los muelles de Estocolmo pero, tras recorrer apenas un kilómetro de fiordo, emperifollado hasta el juanete mayor y disparando salvas ante la concurrencia, escoró y se fue a pique en segundos, arrastrando con él a 52 marineros. Se cree que la deficiente estabilidad, provocada por el empeño personal del rey Gustavo II Adolfo de añadirle un segundo puente de cañones, tuvo que ver con la tragedia. Pero la historia del Vasa no acabó ahí. La baja concentración de sal del mar Báltico unida a la ausencia de gusanos comedores de madera en esas aguas se aliaron para que los restos del Vasa se conservaran casi intactos entre el fango del fiordo de Estocolmo. En 1956, un arqueólogo aficionado localizó el pecio con una sonda y tras una operación de Estado, el 24 de abril de 1961, el Vasa emergía casi intacto, 333 años después de su naufragio. Una concatenación de factores que nos permiten ver hoy el imponente galeón, el único del siglo XVII que ha llegado a nuestros días, en su propio museo.

El 'HMS Terror' atrapado por los hielos, en un fotograma de la serie de AMC 'El Terror', basada en la expedición de Franklin.
El 'HMS Terror' atrapado por los hielos, en un fotograma de la serie de AMC 'El Terror', basada en la expedición de Franklin.

Similar fortuna tuvieron el HMS Terror y el HMS Erebus, las dos bombardas de casco reforzado y equipadas con modernos motores de vapor de 20 CV de la expedición de John Franklin que partió de Kent el 19 de mayo de 1845 en busca del mítico paso del Noroeste. Pocas expediciones tuvieron un final tan horrible ni han sido tan buscadas, documentadas y loadas como la de Franklin, un clásico en la narrativa de las grandes expediciones al Ártico. Tras pasar dos inviernos frente a las costas de la isla del Rey Guillermo, ambos barcos quedaron atrapados definitivamente en el hielo. Poco antes de hundirse, los supervivientes sacaron lo que pudieron de ellos y marcharon a pie a tierra donde uno a uno, fueron muriendo de hambre y frío ante la mirada atónita de los inuits. Las expediciones que durante décadas posteriores los buscaron solo encontraron un reguero de cadáveres y evidencias de la tragedia. En 2014, se localizaron los restos del HMS Erebus en el estrecho de Victoria, a 300 kilómetros de la isla del Rey Guillermo. Dos años después, aparecieron los del HMS Terror a 24 metros de profundidad y 100 kilómetros al norte del Erebus.

Faro de Nividic, frente a la isla de Ouessant, donde naufragó el 'Drummond Castle'.
Faro de Nividic, frente a la isla de Ouessant, donde naufragó el 'Drummond Castle'.paco nadal

Hubo naufragios que costaron un imperio, como el de La Belle, un poderoso navío de guerra francés mandado por Luis XIV para fundar una colonia en la desembocadura del Misisipi y que tras varios infortunios se hundió en 1687 en la bahía de Matagorda, frenando las veleidades imperiales francesas en América. Otros, como el del Drummond Castle, un paquebote británico que encalló cerca de la isla francesa de Ouessant, a la entrada del canal de La Mancha, muriendo sus 250 ocupantes, sirvieron para que las autoridades se decidieran a crear nuevas medidas de seguridad: en este caso los faros de mar de La Jument, Kéréon y Nividic, verdaderas proezas de la ingeniería de su época, que mejoraron la seguridad en esas traicioneras aguas.

Con otro, acabó en el fondo del mar parte del patrimonio mundial. El sarcófago del faraón Micerinos, por ejemplo, que iba de Egipto al museo de Londres a bordo del Beatrice y desapareció el 30 de octubre de 1838, se cree que frente a las costas de Cartagena. O el lote de cuadros de grandes pintores del Siglo de Oro holandés que Catalina la Grande había comprado para engrandecer la colección del Hermitage y que se fueron a pique con el resto de las mercancías que transportaba el mercante de 280 toneladas Vrouw María en 1771 frente a las costas de Turku (Finlandia). O tantos tesoros de oro y piedras preciosas que llenaban las bodegas de galeones españoles perdidos en alguna tempestad caribeña.

Naufragios de película que Cyril Hofstein documenta en este libro, de lectura imprescindible para todos los amantes del mar.

‘Atlas de infortunios en el mar’, Cyril Hofstein, ilustraciones de Karin Doering-Froger. Geoplaneta, 2020.

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